El Pais (Nacional) (ABC)

¿De qué trata tu libro?

- ENRIQUE VILA-MATAS

En tiempos inciertos, inseguros, al 23 de abril no le faltan nunca paseantes indecisos. Entre ellos, los que buscan un libro y para saber cuál podrían comprar examinan los rostros de los que están firmando (mejor si en ese momento no firman nada, pues están más desprotegi­dos) y prueban a ver si la intuición les dice que están a un paso del libro de su vida. De su vida, o de algo parecido, bastaría con que tuviera alguna relación con su vida hoy de paseantes dubitativo­s buscando un libro en el Día del Libro.

De ahí que en ocasiones se produzca esa escena en la que el inseguro paseante, tras darle un repaso al aspecto físico y moral de quien firma —como si eso fuera suficiente para llegar a una buena deducción—, termine por acercarse y formular la pregunta que se oye bastante en toda feria que se precie: “¿De qué trata tu libro?”. Lo más recomendab­le en estos casos es responder con amabilidad y elogiar el lógico interés de cualquier lector por saber qué le quieren endosar.

Yo sé que, en muchas de esas ocasiones, el indeciso paseante ignora lo mucho que le ha costado al autor cuadrar su compleja novela, el tormento que han llegado a causarle las palabras, las horribles horas de sufrimient­o, de indecisión y de dramática insegurida­d que hay detrás de la dura construcci­ón de su novela. Eso explicaría que a veces la pregunta “de qué trata el libro” altere tanto a quien lo firma y que no es otro que aquel que, mientras lo escribía, llegó a preguntars­e tantas cosas y algunas de ellas quedaron sin respuesta o no resueltas del todo, lo que ha dejado una insegurida­d un tanto abismal al autor.

¿De qué trata tu libro? Recuerdo lo que respondier­a Juan Benet a Eduardo Mendoza en el bar del Plaza de Nueva York cuando Mendoza le preguntó qué estaba escribiend­o: “Llevo 200 páginas de una novela y aún no sé de qué trata”.

De qué trata tu libro, preguntan. Y la respuesta que más utilizo es “de lo que está escrito en él”. Una vez, respondí recurriend­o a Simenon y a la trama que decía que no podía fallar: “Trata de una persona que ve amenazada la posición que tantos años le costó alcanzar y es capaz de absolutame­nte todo para conservarl­a”.

Conozco escritores paranoicos que cuando les hacen la pregunta, piensan que les están hablando de si era necesario escribir ese libro. Basta ver el susto en sus rostros para comprender que los preguntado­s delatan estar probableme­nte adscritos a lo que el añorado Sergio Chejfec llamó “la virtual Internacio­nal de seres inseguros”. En otros tiempos, tal vez esto sucedía menos. Pero ahora hay más personas indecisas que nunca, buscándose a sí mismas. El año pasado, una joven a todas luces irresoluta (no estoy seguro, pero la imagino socia de “la virtual Internacio­nal de seres inseguros” de Chejfec), me dijo de pronto, mientras seguía tanteando si le convenía mi libro: “Yo antes era indecisa, ahora ya no sé lo que soy”.

Conozco escritores que si les hacen la pregunta piensan que les están hablando de si era necesario escribirlo

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