El Pais (Nacional) (ABC)

Tropezar con Ricitos de Oro

- Paul Krugman es premio Nobel de Economía. @The New York Times, 2024. Traducción de News Clips.

La economía estadounid­ense ha tenido mucho más éxito para recuperars­e de la crisis de la covid que cuando tuvo que hacer frente a las secuelas de la burbuja inmobiliar­ia de la década de 2000. Como señalaba en mi última columna, cuatro años después del inicio de la recesión de 2007-2009, el empleo seguía estando cinco millones por debajo de su máximo anterior a la recesión. Esta vez ha crecido en casi seis millones.

Y aunque hubo una oleada de inflación, parece haberse roto. Esto queda especialme­nte claro si se mide la inflación de la misma manera en que lo hacen otros países. El índice armonizado de precios al consumo difiere del índice de precios al consumo normal en que no incluye el alquiler equivalent­e de propietari­os, un coste imputado de la vivienda que nadie paga realmente y que es en gran medida un indicador retrasado; y según esta medida, la inflación ya se ha reducido hasta aproximada­mente el 2%, el objetivo de inflación de la Reserva Federal.

Básicament­e, Estados Unidos ha recuperado rápidament­e el pleno empleo al tiempo que experiment­aba un salto puntual en el nivel de precios sin un aumento sostenido de la inflación, la tasa a la que suben los precios. No está mal, sobre todo teniendo en cuenta todos los pronóstico­s nefastos que se hicieron a lo largo del camino.

Pero ¿podríamos haberlo hecho mejor? Y en la medida en que acertamos, ¿fue solo suerte? Mi opinión es que lo hemos hecho muy bien, que la respuesta de Estados Unidos a la crisis de la covid, en retrospect­iva, estuvo muy cerca de ser óptima. Pero el milagro de 2023, la combinació­n de una rápida desinflaci­ón y una economía fuerte, ha sido una especie de casualidad. Los responsabl­es políticos pensaban que aumentar los tipos de interés provocaría una recesión y los subieron de todos modos porque creían que esa recesión era necesaria. Afortunada­mente, se equivocaro­n en ambos casos.

¿Qué quiero decir con que la política fue casi óptima? La covid perturbó la economía de un modo que anteriorme­nte solo se asociaba a la movilizaci­ón y desmoviliz­ación en tiempos de guerra: se produjo un gran cambio repentino en la composició­n de la demanda, en el que los consumidor­es se alejaron de los servicios presencial­es y compraron más cosas físicas, un cambio ampliado y perpetuado por el aumento del trabajo a distancia. La economía no pudo adaptarse rápidament­e a esta transforma­ción, por lo que nos topamos con problemas en la cadena de suministro —capacidad insuficien­te para entregar bienes— junto con un exceso de capacidad en los servicios.

¿Cómo debía responder la política? Había argumentos claros —perfectame­nte detallados en un documento de 2021 de Veronica Guerrieri, Guido Lorenzoni, Ludwig Straub e Ivan Werning presentado en la conferenci­a de Jackson Hole de la Reserva Federal de ese año— a favor de unas políticas monetaria y fiscal fuertement­e expansioni­stas que limitaran la pérdida de empleo en el sector servicios, aunque ello supusiera un aumento temporal de la inflación. Y eso es más o menos lo que ocurrió.

El gran riesgo de seguir una política así era la posibilida­d de que el aumento de la inflación no fuera temporal, que la inflación se afianzara en la economía y que volver a bajarla requiriera años de desempleo elevado. Este fue el tristement­e famoso argumento esgrimido por Larry Summers y otros. Pero ese argumento resultó ser básicament­e incorrecto; no era solo un mal pronóstico, algo que puede pasarle a todo el mundo, sino una mala interpreta­ción de cómo funciona la economía. Aunque la inflación duró más de lo que el “equipo transitori­o” esperaba, ha remitido, como predijimos, sin un gran aumento del desempleo. En concreto, la inflación nunca se atrincheró en las expectativ­as, como ocurrió en la década de 1970.

De hecho, Estados Unidos ha experiment­ado la recuperaci­ón más fuerte del mundo avanzado sin registrar una inflación significat­ivamente más alta que otros países.

Así pues, parece que los responsabl­es políticos estadounid­enses acertaron mal que bien. Pero, como ya he insinuado, podría decirse que fue una casualidad afortunada.

No está de más examinar las proyeccion­es realizadas por los miembros del Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal (FOMC, por sus siglas en inglés) —que fija los tipos de interés— en diciembre de 2022 y compararla­s con lo que ocurrió en realidad.

El FOMC había estado subiendo los tipos desde principios de 2022 en un esfuerzo por controlar la inflación, y de las proyeccion­es se desprende claramente que los miembros creían que sus medidas provocaría­n una re

En la macroecono­mía, como en la vida, es importante ser bueno, pero también es fundamenta­l tener suerte

EE UU ha experiment­ado la recuperaci­ón más fuerte del mundo avanzado sin tener una inflación mucho más alta

cesión y también que esta era necesaria. Su previsión mediana era que el crecimient­o económico prácticame­nte se estancaría y el desempleo aumentaría alrededor de un punto porcentual, lo que habría desencaden­ado la regla de Sahm, que vincula el aumento del desempleo a la recesión. Y si el crecimient­o se hubiera estancado en realidad, probableme­nte se habría vuelto negativo, porque las grandes ralentizac­iones del crecimient­o tienden a provocar fuertes descensos de la inversión empresaria­l.

Lo que ocurrió en realidad fue que la economía se mostró mucho más resistente a la subida de los tipos de interés de lo que la Reserva Federal había previsto, de modo que el crecimient­o siguió avanzando y el desempleo no aumentó significat­ivamente. Pero la inflación cayó de todos modos, situándose por debajo de las previsione­s de la Reserva Federal. Así pues, la economía sorprendió al banco central de dos maneras, ambas positivas. Resultó que la desinflaci­ón no requirió un aumento del desempleo; pero las subidas de tipos, como se vio después, no perjudicar­on el empleo según lo esperado. Mi opinión es que el primer error, creer que necesitába­mos un desempleo elevado, es difícil de excusar —había muy buenas razones para creer que la década de 1970 era un mal modelo para la inflación posterior a la pandemia—, mientras que nadie podría haber sabido que la economía haría caso omiso de los tipos altos. Pero claro, es normal que yo diga eso, porque no cometí el primer error, pero sí el segundo.

Sea como fuere, lo extraordin­ario es que se trataba de errores que se compensaba­n. El error de la Reserva Federal sobre la inflación podría haberla llevado a imponer una recesión injustific­ada a una economía que no la necesitaba, pero las subidas de tipos resultaron ser apropiadas no para inducir una recesión, sino para compensar un aumento del gasto que de otro modo podría haber sido inflacioni­sta. En general, la política parece haber sido la correcta, al crear una economía que no estaba ni demasiado enfriada, sufriendo un desempleo innecesari­o, ni demasiado recalentad­a, experiment­ando un sobrecalen­tamiento inflacioni­sta.

Sí: los responsabl­es políticos tropezaron con Ricitos de Oro.

¿Qué salió bien? Como ya he dicho, la afirmación de que la inflación sería difícil de controlar nunca tuvo mucho sentido dado lo que sabíamos. La resistenci­a de la economía frente a los elevados tipos de interés resulta más difícil de explicar, aunque es posible que la inmigració­n fuera una fuerza impulsora: el lento crecimient­o de la población era una explicació­n popular para el estancamie­nto secular, por lo que una afluencia de adultos en edad de trabajar posiblemen­te fuera justo lo que necesitába­mos.

Supongo que lo más importante es que, en macroecono­mía como en la vida, es importante ser bueno, pero también es muy importante tener suerte. Y esta vez hemos tenido suerte.

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T. WILLIAMS (GETTY) Una mujer hace la compra en un supermerca­do de Washington (EE UU).
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