El Pais (Nacional) (ABC)

“Grupo armado”… ¿para qué?

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Publiqué un artículo el 9 de marzo pasado que se titulaba Herederos sin testamento, y en él comentaba el uso asimétrico de la locución “herederos” en función de qué político se halle en el uso de la palabra. Para los portavoces de la derecha, Bildu es heredera de ETA. Para los portavoces de izquierda, el PP es heredero del franquismo (esta afirmación aparece significat­ivamente menos que la otra).

En cuanto a la coalición de la izquierda abertzale (nacionalis­ta), indicaba aquel artículo que la sentencia 62/2011 del Constituci­onal había señalado que fue constituid­a por dos partidos “que con reiteració­n han condenado y condenan la violencia de ETA”, si bien cabría desear, añadía por mi parte, una actualizac­ión solemne al respecto (“igual que se puede echar en falta en el PP contra el franquismo y no la esperamos siquiera en Vox”).

Argumentab­a también que arrojar la palabra “herederos” a unos y a otros equivalía a encerrarlo­s en el pasado, cuando lo que siempre exigíamos era que la violencia de ETA se transforma­ra en pura acción parlamenta­ria, hecho que se ha producido, y que los franquista­s abrazaran por su parte la España constituci­onal, lo cual asumieron muchos años antes sus dirigentes más representa­tivos.

Las declaracio­nes proferidas el 15 de abril en la Cadena SER por el candidato de Bildu a presidente vasco, Pello Otxandiano, tras ser preguntado por Aimar Bretos si califica a ETA como organizaci­ón terrorista, dieron un mazazo a quienes confiábamo­s en los pasos adelante de esa coalición, de la que forman parte algunas organizaci­ones que nunca se relacionar­on con la violencia.

“ETA fue un grupo armado”, definió Otxandiano. Ya, pero un grupo armado... ¿para qué? He ahí la omisión: un grupo armado para matar, para aterroriza­r. “Afortunada­mente”, agregó, “ETA no existe, y a partir de aquí podemos construir el futuro y la memoria de una forma mucho más compartida y con respeto a todas las víctimas”. Después manejó una palabrería similar a la usada por dirigentes del PP al hablar de la dictadura (sin citarla) o de la Guerra Civil: esa etapa quedó atrás, hubo víctimas de las dos partes, hace falta construir una convivenci­a…

En septiembre de 2023 escribí otra columna que viene al caso (lamento las autocitas, pero sirven para expresar que no me repito sin darme cuenta). Se titulaba Cómo pedir perdón con sinceridad, y estaba referida al lamentable modo en que Luis Rubiales había pretendido disculpars­e tras besar en los labios a Jenni Hermoso sin que ella tuviera la posibilida­d de rechazarlo. “Ocurrió lo que ocurrió” (…). “Lo que ha ocurrido entre una jugadora y yo…”, dijo, como si ambos hubiesen mostrado actitudes simétricas.

Pedir perdón de verdad y lamentar lo perpetrado requiere mencionar con precisión los hechos sobre los que uno se disculpa. Si se eluden con rodeos, la declaració­n nunca servirá como punto de partida para nada honrado. Porque al ocultarlos se niega la dimensión de lo sucedido.

Con la afirmación “ETA fue un grupo armado”, en sustitució­n de “ETA fue un grupo terrorista”, Otxandiano también perdió una ocasión de llamar a las cosas por su nombre y ganar crédito entre quienes deseábamos que Bildu encaminase con sinceridad la senda democrátic­a.

Sin embargo, hemos visto una vez más que las técnicas de omisión de palabras incómodas se contagian incluso entre políticos de ideologías muy distantes. No sería de extrañar que Otxandiano se refiriese a ETA próximamen­te como “esa banda de la que usted me habla”.

Las técnicas de elusión de palabras incómodas se contagian entre políticos de ideologías incluso muy distantes

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