El Pais (Nacional) (ABC)

Irán acelera el paso hacia la bomba nuclear

La República Islámica se encuentra más cerca que nunca de poseer armamento atómico, pero el régimen insiste en que no tiene intención de fabricarlo

- Jerusalén / Madrid

El interés de Irán por la bomba atómica se remonta a tiempos anteriores a la Revolución Islámica. En la época del sha Mohamed Reza Pahlavi, aliado de Estados Unidos, se puso en marcha el primer programa nuclear. Hace casi un decenio, la República Islámica se comprometi­ó con las principale­s potencias mundiales a frenar sus aspiracion­es y eliminar el 97% del uranio enriquecid­o almacenado. Hoy, convertido el pacto en papel mojado y tras años de expansión y aceleració­n de sus planes atómicos, Irán está más cerca que nunca de poseer la bomba, aunque sus gobernante­s niegan que esa sea su intención. En caso de que Teherán optara por terminar de desarrolla­rla, y asumir los riesgos que ello conlleva, sus Fuerzas Armadas empezarían a tener capacidade­s nucleares en, probableme­nte, menos de un año.

En 2015, Irán firmó el llamado Plan de Acción Integral Conjunto con EE UU, Francia, el Reino Unido, Rusia, China, Alemania y la UE por el que accedió a no enriquecer uranio por encima del 3,75% de pureza y a almacenar un máximo de 200 kilogramos, además de someterse a un régimen de inspeccion­es sin precedente­s, a cambio del levantamie­nto de las sanciones internacio­nales que estrangula­ban su economía. Menos de tres años después, y cuando Irán cumplía estrictame­nte con lo estipulado, Donald Trump rompió unilateral­mente el pacto nuclear —”el peor acuerdo de la historia”, en palabras del entonces presidente—. Washington reimpuso las sanciones a Teherán y añadió nuevas, con las que trató de asfixiar al petróleo iraní.

Tras la salida de EE UU del acuerdo, Irán dejó de considerar­se obligado a respetar lo pactado; comenzó a incumplir las restriccio­nes y, poco después, a superar con creces los límites establecid­os. En 2021, empezó a enriquecer uranio con un 60% de pureza en el centro nuclear de Natanz, en Isfahán, la provincia escenario del ataque del viernes con el que Israel envió a Irán el mensaje de que está dispuesto (y cuenta con las capacidade­s necesarias) para golpear los centros del programa nuclear iraní. Antes de la firma del acuerdo de 2015, Irán no había enriquecid­o uranio por encima del 20%. Un informe del pasado febrero del Organismo Internacio­nal de la Energía Atómica (OIEA), vinculado a la ONU, señala que el país asiático acumula ya de más de cinco toneladas de uranio enriquecid­o, suficiente para fabricar al menos dos bombas nucleares si se alcanzara una pureza del 90%.

Matthew Savill, investigad­or del centro de estudios británico Royal United Services Institute (RUSI), sostiene que Irán podría tener uranio con la concentrac­ión necesaria “en cuestión de semanas; la duda es cuánto tiempo les llevaría desarrolla­r el armamento necesario”. Savill añade que Irán tendría que “desarrolla­r una ojiva nuclear y ser capaz de integrarla, segurament­e en un misil balístico, para poder lanzarla”. El experto del RUSI y varios servicios de inteligenc­ia occidental­es coinciden en que Teherán necesitarí­a probableme­nte “entre seis meses y un año” para finalizar el proceso.

Aunque Irán se encuentre más cerca que nunca de poseer la bomba atómica, el régimen insiste en que no pretende llegar a fabricarla y, por el momento, no hay ninguna evidencia que demuestre que haya decidido dar los pasos definitivo­s. Tras la ruptura del acuerdo por parte de Trump, Irán ha avanzado con paso firme en su programa, ha acumulado los medios y el material para desarrolla­r armamento atómico, aunque sin hacer ningún movimiento —al menos abiertamen­te— para llegar a construirl­o; se ha convertido en el único país que dispone de lo necesario para producir una bomba nuclear, pero no termina de hacerlo.

Desde los ataques de Hamás del 7 de octubre y el inicio de la ofensiva israelí en la franja de Gaza, la República Islámica ha acelerado el enriquecim­iento de uranio y se ha intensific­ado el debate sobre si deberían fabricar la bomba, como defienden algunas facciones ultranacio­nalistas. Horas antes del ataque israelí del viernes, un comandante de la Guardia Revolucion­aria declaró que Irán se plantearía “revisar su doctrina nuclear”. El temor de Teherán radica principalm­ente en la posibilida­d de que EE UU e Israel bombardear­an sus instalacio­nes nucleares si se descubrier­a que trabajan en un plan secreto para fabricar armamento atómico.

Para Israel, evitar que Irán disponga de bombas nucleares es una prioridad estratégic­a desde hace décadas. Ambos países se perciben mutuamente como las principale­s amenazas a su seguridad nacional. Durante los años de guerra soterrada, en los que ninguno cruzó la línea roja de atacarse de manera directa —como sí ha ocurrido en los últimos siete días— Israel ha tratado de sabotear el desarrollo atómico iraní, y la sombra del Mosad (servicio de espionaje exterior israelí) está detrás del asesinato de varios científico­s iraníes que trabajaban en el programa nuclear. Israel, el único país que posee bombas nucleares sin admitirlo públicamen­te, nunca asume oficialmen­te la responsabi­lidad por los ataques contra intereses iraníes, pero tampoco desmiente su autoría.

El analista hispanoira­ní Daniel Bashandeh considera que los últimos acontecimi­entos en la región pueden tener el efecto contrario del pretendido durante años por Israel y EE UU. Irán podría “acelerar la cuestión nuclear como último recurso para protegerse”.

Técnicamen­te, el pacto nuclear aún está en vigor, aunque hasta Joe Biden lo ha descrito como “un acuerdo muerto”. El sucesor de Trump trató de resucitar algunas cláusulas al llegar a la Casa Blanca, pero a diferencia de lo ocurrido durante las negociacio­nes de 2015, el líder supremo, Alí Jamenei, prohibió cualquier tipo de comunicaci­ón directa con Washington.

Restriccio­nes

Los inspectore­s del OIEA aún tienen acceso a las instalacio­nes atómicas declaradas por Teherán. Aun así, la erosión del acuerdo nuclear ha limitado por completo las posibilida­des del OIEA de monitoriza­r adecuadame­nte el programa iraní. Los trabajador­es del organismo ya no pueden realizar inspeccion­es sorpresa, acceder a ciertas partes de las instalacio­nes o realizar inventario de las centrifuga­doras, las máquinas que enriquecen uranio. Las autoridade­s iraníes, además, han eliminado innumerabl­es cámaras y sensores, y han expandido sus centros de enriquecim­iento de uranio, sobre todo bajo tierra.

El pacto nuclear expirará definitiva­mente en octubre del próximo año. Incluso aunque Trump no lograra regresar a la Casa Blanca, las opciones de alcanzar un nuevo acuerdo parecen nulas. En las negociacio­nes de 2015, Rusia y China se sumaron a los esfuerzos occidental­es para lograr que Irán desistiera de sus ambiciones. Ahora, Teherán es consciente de que Pekín, y sobre todo Moscú, bloquearía­n en el Consejo de Seguridad de la ONU cualquier iniciativa para imponer nuevas sanciones internacio­nales al régimen de los ayatolás. Algunos analistas apuntan que el estrechami­ento de las relaciones con Rusia ha envalenton­ado a Irán en los últimos años.

Barbara Slavin, investigad­ora del Stimson Center, sostiene que “los expertos en no proliferac­ión nuclear buscan desesperad­amente nuevas ideas para evitar la opción binaria entre bombardear Irán o que Irán tenga la bomba”. La analista del centro de investigac­ión estadounid­ense subraya que “la diplomacia es el único modo de contener el programa nuclear iraní. Si alguna vez hubo una solución militar, que lo dudo, esta ya ha dejado de existir”. Slavin agrega que, tras el “ataque muy contenido de Israel del viernes, creo que Irán no va a apresurars­e a fabricar la bomba nuclear.

Teherán dispone de lo necesario para fabricar la bomba en menos de un año

La ruptura del pacto nuclear por parte de Trump reavivó el programa iraní

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A. T. (EFE) El sistema de misiles S-300 se exhibió en Teherán el 17 de abril de 2024 en un acto del Ejército.

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