Llamados a pasar página tras una crisis aplazada (por el momento)
La comedida respuesta israelí permite a ambos países salvar la cara y reivindicar logros en la disuasión del enemigo
Tras días de guerra dialéctica y amenazas entre Israel e Irán, la anécdota habla por sí misma. El ministro iraní de Exteriores, Hossein Amir Abdollahian, se dirigía ayer a un encuentro con embajadores de la Organización para la Cooperación Islámica cuando una periodista le preguntó: “¿Algún comentario sobre el ataque de anoche? ¿Tomará Irán represalias?”. El ministro ignoró las preguntas y un miembro de su comitiva respondió sin detenerse: “¿Qué ataque?”.
Los dos países parecen tratar de pasar página tras la comedida represalia israelí. Al menos de momento, es una suerte de regreso a la guerra soterrada que mantenían hasta el bombardeo de un edificio consular iraní en Damasco, que ha hecho temer en las últimas tres semanas una guerra regional. Israel guarda silencio después de una represalia que le permite salvar la cara, tanto ante el gran aliado estadounidense como ante su opinión pública, sin añadir mucha leña al ya ardiente fuego de Oriente Próximo. E Irán le resta importancia y hasta siembra dudas sobre quién está detrás, eximiéndose de la obligación simbólica de lanzar la “dolorosa” e “inminente” respuesta que había prometido.
“Es una crisis aplazada, no una crisis resuelta”, resume por teléfono Ali Vaez, director del proyecto de Irán del centro de análisis estadounidense International Crisis Group. Israel ha mostrado a su archienemigo que “no puede reescribir unilateralmente las reglas de la competición estratégica” que mantienen, sin ponerle a la vez “en una posición que lo obligase a tomar represalias”. “Lo más probable es que se deba a las reticencias de Israel a una guerra abierta en la que tendría que combatir en muchos frentes a la vez y a la presión de EE UU. Mientras se mantenga como un episodio puntual, se puede dar por cerrado, pero todavía existe la posibilidad de un estallido” porque, en este nuevo y “ambiguo” statu quo, ha dejado de estar claro dónde están las líneas rojas.
Teherán se escuda en lo limitado del ataque y las dudas sobre la autoría para no responder de inmediato. Los mercados también han percibido la voluntad de borrón y cuenta nueva. El barril de petróleo Brent es un gran termómetro de cuán nerviosos pone a los mercados el conflicto en Oriente Próximo, porque Irán es el octavo productor mundial y miembro fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Al conocer la activación de defensas aéreas en Isfahán, que alberga el corazón del programa nuclear iraní, se disparó un 4,5%. Tras confirmar el Organismo Internacional de la Energía Atómica que ninguna instalación nuclear había sufrido daños y aclarar un alto cargo iraní que no planea responder de inmediato, la subida se quedó en un 1% (88,2 dólares).
La impresión ahora es que unos y otros vuelven a la casilla de salida con logros que reivindicar. Israel, dos: tener la última palabra y haber cumplido su promesa de responder directamente con un ataque en Irán, que hizo el primer ministro, Benjamín Netanyahu, cuando Teherán dio señales claras de que no dejaría pasar los asesinatos en Damasco. E Irán puede presentar la respuesta como señal de que Israel tenía miedo y jactarse de lo barato que le salió romper las reglas no escritas y lanzar la semana pasada un ataque sin precedentes.
La escalada comenzó el pasado día 1. Israel mató a 13 personas, entre ellas tres altos mandos de la Fuerza Revolucionaria. Teherán decidió marcar una línea roja y mostrar con hechos que ese ataque, a diferencia de otros, no quedaría sin respuesta. El pasado sábado lanzó contra Israel más de 300 drones y misiles.
En público, Israel quitó importancia a las informaciones de que de Teherán había avisado a los países vecinos y que EE UU había negociado el alcance de la respuesta a través de Turquía, lo que generó el temor a que la escalada degenerase en guerra abierta. Irán también elevó el tono con amenazas inéditas y Netanyahu, que ahora guarda silencio, mantuvo la retórica beligerante, con un ojo en su electorado y otro en su aliado estadounidense, que le había pedido contención.
El mensaje de la demostración de fuerza iraní no era tanto el daño como la capacidad de hacerlo y de la posesión de armamento para alcanzar al enemigo donde sea. Igual que Israel ayer.
Además, tanto Israel como Teherán tienen otras formas de responder más adelante. El primero, con más asesinatos de miembros de la Guardia Revolucionaria en Siria o Líbano, asesinatos de científicos nucleares o ciberataques. El segundo, con atentados en el extranjero contra intereses israelíes o a través de sus milicias aliadas, principalmente Hezbolá, en Líbano. Y, por supuesto, tiene el as nuclear en la manga.
Israel es uno de los pocos países del mundo y el único de Oriente Próximo con arsenal atómico. Para seguir manteniendo esa superioridad estratégica, el Estado judío abandera la mano dura de sanciones y de amenazas militares, y boicoteó activamente el acuerdo internacional con Teherán para controlar su programa atómico, que abandonó Estados Unidos en la era de Donald Trump.
La población israelí estaba además dividida sobre el asunto, consciente tanto de que Irán es un Estado y mucho más poderoso que Hamás, la milicia que lanzó el ataque del 7 de octubre, como de que una guerra con una potencia regional apoyada por Rusia en pleno cisma con Occidente por la guerra de Ucrania no se saldaría con la pérdida de unos 260 soldados, los que van en medio año de guerra en Gaza. Mientras que la invasión de la Franja sigue contando con un apoyo sólido, un 52% de los consultados se oponía a que su país respondiese al ataque iraní, según un sondeo difundido el lunes por la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Irán aduce dudas sobre la autoría para evitar dar una respuesta inmediata
El mensaje era más una muestra de fuerza que el ánimo de causar daño