El Pais (Nacional) (ABC)

La nueva era de las citas rápidas en Madrid

Varias empresas ofrecen encuentros de siete minutos para personas de entre 25 y 65 años. Algunas llevan años, otras meses, pero todas cuentan que hay demanda

- B. OLAIZOLA / A. QUESADA

Las mujeres esperan sentadas en el salón-comedor mientras los hombres hacen cola junto a la barra. El encargado apunta sus datos en una hoja, coge el dinero en efectivo y les asigna una mesa: “La tuya es la cinco. Siguiente, Andrés. Bienvenido”. Una azafata les entrega una cartulina de color gris y un rotulador negro. “Las instruccio­nes”, repite. Las leen despacio, para tener todo claro antes de que empiece.

“¿Adónde me habéis traído?”, pregunta a sus amigas una de las últimas chicas en llegar. Ellas vienen en grupo y ellos, salvo excepcione­s, solos. Son 40 —21 hombres y 19 mujeres— y no se conocen. Todavía. Son las 21.45, viernes, y durante la próxima hora todos intentarán encontrar el amor o, al menos, a alguien con quien conectar en persona. Solo hay una regla: cada siete minutos sonará una campanita y tendrán que cambiar de pareja.

Todos los viernes y sábados, parte del comedor del hotel Crowne Plaza, junto al Retiro, acoge sesiones de speed dating o citas rápidas, cada vez más habituales en Madrid. “La gente está harta de las redes sociales, de filtros y de perfiles falsos”, dice Fernando Rivilla, de 45 años, socio de Bedazzling, una de las tres empresas organizado­ras de estos actos.

“Está creciendo, sobre todo desde que retomamos tras la pandemia. Nos sorprendem­os. El pasado agosto, por ejemplo, no había nadie en Madrid, pero, ¿dónde había gente? Aquí”, señala Rivilla. “Creo que ya estamos todos”, anuncia. Es entonces cuando los hombres, cada uno con un número asignado, entran al comedor y se sientan frente a su primera cita. En el centro de cada mesa hay un tocón de madera. Un saludo rápido, dos besos, los más tímidos se dan la mano. Algunos agarran el rotulador o la hoja de instruccio­nes y miran a un lado y a otro. En la primera ronda, las parejas se miran a los ojos, con ganas, hablan rápido y de muchas cosas. Tienen muy poco tiempo para causar una buena impresión o despertar esa chispa que te dice que siete minutos han sido pocos y quieres más. Ríen, mueven las manos, hablan de en qué trabajan, de dónde son, dónde viven, qué les gusta hacer.

Se nota en qué mesas la conversaci­ón no fluye: las miradas son más serias, la postura tensa. No pasa nada, la incomodida­d durará unos pocos minutos. ¡Tiempo! Rivilla hace sonar una campanilla roja donde se lee ring for sex (tocar para sexo) y los hombres de entre 27 y 36 cambian de mesa.

¿La gente repite? “Mucho”, responde Rivilla. El perfil, explica, es variado, aunque la mayoría coincide en una cosa: se han cansado de las aplicacion­es de citas. Manuel López, de 28 años y fundador de Citas Flash, otra de las empresas de speed dating, coincide. “Empezamos en julio de 2023, porque vimos que cada vez había más gente interesada, estaban hartos de las apps”. Al menos una vez por semana organizan un acto. En su caso, el precio oscila entre los 10 y los 25 euros. Los de Rivilla cuestan entre 20 y 25. Es el rango de precios habitual, con la primera consumició­n incluida.

Quien más tiempo lleva en esto de las citas rápidas es Francisco Morgado, al frente de Cita2. Su empresa nació hace más de una década. Sus reuniones se organizan por edad, cada día un rango, y reúnen a entre 5 y 12 personas. “No los organizo muy grandes, porque si juntas a muchísimas personas creo que la gente acaba un poco harta”.

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B. O. Un grupo de personas acudía el día 12 a un acto de citas rápidas en un hotel de Madrid.

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