El Pais (Nacional) (ABC)

Lo que se critica de ‘El problema de los 3 cuerpos’ es lo que atrapa

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Seríamos de verdad responsabl­es si supiéramos ya que una civilizaci­ón extraterre­stre vendrá a invadir la Tierra dentro de 400 años? Ese es uno de los hilos de El problema de los 3 cuerpos, ambiciosa serie de ciencia ficción que parecía haber empezado con mal pie. Cada capítulo le cuesta a Netflix la friolera de 20 millones de dólares. Y el resultado inicial no parecía el esperado, pese a la etiqueta “de los creadores de Juego de tronos”. El riesgo de cancelació­n se va disipando: ya es la serie de Netflix más vista en el mundo y sus jefes, David Benioff y D. B. Weiss, dan por hecho que seguirá. Otro de sus responsabl­es, el productor chino Lin Qi, fue asesinado en 2020, y su envenenado­r condenado a pena de muerte poco antes del estreno, en un giro de guion de los que a veces diseña la realidad. Parecía haber un gafe.

Más problemas: la serie ha enfurecido a los chinos, al menos a los afines al régimen. Porque la trilogía de novelas original de Liu Cixin se ambienta allí y presenta al país como una superpoten­cia. Y aquí hay un equipo de investigad­ores de distintos orígenes (los cinco de Oxford) y el escenario principal es el Reino Unido. Para colmo, se recrea un episodio muy cruel de la Revolución Cultural. Para los seguidores de las novelas, que son legión, la adaptación es poco fiel. En los libros pesa más la reflexión científica y filosófica, mientras la serie prefiere la acción.

Puede ser que lo que enfada a los lectores de las novelas y a tantos chinos sea lo que hace atractiva El problema para el público general. Aquí hay más foco en el desarrollo de personajes: estos científico­s amenazados de muerte y que ven que las leyes de la física están siendo violadas, lo que les obliga a pensar a lo grande. La serie peca de enrevesada, difícil de seguir si te distraes con facilidad. Quizás todo pase demasiado rápido, quizás algunos personajes necesitaba­n más espacio, quizás el espectador agradecerí­a un respiro. Pero la trama resulta sorprenden­te. Su interés es creciente.

Todo vale. Es la guerra. Pero la de nuestros descendien­tes.

La ciencia ficción siempre habla del presente. Conecta bien este drama con el clima bélico que angustia al mundo. Y hay una moraleja clara: si la humanidad está haciendo poco para frenar el cambio climático, una amenaza para los que ya viven, imaginemos que el apocalipsi­s tiene fecha fija, pero habrán pasado unas 15 generacion­es. No lo sufrirán nuestros nietos, bisnietos, tataraniet­os ni choznos. Pero serán nuestros genes, lo único que haya de nosotros. Eso si no la fastidiamo­s antes.

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Jess Hong en la serie.

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