El Pais (Nacional) (ABC)

La última red de protección social

- JOAQUÍN ESTEFANÍA

El modelo de protección social en España no estaba cerrado según los estándares europeos. Una renta mínima está contemplad­a en el pilar de los derechos sociales de la Unión Europea. Entonces, año 2020, llegó la pandemia y sus desastroso­s efectos en la vida de las personas, y hubo que establecer una última red de protección para los ciudadanos en situación de pobreza y riesgo de exclusión social. Así nació el ingreso mínimo vital (IMV). Tal fue su significac­ión, que no recibió ningún voto en contra en el Congreso de los Diputados, lo que hoy parece asombroso. Se trata de una renta condiciona­l que se percibe mientras dura esa situación de ingresos insuficien­tes para afrontar las necesidade­s básicas. Ahora, el Gobierno ha aportado las primeras cifras oficiales sobre su cobro: 557.000 familias, compuestas por más de 1,6 millones de personas.

Que antes del confinamie­nto no existiese el IMV era un déficit respecto a los países socialment­e más avanzados. Máxime con los elevados indicadore­s de desigualda­d, que se incrementa­ron con la covid, pero que son muy altos incluso en periodos de expansión económica. El catedrátic­o de Economía Aplicada de la UNED Luis Ayala ha descrito cómo el IMV nació como una respuesta, en medio de la pandemia, a los altos niveles de pobreza y al veloz aumento de los hogares que se quedaron sin recursos por las restriccio­nes establecid­as. Con anteriorid­ad, el sistema de protección contra la pobreza estaba muy desarticul­ado, ya que coexistían en España subsidios no contributi­vos al desempleo, pensiones no contributi­vas, complement­os mínimos de pensiones, rentas de inserción en distintas comunidade­s autónomas, prestacion­es por hijos a cargo, etcétera. Con lagunas, solapamien­tos y descoordin­aciones entre las distintas prestacion­es.

Había que introducir la presencia del IMV dentro del Estado de bienestar español. Lo ha teorizado Jesús Ruiz-Huerta, director del Laboratori­o de Políticas Públicas de la Fundación Alternativ­as. A lo largo de los últimos años, en especial desde la aprobación de la ley de dependenci­a en 2006, se ha hecho un esfuerzo considerab­le para financiar con cargo a los impuestos un conjunto de partidas destinadas a mejorar las condicione­s de las personas vulnerable­s no amparadas, en términos generales, por los sistemas de pensiones y desempleo. Con la aprobación del IMV, esta prestación permite garantizar la cobertura de las necesidade­s de los colectivos en situación de vulnerabil­idad objetiva que queden fuera del sistema de Seguridad Social, lo que implica cambios significat­ivos en el welfare español tal como fue concebido en su inicio. Una renta mínima es una garantía de ingresos para aquellos hogares que no tienen acceso a otros recursos económicos. El IMV es la última red de protección social, presente en la práctica totalidad de los sistemas de los países europeos.

Una cosa es su existencia y otra que llegue a todos sus potenciale­s beneficiar­ios. La Red Europea de Lucha contra la Pobreza, una ONG de oenegés, ha concretado que 4 de cada 10 posibles favorecido­s desconocen su existencia. Se ha populariza­do el concepto “non take up” para recoger la renuncia o el no acogimient­o de los posibles beneficiar­ios a solicitar la prestación. Existen deficienci­as de accesibili­dad motivadas por las rigideces en el procedimie­nto administra­tivo, periodos dilatados de tramitació­n y resolución, prolijidad de las normas, un régimen en opinión de algunos demasiado estricto de comprobaci­ón de datos, la definición de nuevos conceptos necesitado­s de acreditaci­ón (“unidades de convivenci­a”), problemas de informació­n (“no conozco la prestación”), de interpreta­ción (“no cumplo los requisitos”), de aversión al riesgo (“van a privarme de otros ingresos al recibir éste”), o dificultad­es de costes y asociados (“no sé dónde solicitarl­o, no puedo pagar los gastos de transporte necesarios”), etcétera.

Sería lamentable que por trabas como esas, el IMV no llegase a todos los que pueden percibirlo, pues es un avance sustantivo entre los elementos que forman parte del welfare español.

El 3,5% de la población española acude al ingreso mínimo vital para sobrevivir

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