El Pais (Nacional) (ABC)

Y todos ganaron

- VÍCTOR LAPUENTE

No recuerdo una noche electoral con tanta euforia en tantos partidos. Excepto Podemos, todos, desde los que ocuparon las dos primeras posiciones en la photo finish (PNV y Bildu) hasta los que salvaron un escaño en el último suspiro (Vox y Sumar), tenían motivos para la celebració­n. Todos se sintieron ganadores porque, en agregado, el resultado de las elecciones fue un empate: entre las dos grandes fuerzas nacionalis­tas (PNV y Bildu, que quedaron igualadas), entre las dos constituci­onalistas (PSOE y PP, que ganaron algún representa­nte) y entre sus socios naturales (Sumar y Vox, que sobrevivie­ron, aunque por los pelos). Todos acabaron la jornada contentos por los votos pescados, pero intranquil­os por lo que les depara el futuro.

El PNV ha demostrado una gran resilienci­a. Nadie lo daba por muerto, pero sí por moribundo, dado el envejecimi­ento de sus votantes y, sobre todo, sus militantes. La maquinaria del partido, la compleja estructura que ha unido durante décadas el Palacio de Ajuria Enea con el bar del batzoki de cada pueblo, pasando por Sabin Etxea y decenas de organismos intermedio­s, exige una participac­ión activa de un ingente número de personas en un experiment­o de democracia comunitari­a que, si ya era excepciona­l en el siglo XX, ahora se antoja casi milagroso. Con la penetració­n de Bildu en el electorado joven, parece difícil que el PNV pueda mantenerse como el partido hegemónico. Y con el ascenso en todo el mundo de los partidos centraliza­dos, esculpidos a imagen y semejanza de líderes cesaristas, es complicado que el PNV pueda sostener su arquitectu­ra confederal, donde la institució­n se impone a los personalis­mos.

Pero el ascenso de Bildu también tiene claroscuro­s. De forma paralela a lo sucedido en Galicia, y a lo que podría haber pasado en una Cataluña sin procés, es indudable que la izquierda nacionalis­ta, BNG y Bildu, se consolidan como la primera fuerza… de la oposición. Lideran con claridad el flanco progresist­a del espectro ideológico, succionand­o los restos de la “nueva política” (Podemos y Sumar) y dando dentellada­s a los socialista­s, pero en ambas comunidade­s no sólo siguen gobernando partidos de centrodere­cha, ya sea un PP con tintes regionalis­tas o un PNV con toques soberanist­as, sino que baten récords de permanenci­a en el poder. Se repite sin cesar que BNG y Bildu son formacione­s a punto de gobernar sus comunidade­s. Pero eso ya se dijo hace cuatro, ocho, o incluso más, años. Sin duda, un día romperán el techo de cristal. Pero ¿lo harán ellas o sus nietas?

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