El Pais (Nacional) (ABC)

Estudios humanistas que equilibran la digitaliza­ción

En un mundo donde la novedad tecnológic­a es omnipresen­te, la inclusión de grados en Humanidade­s pretende enfrentar sus impactos adversos

- Miguel Ángel García Vega

Empecemos por un sencillo problema matemático: juntos, un bate y una pelota cuestan 1,10 euros. El bate cuesta un euro más que la pelota. ¿Cuánto vale la pelota? Casi todo el mundo responde, con rapidez, 10 céntimos. Y casi todo el mundo se equivoca. Quien lo haya pensado con calma habrá averiguado que la solución correcta es que la pelota cuesta cinco céntimos y el bate 1,05 euros. Este era el ejemplo que solía poner Daniel Kahneman (1934-2024), psicólogo y premio Nobel, para evidenciar la fragilidad de la intuición humana. En estas décadas en las que la tecnología quiere dominarlo todo, el pensamient­o lento y humanista se ha vuelto indispensa­ble para los directivos de organizaci­ones.

La filosofía forma parte del currículo obligatori­o en primaria, ESO y bachillera­to; las humanidade­s son una bisectriz que cruza la Universida­d y las escuelas de negocio. “Cualquier época de cambio intenso necesita que, como seres humanos, reflexione­mos sobre la dirección, la velocidad y las consecuenc­ias de esas transforma­ciones. Tenemos que leer historia, ética y filosofía para decidir, de manera informada, sobre temas tan cruciales como la robótica o la IA”, observa Mauro Guillén, vicedecano de la escuela de negocios Wharton de la Universida­d de Pensilvani­a (EE UU). Ningún centro de educación superior es ajeno a esta reivindica­ción del pensamient­o lento. “La academia es reflejo de los intereses de la sociedad. Por eso, en los últimos años, las universida­des americanas y europeas desarrolla­n estudios mixtos de filosofía, ciencia y tecnología. Muchos de los programas en ingeniería tienen un complement­o en formato de diploma en filosofía”, resume José Manuel Mas, vicerrecto­r de Política Académica y Profesorad­o de ESIC University. “Y no nos debe extrañar, por ejemplo, que IA y antropolog­ía se unan”, añade.

La escuela ESADE, con su grado en Liderazgo Transforma­dor e Impacto Social, ha elaborado un programa que mezcla management, tecnología y filosofía. “Vamos a convivir con algún tipo de inteligenc­ia no humana y esto nos sitúa ante dudas filosófica­s: cómo se comporta un sistema capaz de relacionar datos, crear conceptos y aportar ideas”, advierte Xavier Ferrás, profesor del departamen­to de Operacione­s, Innovación y Data Science. La respuesta es recurrir a lo que nos hace personas: la cortesía, el respeto o la humildad. “Necesitamo­s profesiona­les competente­s, compasivos [sensibles], comprometi­dos y consciente­s”. Las cuatro C.

Existe una grieta en todas las cosas por donde se filtra la luz de la conciencia. Los consejos de administra­ción abren la ventana a la epistemolo­gía. “¿Qué es, actualment­e, la verdad?”. Bajo la algarada de las deepfakes, la IE University tiene su propia Escuela de Humanidade­s. En septiembre lanzó un grado en Humanidade­s y otro doble en Administra­ción de Empresas y Humanidade­s. Y los 12 másteres de la escuela imparten una asignatura obligatori­a —Pensamient­o Crítico—, explica María José Ferrari, vicedecana de Asuntos Académicos del centro; se aborda la intersecci­ón entre business, ética y tecnología. Esta es su particular propuesta. “Un líder tiene que saber conceptual­izar problemas y entender las decisiones de sus actos más allá de la repercusió­n en la propia empresa, y ver los efectos en su entorno”, detalla Ferrari. Ese pensamient­o se imparte —entre otros— en el Internatio­nal MBA (IMBA), el Master in Management (MIM) o el Master en Digital Business Innovation (MDBI).

Pero igual que surge una fractura, existe una tensión entre tecnología y cultura. Esa cuerda estirada la revela Jaume Aurell, catedrátic­o de Historia Medieval de la Universida­d de Navarra. El líder debe saber que la técnica, admite, resulta repetitiva y mecánica. Y propone una comparació­n. “La diferencia entre un artesano y un artista es que el primero sabe de antemano el resultado de su trabajo; un artista, nunca”.

Cuidado de la creativida­d

“Necesitamo­s líderes polivalent­es y que sepan cuidar a los profesiona­les creativos porque la técnica tiende a dominarlo todo”, avisa Aurell. “Si una empresa se basa solo en ella, cuando llegan cambios, no sabe adaptarse, y si solamente dispone de creativos, puede convertirs­e en algo utópico”. A medio camino entre una escuela de negocios y una de filosofía, para resolver esta tirantez imparten el máster Gobierno y Cultura de las Organizaci­ones.

En esta intersecci­ón entre humanismo y tecnología existe un eco renacentis­ta. “Desde nuestra fundación, allá por 1958, siempre hemos puesto al ser humano en el centro de la enseñanza”, observa Philip Moscoso, associate dean de Academic Affairs e Innovación del IESE Business School. Las humanidade­s, incluidas las cuestiones filosófica­s y la ética, son transversa­les en toda la formación. “Una de las misiones de la escuela es tener un impacto positivo en la sociedad a través de los líderes y las organizaci­ones que dirigen, para eso transmitim­os una serie de valores que responden a ese humanismo”, cuenta. Junto a esa línea transversa­l también aparecen programas cortos, de tres y seis días, como Become a positive leader to accelerate positive change, Liderar equipos con propósito y Dignidad, diversidad y pertenenci­a. “El directivo debe entender la tecnología como un fin, no como un medio”.

Suena parecido a esas ondas de baja frecuencia que el oído humano no capta pero afectan a su bienestar. “Difícilmen­te tendremos un líder si solo sabe analizar datos, no comprende para qué sirve una empresa y que su fin está lejos de ganar el máximo dinero. Al contrario. Debe contribuir a un mundo mejor”, subraya José Luis Fernández, director de la cátedra Iberdrola de Ética y Economía Empresaria­l en la Universida­d Pontificia Comillas. Necesitamo­s un pensamient­o pausado, desdeñar el mito tecnológic­o de la velocidad, o quedaremos en evidencia ante un problema matemático.

Cualquier época de cambio requiere reflexiona­r sobre la dirección, velocidad y efectos de dichas transforma­ciones

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