Votar antes o después de ir al monte
Los ciudadanos acudían a las urnas más preocupados por los temas sociales que por la cuestión soberanista. La jornada transcurrió con normalidad casi absoluta
Tras una noche de bullicio y bares llenos, el centro de Vitoria despertaba en la mañana del domingo electoral prácticamente desierto. Sol y frío en la capital administrativa del País Vasco y de la provincia de Álava. Son las 8.30 y Eneko Besa, de 48 años, es uno de los pocos ciudadanos que se ve por la calle. Profesor de instituto, llega al centro de eventos Iradier Arena poco antes de que abran las puertas para votar con el sobre en la mano. Varios de los más madrugadores acuden temprano para irse luego de excursión. “En el norte vamos al monte”, comentaba Besa antes de ejercer su derecho al sufragio. Como él, cerca de 1,8 millones de ciudadanos estaban llamados a las urnas ayer en Euskadi, donde las 2.695 mesas se constituyeron sin problemas y las primeras horas transcurrieron “sin incidencias destacables”, como informó el Ejecutivo vasco. La mayoría de consultados aseguraron que habían escogido su papeleta atendiendo a temas sociales, como la sanidad o el empleo, sin apenas mencionar la cuestión soberanista.
En las elecciones autonómicas de 2020, el territorio histórico de Álava otorgó nueve diputados al PNV, seis a EH Bildu, cuatro al PSE y tres a la coalición de PP más CS. En el País Vasco, cada una de sus tres provincias reparten el mismo número de diputados: 25. La Cámara autonómica, en la que después se elegirá al lehendakari, tiene 75 representantes. En Álava, antiguo feudo del PP, lograr un escaño requiere menos votos porque es la provincia menos poblada. “Está el tema peleón, en foto finish”, comentaban dos miembros de una mesa sobre la pugna de EH Bildu y PNV por hacerse con el Gobierno vasco. “Aquí se va a decidir”, añadían en referencia a la provincia alavesa, que según las encuestas iba a decantar la balanza de un lado u otro.
Ya en las afueras de Vitoria, en el barrio de Salburua ha ganado EH Bildu en los últimos procesos electorales. El distrito está formado por bloques de pisos construidos hace 15 o 20 años, como zona de expansión de la ciudad. A las 10.30 se veía por la calle a familias con niños jugando en las zonas verdes. Entre ellas, Sonia Ramos, administrativa de 38 años, que llegaba a votar al instituto de la zona con su marido y sus dos hijos, de seis y dos años. “Tenía decidido el voto desde hace tiempo, me fijo en temas sociales”, comentaba Ramos.
De vuelta en el centro, Aitor Jubera, de 18 años, acudía a la Escuela de Artes y Oficios en bicicleta junto a su amigo Ander Ruiz, de 19. Jubera era uno de los más de 75.600 jóvenes que votaba ayer por primera vez. “Estoy un poco nervioso porque no sé cómo se hace. Dudaba entre dos opciones”, confesaba este estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas.
En la céntrica plaza de España, el bullicio volvía a copar la calle a la hora del pote. A las 13.00, decenas de familias acudían a tomar el aperitivo y a cumplir con una tradición que se repite cada domingo: la compra e intercambio de cromos de fútbol. Allí iban Mikel Muñoz, enfermero de 36 años, y su hijo Oinatz, de 7. “El Gobierno lo ha estado haciendo tan mal en Sanidad y ahora prometen que va a cambiar... ¡Si hasta ahora no ha hecho nada!”, se quejaba Muñoz.
Dos niños cruzaban la acera junto al museo Guggenheim con camisetas del Athletic Club. Caía la tarde en Bilbao a las 18.30, hora y media antes del cierre de los centros de votación. En el colegio Cervantes, en una pancarta en euskera junto al acceso a las mesas electorales se leía “Publikoa da bidea” (Lo público es el camino).
Entre los electores de este centro bilbaíno se repetía la misma preocupación por las cuestiones sociales que en Vitoria. “Estaba entre dos partidos. Lo he decidido abriendo la propaganda y viendo lo que proponían”, aseguraba María Vitoria, psicóloga de 28 años. El CIS calculó que el porcentaje de votantes indecisos llegaba hasta el 30% antes de la cita en las urnas.
Un autobús se detenía cerca del colegio Cervantes, de donde descendía un grupo de veinteañeros. Como Eneko Besa en Vitoria, estos chicos habían pasado el día en el monte. “¿Vamos a tomar algo?”, exclamaba uno de ellos. “¡Primero vamos a ir a votar!”, respondía otra joven a pocos minutos de que cerraran los colegios.