El Pais (Nacional) (ABC)

Sudáfrica acelera el corte de cuernos a los rinoceront­es para librarlos de los furtivos

La medida extrema ayuda a la superviven­cia de la especie, pero reduce el territorio de los animales, que se sienten más vulnerable­s

- JOSÉ NARANJO

El incremento de la caza furtiva de rinoceront­es en Sudáfrica, que pasó de 448 animales asesinados en 2022 a 499 el año pasado, y en particular en KwaZulu-Natal, ha llevado a las autoridade­s de esta región a adoptar una medida radical desde el 8 de abril: cortar los cuernos de estos animales para salvarles la vida. Así lo anunció a los medios el martes Sihle Mkhize, responsabl­e de la agencia Ezemvelo que trabaja por la conservaci­ón de la naturaleza en dicha provincia: “Con un enorme pesar, la organizaci­ón ha decidido descornar, algo que va en contra de lo que defendemos, pero la persistent­e amenaza que representa­n los furtivos hace necesarias nuevas medidas drásticas para proteger a nuestros rinoceront­es”, dijo.

En todo el mundo quedan unos 27.000 rinoceront­es de cinco especies diferentes y Sudáfrica es uno de sus últimos santuarios: miles de turistas viajan cada año hasta sus reservas para ver a este imponente animal. Su superviven­cia se encuentra gravemente amenazada por cazadores furtivos que los matan para arrancarle­s el cuerno, usado en la medicina tradiciona­l asiática por sus supuestos efectos terapéutic­os —aunque se ha demostrado que son falsos—, o como elemento decorativo. En el mercado negro se paga un alto precio por ellos. La región de KwaZulu-Natal recogió 325 de los 499 ejemplares abatidos en Sudáfrica en 2023, según el Ministerio de Medio Ambiente de este país.

La medida no es nueva. Ya a finales de los años ochenta comenzó a adoptarse en Zimbabue y Namibia y en 2014 se extendió a ciertas regiones de Sudáfrica

con resultados positivos. Un ejemplo paradigmát­ico es el parque nacional Kruger, donde se aplicó al 70% de la población de rinoceront­es en el periodo 2022-2023. Esto ha provocado un desplazami­ento de la caza furtiva hacia lugares donde los animales todavía conservan sus cuernos, como la reserva de Hluhluwe-iMfolozi, en KwaZulu-Natal, creada en 1895 precisamen­te para preservar a los rinoceront­es, donde fue abatido el 95% de los animales cazados en 2023 en toda la región.

El procedimie­nto es complejo. Primero hay que sedar al animal (normalment­e se le dispara un dardo desde un helicópter­o) y luego vendarle los ojos y ponerle tapones en los oídos para que sienta lo menos posible. Posteriorm­ente se corta el cuerno con una motosierra, dejando entre 10 y 15 centímetro­s de base. Como están hechos de una mezcla de calcio, melanina y queratina, con una estructura similar a las pezuñas de los caballos, el procedimie­nto es indoloro para el rinoceront­e. Todo dura unos 15 minutos. El problema es que, dado que vuelve a crecer de manera natural hasta 12 centímetro­s al año, para que cumpla su función disuasoria frente a los furtivos hay que volver a hacer el proceso pasados entre 18 y 24 meses. Se estima que cada operación cuesta unos 400 euros, según el parque Kruger.

Aunque las autoridade­s de Zimbabue descartaro­n en el pasado que descornar a los rinoceront­es tuviera ningún impacto negativo sobre los animales, investigac­iones recientes indican lo contrario. Un estudio publicado en 2023 en la revista científica Proceeding­s of the National Academy of Sciences (PNAS) y coordinado por la profesora Vanessa Duthé, de la Universida­d de Neuchatel, demuestra una alteración de su comportami­ento: los ejemplares amputados deambulan mucho menos por su territorio e interactúa­n menos con sus congéneres.

Tras seguir de manera exhaustiva a 368 rinoceront­es negros durante 15 años en 10 reservas sudafrican­as, la doctora Duthé y sus colegas llegaron a la conclusión de que el descornado protege de manera efectiva de la caza furtiva y no incrementa la tasa de muertes naturales, pero además observaron que los animales sin cuernos reducían hasta en un 45% su territorio habitual de movimiento­s y que eran mucho menos propensos a encuentros con otros rinoceront­es. “Son consciente­s de que ya no tienen sus cuernos. Así que pensamos que es una cuestión de confianza. […] Probableme­nte se sienten mucho más vulnerable­s y reducen el comportami­ento explorator­io que solían tener con sus cuernos, […] permanecie­ndo en las partes centrales de su territorio. Los grandes machos dominantes reducirán sus patrullas habituales”, aseguró Duthé en una entrevista para un podcast del PNAS.

A juicio de la experta, el descornado podría conducir a los rinoceront­es amputados a lo que denomina “trampas ecológicas”, es decir, que pasan a controlar territorio­s más pequeños donde acceden a menos recursos que si mantuviera­n sus cuernos. La doctora Duthé asegura, en todo caso, que no hay indicios de que el crecimient­o de la población en su conjunto se pueda ver afectado y que los efectos a largo plazo están aún por determinar, ya que serían necesarios estudios genéticos.

Tanto el programa de Kruger como el que se ha comenzado a implementa­r en la reserva de Hluhluwe-iMfolozi cuentan con el apoyo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) y es respaldado por la mayoría de los conservaci­onistas, que lo consideran una medida penosa, pero necesaria como último recurso ante el incremento del furtivismo.

De hecho, para la agencia Ezemvelo, forma parte de un paquete de decisiones que incluye la inversión de 2,5 millones de euros en un sofisticad­o sistema de vallado alrededor de la reserva, doblar el número de agentes de 45 a 88, velar por la integridad de los mismos, instalar rastreador­es en todos los vehículos, mejorar las relaciones con las comunidade­s cercanas y aumentar la vigilancia aérea de los helicópter­os y dotarlos de visión nocturna, entre otras.

Para la mayoría de los conservaci­onistas es una medida penosa, pero necesaria

El apéndice vuelve a crecer de manera natural hasta 12 centímetro­s al año

 ?? KIM LUDBROOK (EFE) ?? Descornado de un rinoceront­e negro en la reserva nacional sudafrican­a de Kruger.
KIM LUDBROOK (EFE) Descornado de un rinoceront­e negro en la reserva nacional sudafrican­a de Kruger.

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