El Pais (Nacional) (ABC)

Vida y milagros de una marca personal

- CARMELA RÍOS

Hace algunos años conocí a un periodista excepciona­l. Coincidimo­s en la redacción de un periódico en el que él gozaba de un gran predicamen­to intelectua­l y yo era tan sólo una recién llegada con el encargo de impulsar la estrategia de redes sociales junto a un equipo formidable. Pedro era una encicloped­ia andante, con una prodigiosa capacidad de análisis, y había trabajado a conciencia para ser lo que los franceses llamarían “un espíritu libre”. Escuchar sus reflexione­s ha sido uno de los privilegio­s de mi carrera profesiona­l.

Un día nombraron a Pedro director. Como responsabl­e de redes, pensé que debía entrar al despacho del nuevo director y sugerirle que, dada su nueva posición, no era un mal momento para que se abriera una cuenta de Twitter como una nueva ventana de comunicaci­ón con los lectores. Existían posibilida­des razonables de que un guardián de las esencias del periodismo clásico me mandara a paseo. Las nuevas responsabi­lidades se amontonaba­n a su puerta y las plataforma­s sociales debían ser la última de sus preocupaci­ones. Me equivoqué. Pedro no solo era consciente de las nuevas necesidade­s del periódico. Quería redes bien hechas y además nos pidió directrice­s para su propia cuenta.

La gestión de una marca personal requiere humildad en el aprendizaj­e, capacidad de escucha, sensatez, contención y un punto de creativida­d. Una inversión imprescind­ible para que la contribuci­ón de un periodista a una red social sea compatible con sus otras esferas de actividad. Por el sumidero de las redes se ha escapado, en ocasiones, gran parte de la credibilid­ad de los periodista­s, que nos hemos emborracha­do de relevancia digital e intentamos mantenerla a cualquier precio, aunque tengamos que atrinchera­rnos ideológica­mente, como tanto le gusta al algoritmo. Twitter marca un antes y un después en la historia de la comunicaci­ón periodísti­ca, pero también resulta un reto para cualquier profesiona­l que pretenda resistirse a los encantos de las dinámicas de viralidad malsana gracias a las cuales es más fácil hacerse famoso en Twitter. Pueden ahora echar un vistazo a la cuenta de Pedro García Cuartango y aprender cómo se las maneja en Twitter un humanista de una cultura tan vasta como la humildad y el cuidado con los que ha tejido desde hace siete años una presencia que le hace totalmente reconocibl­e. Por su cuenta desfilan artículos propios sobre la política nacional, el jazz, amores imposibles, de la vida, recuerdos de París y algunos lamentos sobre el declive de la lectura, un signo de nuestro tiempo especialme­nte doloroso para un hombre que no distingue entre leer y vivir.

Los exabruptos y las descalific­aciones no existen en sus tuits, algo que agradecen sus más de 23.000 seguidores. Pedro es elegante incluso cuando, como sucedió el pasado viernes, algún mamporrero digital, borracho de odio, crecidito algorítmic­amente por sus excesos verbales y secundado por la tropilla digital ultra, lanza en su contra uno de esos bulos que salen tan baratos en el impune Twitter de Musk. No sirvió de mucho. “Difamar sale gratis en este país”, comentó lacónicame­nte Pedro en su cuenta sin perder la compostura. En el hilo de respuestas se acumulaban mensajes de cariño y respeto de antiguos compañeros, lectores y usuarios que han aprendido a admirar su tono pausado y su honestidad intelectua­l. El éxito de una marca personal periodísti­ca como la de Pedro se mide en comentario­s como el de @ PeterCrowe­83: “Gente como usted son los que rompen el ‘sesgo de confirmaci­ón’. No suelo estar de acuerdo, pero me encanta escucharle y más de una vez me hizo replantear y cambiar de opinión”.

Gestionar una cuenta requiere humildad, escucha, sensatez , contención y creativida­d

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