Cal Trumfo, una fonda moderna en un pueblo de 200 habitantes
El restaurante de Isaac Monzó pone un toque de sofisticación a la cocina tradicional con platos como los pies de cerdo rellenos
Un sofá, un par de butacas, una mesita y un perchero reciben a los comensales en Cal Trumfo. Podría percibirse como un gesto más de la hospitalidad que se respira en este restaurante, pero lo curioso es que todo el mobiliario es nórdico —nórdico de verdad—, y el establecimiento está situado en La Torre d’Oristà, una pequeña localidad de 200 habitantes en la comarca del Lluçanès, en la Cataluña rural. Este estilo minimalista domina el interiorismo de las tres salas del local y también la cocina, que se basa en el recetario popular, pero sofisticado con técnicas y emplatados contemporáneos que permiten etiquetarlo como fonda moderna.
El propietario y cocinero, Isaac Monzó, tenía claro que abrir un restaurante en una nave industrial de un pequeño pueblo de interior era arriesgado. En siete años, ha conseguido diferenciarse, y mucho, de la oferta de la zona, convirtiendo Cal Trumfo en un restaurante exquisito.
Solo abre de jueves a domingo, pero esos días trabaja a toda marcha, así que es mejor reservar, sobre todo el sábado y el domingo. Los jueves y viernes al mediodía, ofrece un menú de 16 euros, que cambia cada semana. Todo es casero, cocinado con esmero por Monzó y su compañera en la cocina, Iolanda Rossell.
Entre los platos para picar, destacan los trunfos (triunfos), que son aquellos clásicos que siempre demanda la clientela, como las croquetas. Las tienen de jamón, pollo rustido, trompetas de la muerte y de calamares en su tinta. Siempre salen jugosísimas y bien fritas, igual que la bomba, picante como manda la original de la Barceloneta, o las bravas, que aquí llegan trufadas.
En este restaurante, los proveedores no entran por la puerta de atrás, sino que firman hasta la carta. Para Monzó es un orgullo contar a los clientes que confía en el cerdo de Cal Rovira, en la ternera ecológica de la finca El Salt de Colom, en los quesos y yogures de Santa Eulàlia, así como con otros productores que le abastecen. Con tan buena materia prima, no es de extrañar que guise unos pies de cerdo rellenos de butifarra del perol y ceps de vicio; un costillar de cerdo al horno bien meloso o un rabo de toro guisado al vino para mojar pan.
La carta, que se mueve en una horquilla de 30 y 35 euros, también cuenta con platos como los guisantes y las habas guisadas con butifarra negra —cuando es temporada—, la papada de cerdo con pulpo a la brasa o los tacos de secreto con salsa habanera.
Para la mayoría de platos dulces tiran de recetario tradicional, como es el caso del flan de queso, la crema quemada o el recuit de drap (requesón) con confitura de grosella negra. El fluido de avellana con helado de amaretto es una de sus especialidades, y llega siempre al punto.
Cuidando los detalles y con discreción, Monzó se ha dedicado a hacer cocina de chup chup tradicional, con buenos productos y guisados sin prisas, aplicando las técnicas aprendidas durante años en restaurantes de diferentes categorías y de sus clases como profesor de la escuela de hostelería de Osona.
El chef hace cocina de chup chup, con buenos productos y guisados sin prisas