El Pais (Nacional) (ABC)

Cómo vender 56 millones de libros para niños

David Walliams es el primer autor de literatura infantil en dar el pregón de Sant Jordi. “Quería escribir algo que se pareciera a la infancia real”, cuenta

- JORGE MORLA

Hay algo genuinamen­te británico en la forma en que habla David Walliams (Londres, 52 años). En la forma socarrona en la que se disculpa por el comportami­ento de algunos de sus paisanos: “He estado en Magaluf, sí: he visto esos pubs que parecían salidos de Benny Hill o de Coronation Street… perdón por todo ello”. En la forma en que ríe tras rubricar sus frases con una afilada pulla: “Aunque, en realidad, esperaba que Madrid se pareciera más a Magaluf”. Autor de obras como La abuela gánster, Perrobot, Pequeños monstruos o Abuelasaur­io, Walliams es el gran fenómeno de la literatura infantil de nuestro tiempo. Mañana se convertirá en el primer autor de literatura infantil en pronunciar el pregón de Sant Jordi en Barcelona.

Todo comenzó en 2008, cuando Walliams, por entonces famoso guionista y actor (había coescrito y coprotagon­izado tres temporadas de la serie Little Britain), escribió su primera novela infantil. “Tuve una idea”, resume en la sede de Penguin Random House (la editorial que le publica) en Madrid. “Me pregunté: ¿Qué pasaría si un niño fuera a la escuela vestido como una chica? Era algo mucho más chocante entonces, hablar de los diferentes, celebrar esas diferencia­s”. Habla de su primer éxito, El chico del vestido. Walliams venía de escribir sketches de dos minutos para hacer reír, pero se dio cuenta entonces de que “en los libros podías plasmar una vida emocional, algo más personal”. “Me encantó escribirlo. Honestamen­te, no pensé que fuera a escribir más”. Acertó de pleno: lleva 41 libros a sus espaldas, traducidos a 55 idiomas y de los que se han vendido más de 56 millones de ejemplares por todo el mundo.

Marketing y engrasada maquinaria comercial aparte, no se puede negar algo genuinamen­te atrevido de sus libros: tratan temas duros en un formato accesible para todos los públicos. “Empiezo pensando en la historia de los personajes, no en el tema de fondo. Pero siento que, si al final no hay un tema, la historia no merecerá ser escrita”. Cita La abuela gánster. “Tiene mucha guasa, pero al final habla de la pérdida. ¿La gente leería un libro sobre la muerte de una abuela? Quizá no, pero hay que encontrar el equilibrio entre tensión y diversión para que lo haga”.

En todos esos libros hay ilustracio­nes. Pequeñas, sencillas, concisas. Aunque sus últimas obras están ilustradas por Tony Ross, en las primeras los dibujos corrieron a cargo de Quentin Blake, cuya obra es indisociab­le de la de Roald Dahl. No es la única razón por la que Walliams ha recibido el sobrenombr­e de “el nuevo Dahl”. Ventas millonaria­s aparte, en sus obras se percibe una misma defensa combativa de la colorida cordura del mundo infantil en contraposi­ción a la gris esquizofre­nia que rodea el mundo de los adultos. “Esa comparació­n es muy bonita para mí. Probableme­nte, para él, menos [ríe]”. “Es el genio, el primero, el rey del storytelli­ng. Es una gran influencia, sí, pero no podría compararme con él. Cada vez que lo leo pienso que mis libros son peores”.

“Siempre creo que lo mejor es nadar en la dirección contraria. Cuando hicimos Little Britain, lo que triunfaba era The Office, de Ricky Gervais. Recuerdo pensar: si alguien ya ha hecho esto de forma brillante, ¿qué sentido tiene copiarlo? Hay que hacer algo totalmente distinto”, explica. “Harry Potter, por ejemplo, es algo que yo admiro muy profundame­nte, no tenía sentido emularlo”, cuenta. “Una de las cosas [de Harry Potter] que triunfaron era que los niños se sentían empoderado­s porque podían usar magia. Yo quería escribir algo donde los niños no tuvieran poder. Donde los profesores, los adultos, tuvieran poder sobre ellos. Que creo que se parece más a la infancia real”. Otra de las cosas que le diferencia de Harry Potter, y lo empata con Dahl, es que huye de las secuelas. “Pienso en Harry Potter, en su éxito arrollador, y cómo hizo que se pensara tanto en series de libros. Dahl escribía siempre un libro nuevo”, señala. “Nadie sabe qué quiere leer a continuaci­ón, pero los niños sí saben qué no quieren leer: una pobre imitación de Harry Potter. Dicho lo cual, es mucho más exitoso que yo”, dice, y ríe de nuevo.

Diálogos y televisión

¿Cuál es la diferencia fundamenta­l entre escribir para la televisión y hacer literatura infantil? “Mucho de lo que haces en televisión son diálogos. Me sentía seguro escribiénd­olos. Pero generalmen­te los guiones allí son muy sencillos: Interior. Noche. ¿Has visto los guiones de [Quentin] Tarantino? Yo leí uno y son alucinante­s, llenos de detalles y novelados. Pero son la excepción, porque lo cierto es que los guiones son simples”, reflexiona. “Cuando escribes en un libro, necesitas transmitir sensacione­s con la prosa, exprimir mucho más tu imaginació­n. Las escenas de acción deben ser muy vívidas. Me encanta cómo escribe acción Ian Fleming [creador de James Bond]. Frases simples: ‘Bang. Cayó muerto”. Otra diferencia es que la televisión es colaborati­va: “Aquí estás solo. ¡En televisión si algo sale mal siempre puedes echarle la culpa a otro!”.

Jurado recurrente del programa de variedades Britain’s Got Talent, ha visto mucho talento desfilar ante él. ¿Cómo cree que la literatura infantil puede fomentar el talento y la creativida­d de los más pequeños? “La literatura te introduce en un mundo de creativida­d mental que no logran las películas, que son actividade­s pasivas. Cuando crecí, la televisión solo era una distracció­n y los videojuego­s apenas existían. Hoy es distinto: mi hijo puede jugar a Roblox o Minecraft”, cuenta. “De todos modos, cuando voy a un restaurant­e y veo a pequeños con pantallas me pone un poco triste. Claro que dejo a mi hijo jugar a videojuego­s y ver la tele, pero si un chaval no lee, se está perdiendo algo maravillos­o”.

Walliams se acerca al desayuno preparado por la editorial y ofrece magdalenas. “Las he horneado esta mañana”, bromea, antes de hacer una última reflexión: “Cuando empecé hace 15 años pensaba que los niños dejarían de leer, pero los libros físicos, siguen ahí. Y en parte es gracias a J. K. Rowling. Lo que hizo con Harry Potter… todos esos chicos haciendo colas a medianoche hasta que las librerías abrieran. Hoy, con los niños atornillad­os a las pantallas, los libros son más importante­s que nunca.

“Creía que los críos dejarían de leer. Y no, y en parte es gracias a J. K. Rowling”

“Cada vez que hojeo a Roald Dahl, pienso que mis novelas son peores”

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PABLO MONGE David Walliams, el viernes en Madrid.

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