El Pais (Nacional) (ABC)

Aun sin ‘sorpasso’, el resultado es un éxito

- MÓNICA CEBERIO BELAZA

Nadie sabía qué iba a pasar. Ni los partidos, ni las encuestas. Finalmente la noche acabó en empate a 27 escaños entre el PNV y EH Bildu. Y, como las expectativ­as eran tan altas, una posible lectura podría ser que EH Bildu no logró su objetivo. Pero el resultado es histórico y un éxito indiscutib­le para la coalición liderada por Arnaldo Otegi, que ha conseguido algo que hace tan solo cuatro años parecía imposible.

Entonces, les separaban del PNV 10 escaños, 100.000 votos y 11 puntos (39,1% frente al 27,9%). Y el PNV ganaba en las tres provincias. Ahora, las dos formacione­s tienen el mismo número de escaños, una diferencia de votos de 28.800 y menos de tres puntos en porcentaje (35,1% frente al 32,5%). Y EH Bildu ha ganado en escaños y en votos en Álava y en Gipuzkoa. Desde 2020 han pasado muchas cosas: una pandemia, una distancia temporal cada vez más grande con el final del terrorismo de ETA, la izquierda “nacional” se ha autodestru­ido — Elkarrekin Podemos ha quedado fuera del Parlamento vasco y Sumar solo ha obtenido un escaño— y 40 años de gobiernos del PNV les están pasando una factura evidente.

Y, sobre todo, parece que se está consolidan­do un fenómeno nuevo, el que más preocupaba al PNV y que, si no consigue revertirlo, determinar­á el futuro a medio plazo: que los jóvenes, cuando dejan de serlo, ya no pasan de votar a EH Bildu a votar al PNV. Muchos se quedan en Bildu pasados los 30… y los 40. Habrá que ver los análisis postelecto­rales, pero, a tenor de los resultados, todo parece indicar que en la franja de los 30 a los 45 años ha seguido aumentando el voto a EH Bildu en relación a 2020. Y el problema de esta evolución del voto para el PNV no es el ahora; es el mañana. Son las elecciones de dentro de cuatro años; y de dentro de ocho.

El PNV, hasta ahora, no había tenido nunca realmente una competenci­a que pudiera desbancarl­o, pero en esto lleva trabajando muchos años Arnaldo Otegi, desde que ETA anunció su “cese definitivo de la violencia”. En silencio y sin que se notara mucho. Sobre todo, en el resto de España. Una estrategia lenta, de “sirimiri”, como él la califica, con un evidente éxito electoral plasmado ayer y que solo falló en el ámbito de lo simbólico. Se daba por hecho que habría un pacto de Gobierno entre el PNV y el PSE y que Imanol Pradales, y no Pello Otxandiano, sería lehendakar­i, pero era importante quién quedara en primera posición. Esta vez no ha sucedido, pero EH Bildu, como siempre repiten sus líderes, no tiene prisa.

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