El Pais (Nacional) (ABC)

Como gatitos ciegos en un sueño amnésico

Los cuentos de George Saunders reflejan lo que fue el optimismo americano perdido, con unos personajes que están atrapados en su inanidad y sin redención posible

- Por José María Guelbenzu

George Saunders es un narrador que, a diferencia de la mayoría de sus contemporá­neos, tiene por costumbre adentrarse en una escritura formalment­e audaz en busca de nuevas líneas expresivas que atañen tanto a la forma como a la estructura de sus relatos. Esto hace que el lector, a menudo, se sienta extrañado al leer sus textos, pero no puede llamarse a engaño porque Saunders no engaña: desde el primer momento está advirtiend­o que sus narracione­s son diferentes, que sus propuestas están muy lejos de la literatura convencion­al conocida y aceptada. En realidad, lo mismo hacía Virginia Woolf cuando, en la búsqueda de un lenguaje nuevo que fuera capaz de crear una voz narrativa que respondier­a al lenguaje interior, el de la mente de los personajes en acción, dio con relatos que, poco a poco, le fueron mostrando el camino: todo comenzó con relatos como ‘La mancha en la pared’ o ‘En el huerto’ hasta acabar dando en la maravillos­a Entre actos. Toda vanguardia se ofrece siempre como incomprens­ión y extrañeza hasta que las nuevas formas encuentran su lugar y la literatura, de nuevo, da un paso adelante.

Saunders, varios de cuyos libros de relatos han sido publicados en España (además de su novela Lincoln en el Bardo, que fue galardonad­a con el prestigios­o Premio Man Booker en 2017 y afortunada­mente traducido en España para Seix Barral por Javier Calvo), abre este libro con un relato de casi 100 páginas que comienza con una pregunta inquietant­e: “¿Cuándo volverá el señor U. a la Consola? ¿Están contentos los Untermeyer (el señor U., la señora U. y el hijo adulto Mike)? En caso de que sí ¿por qué? Y en caso de que no ¿por qué no? ¿Cuándo será la próxima vez que nos pedirán que Hablemos? ¿De qué y en qué tono?”. Este es un modo caracterís­tico de Saunders: empezar lanzándose al texto sin paracaídas, en mitad de una frase o un pensamient­o. Inmediatam­ente, el cerebro del lector empieza a trabajar en busca de lo que en una narración convencion­al se expone, esto es: quiénes hablan, cómo son, cuál es el escenario donde se desenvuelv­en, etcétera. Y Saunders viene a decirnos: “Conmigo no cuenten para ello, bastante disparatad­o es nuestro mundo como para explicarle­s yo de qué va esto si no están por la labor de imaginar”.

El argumento del relato, que da título al libro, es éste: un matrimonio de ricachos norteameri­canos contrata a tres artistas (Jeremy, la voz narradora, Craig y Lauren) para que entretenga­n a los invitados a su fiesta. A los artistas se unen los Cantores como complement­o expresivo. Los tres artistas llamados Hablantes están amarrados al Muro de Hablar, vale decir a una consola que, a voluntad del señor U., les propone temas que ellos exponen, de uno en uno o a la vez ante los invitados. Los artistas amarrados al Muro tienen sus cabezas apoyadas en un cabezal Fahley y están unidos a las consolas por unas clavijas Fahley que se insertan en los receptores Fahley. La primera sesión con los invitados (llamados La Compañía) es un fracaso, pero el señor U. adquiere unos módulos de Conocimien­to que, acoplados a los Hablantes-Artistas, permitirán ampliar temas y entretener a La Compañía. Y la reunión es un éxito. Los Hablantes relatan la famosa carga de Custer contra los Sioux y la representa­ción es tan convincent­e que todos los presentes entran en ella y se convierten en soldados e indios con consecuenc­ias tremendas.

El patético deseo de agradar de los tres Hablantes es el perfecto resumen de una alienación. Esta especie de realidad virtual no es más que un juego en el que la vida y la ficción se confunden en una sociedad tan hipercapit­alista como fuera de control, donde la vuelta a la realidad no es más que otra convención, por lo que no hay límites, ni sentido, sólo reflejos de una humanidad y una sociedad de humanos extraviado­s y satisfecho­s. Incluso el apunte de una romántica relación entre Jeremy y la señora

U. se desvanece en la mecánica frialdad del dinero y sus ficciones. La propuesta de Saunders desbarra mucho menos que el mundo en que vivimos. Lo que finalmente se recoge en los cuentos de este libro es la incomprens­ión de la realidad en la que nos movemos como gatitos ciegos suspendido­s en un sueño amnésico y rodeados de la pretensión de estar viviendo.

No hay redención para los personajes de estos cuentos, pero en cierto modo sí que hay en ellos un deseo de hacer algo; atrapados en su inanidad, pretenden al final de los relatos tomar decisiones aunque sean de mínimos porque, finalmente,

Saunders los compadece. Tres de los relatos me parecen la llave eficiente para entrar en el mundo Saunders: ‘La madre de las decisiones drásticas’, ‘Carta de amor’ y ‘Mi casa’. Hay en el conjunto del libro una extraña fuerza que refleja lo que fue el optimismo americano perdido, perdido como la figura de Custer, el héroe fatídico y patriótico de un país que llegó a ser el más poderoso del mundo.

Es normal que se lance al texto sin paracaídas, en mitad de una frase o un pensamient­o

La propuesta del escritor desbarra mucho menos que el mundo en que vivimos

El día de la liberación

George Saunders Traducción de Javier Calvo Seix Barral, 2024

344 páginas. 19,90 euros

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George Saunders, visto por Sciammarel­la.
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