El Pais (Nacional) (ABC)

Los países de la Unión Europea apenas sanearon sus cuentas públicas en 2023

Los déficits de Italia y Francia se disparan muy por encima del 3% del PIB, mientras la deuda apenas retrocede en la eurozona en un marco de falta de vigor económico

- MANUEL V. GÓMEZ

La realidad empieza a demostrar que va a ser muy difícil cuadrar el círculo de sanear las cuentas públicas y reducir deuda en los países de la UE al tiempo que se invierte para no perder el tren de las transicion­es medioambie­ntal y digital, además de aumentar la partida de Seguridad y Defensa. El déficit público el año pasado, tanto en la zona euro como en el conjunto de la UE, apenas se movió: un 3,6% y un 3,5% del PIB, respectiva­mente. Son cifras casi iguales a las de 2022, con alguna décima arriba o abajo. Y la caída de la deuda, por su parte, ha perdido bastante fuerza. En 2023 en el área monetaria se quedó en una cantidad equivalent­e al 88,6% del PIB, dos puntos menos que a finales del ejercicio anterior, según los datos de Eurostat. Es decir, el ritmo de ajuste se recortó justo a la mitad del registrado los 12 meses anteriores.

Europa está estancada: no acaba de caer en la recesión, pero tampoco arranca. En 2023, su economía no mostró vigor alguno y cuando eso ocurre, reducir el déficit y la deuda pública se convierte en una tarea muy complicada. Alemania, por ejemplo, la gran economía de la UE, donde el halcón partidario del rigor fiscal Christian Lindner es ministro de Finanzas, no pudo reducir el agujero en sus cuentas públicas ni una décima: unos números rojos del 2,5% del PIB en 2022, y lo mismo en 2023. Su economía varada le dificulta mucho el objetivo.

Por el contrario, España es el país grande de la Unión Europea donde más crece la economía, y eso facilita mucho el trabajo del Ministerio de Hacienda: aumenta la recaudació­n y, además, crece el denominado­r de la ecuación sobre el que se calculan el déficit y la deuda. Por tanto, el resultado de la operación es más favorable: el déficit español bajó al 3,66% del PIB el año pasado y la deuda se redujo al 107,7%. En solo 12 meses, el pasivo total cayó en cuatro puntos respecto al año anterior y en 13 respecto a 2020, cuando la crisis desencaden­ada por la pandemia lo llevó a máximos.

La mejora no evitará que la Comisión Europea abra un expediente a España —y a varios países más— por superar el 3% de déficit público, pero ayuda bastante a uno de los propósitos que forma parte de los objetivos de Madrid: alejarse de otros países en peor situación fiscal, principalm­ente Italia y Francia. El primero cerró el ejercicio pasado con un déficit del 7,4% del PIB y una deuda del 137,7%. El segundo lo hizo con un 5,5% y un 110,6% del PIB, respectiva­mente.

El país que, desde luego, sí que se ha alejado mucho de ese pelotón de países señalados como los malos alumnos fiscales de la UE (también estarían Grecia y Bélgica en ese grupo) es Portugal.

El Gobierno saliente de António Costa dejó unas cuentas públicas muy mejoradas respecto a lo que se encontró al llegar y, sobre todo, en una senda de saneamient­o muy consolidad­a: de 2020 a 2023 la deuda pública ha pasado del 135% del PIB al 99,1%. Y el año pasado el presupuest­o público portugués registró más ingresos que gastos, un 1,2%.

Otros tres países, Irlanda (1,7%), Chipre (3,1%) y Dinamarca (3,1%), también presentaro­n superávit presupuest­ario el año pasado. Los otros 23 tuvieron déficit, con Italia, Hungría (-6,7%) y Rumania (-6,6%) encabezand­o los mayores desajustes. Desde el punto de vista de la deuda, Grecia (161,9% del PIB) se mantuvo por delante de Italia y Francia. Por el contrario, Estonia (19,6%), Bulgaria (23,1%) y Luxemburgo (25,7%) fueron los que se mostraron en mejor posición.

En total, 10 socios comunitari­os sobrepasar­on el año pasado el 3% del déficit, las barreras que fijan las reglas fiscales europeas (aunque se suspendier­on en 2020 por la pandemia y esa flexibilid­ad se extendió hasta 2023). En cuando a la norma de deuda, 13 países acabaron el año pasado con el pasivo por encima del 60% de su PIB. España y otros cuatro Estados miembros (Italia, Francia, Bélgica y Hungría) incumplier­on ambas premisas a la vez.

Nuevas reglas

La imagen estadístic­a divulgada ayer por Eurostat es la que servirá de punto de partida para las nuevas reglas fiscales de los Veintisiet­e, que finalmente se votan el martes en el Parlamento Europeo y culminan así su última gran etapa significat­iva. Todavía faltarán pasos formales en el Consejo de la UE, pero lo más probable es que antes de acabar abril ya estén aprobadas y comience el camino para el diseño de las nuevas sendas de ajuste que tendrán que seguir los países que superen una cantidad equivalent­e al 60% del PIB en deuda pública y un 3% de déficit, las reglas básicas que recogen los tratados comunitari­os.

El objetivo que persiguen las nuevas normas, en teoría, es reducir el gran volumen de deuda pública que han acumulado bastantes Estados miembros después de tres crisis sistémicas muy seguidas (la financiera de 2008, la provocada por la pandemia y el shock de inflación provocado por la invasión rusa de Ucrania) dejando espacio para las inversione­s que exigen los objetivos de descarboni­zación o el refuerzo de la Defensa, por ejemplo. Y todo ello sin dejar de lado que el continente envejece y eso tiene un coste en el presupuest­o público (mayor gasto en pensiones, sin ir más lejos) y lastra la productivi­dad.

Esa inversión será necesaria si se quiere desencalla­r la economía europea, pero las cifras que se manejan son tan ingentes —una inyección de 800.000 millones de euros al año entre el sector público y el privado— que el reto se antoja muy parecido al imposible de soplar y sorber al mismo tiempo. Para tratar de compatibil­izarlo, han surgido propuestas como la integració­n del mercado único planteada por el informe de Enrico Letta o la creación de herramient­as comunes de inversión, como se espera que proponga el informe que la Comisión ha encargado al expresiden­te del BCE, Mario Draghi.

El crecimient­o de España permitió que su pasivo total cayera cuatro puntos

António Costa dejó en Portugal una senda de mejora muy consolidad­a

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