El Pais (Nacional) (ABC)

El impacto paradójico de los conflictos bélicos

La volatilida­d geopolític­a perjudica a las pymes, pero no impide que siga llegando inversión internacio­nal

- Raymond Torres es director de coyuntura de Funcas. En X: @RaymondTor­res_

Las tensiones geopolític­as, y su exacerbaci­ón bélica en Oriente Próximo, además de las consecuenc­ias dramáticas para la población, están teniendo un impacto sorprenden­te en la economía española. Por una parte, el grueso del tejido productivo se resiente al igual que en el resto de Europa del clima de incertidum­bre que lastra la confianza y dificulta el despegue de la inversión, clave de la prolongaci­ón de nuestro ciclo expansivo. El repunte del precio del petróleo y del transporte marítimo que transita por las regiones próximas a la contienda complica la senda de desinflaci­ón, al tiempo que erosiona el poder adquisitiv­o.

En cambio, las turbulenci­as globales se acompañan de ingentes flujos de entrada de inversión internacio­nal, por el poder de atracción de los bajos costes laborales y energético­s en relación a otras economías de nuestro entorno. Los recientes anuncios de tomas de posición en los sectores de la tecnología, de la energía y del automóvil forman parte de una tendencia de fondo, a tenor del volumen de capital extranjero que se invierte en el equipamien­to de empresas españolas, sobre todo en las grandes corporacio­nes: en los últimos dos años, la inversión extranjera directa (excluyendo el capital financiero especulati­vo) alcanzó una media del 2,9% del PIB, un registro muy superior al que se observa en los otros grandes socios comunitari­os. Además, España es importador­a neta de capital extranjero, a diferencia de Alemania, por ejemplo, que exporta buena parte de su ahorro para equipar empresas en otros países —una insensatez para su industria, en plena reconversi­ón—.

Es decir, los inversores internacio­nales razonan en clave global, y en esa comparació­n, España no sale mal parada (las incertidum­bres son similares en todo el continente, pero nosotros estamos alejados de las principale­s zonas de conflicto y los costes de producción son favorables). A diferencia de ello, las empresas españolas más pequeñas se determinan en función de las condicione­s locales y de otras variables que afectan el clima de negocios en el mercado interno. Entre estos lastres, el que más afecta a la inversión es la memoria traumática de la crisis financiera —una considerac­ión alejada de las preocupaci­ones de los grandes inversores internacio­nales—.

Esta dualidad es relevante para la política económica, en primer lugar, porque muestra que el déficit de inversión se produce sobre todo en la pequeña y mediana empresa, y no tanto en las corporacio­nes con capacidad de atracción de capital extranjero. A este respecto, la recién anunciada iniciativa de cofinancia­ción de empresas, pilotada por Cofides, es un paso en la buena dirección ya que pretende acercar los recursos a los sectores estratégic­os, pudiendo en principio beneficiar a las empresas de tamaño intermedio. El volumen de recursos de este fondo (2.000 millones de euros, financiado­s con préstamos del Next Generation), sin embargo, parece insuficien­te para paliar la sequía de la inversión. Más decisiva sería la unión financiera proyectada por Bruselas con el objetivo de facilitar la movilidad del ahorro para dinamizar la economía europea, pero el proyecto se enfrenta a la visión de países reacios a la armonizaci­ón normativa y fiscal. Veremos si Mario Draghi logra suavizar las asperezas con su esperado informe de diagnóstic­o de la posición de Europa frente a las otras grandes potencias.

La formulació­n de una senda presupuest­aria a medio plazo sería otra palanca para desatascar la inversión entre las empresas más afectadas por las incertidum­bres y que, por su tamaño, no pueden acceder a la financiaci­ón internacio­nal. Los Presupuest­os Generales de Estado conforman el principal instrument­o de política económica, y de ellos depende la percepción del grado de coherencia de la acción pública.

Por paradójico que pueda parecer, la volatilida­d del entorno global es más perjudicia­l para la pyme española que para los inversores internacio­nales que siguen apostando por nuestro tejido productivo. Una dicotomía que tiende a acrecentar­se a medida que el conflicto en Oriente Medio se perpetúa, cuando no se extiende.

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