Alice Snape y el poder transgresor del tatuaje
La escritora inglesa reflexiona en un libro sobre la evolución del sector: “Recuerdo entrar en mi primer estudio y sentir al instante que no era bienvenida”
Si la Alice Snape del presente, de 40 años, pudiese volver atrás en el tiempo para advertir a la Alice Snape de 21 de que no se hiciera ese primer tatuaje en la espalda, lo haría. Era una pequeña hada que adornaba su hombro derecho y que, después de unos meses y de bajar unos kilos, quedó irreconocible. Pero de lo que más se arrepiente es de su tamaño: era ridículamente pequeño, un desperdicio para ese gran lienzo que es la espalda. “Siempre aconsejo a la gente que nunca se haga su primer tatuaje como un pequeño detalle en la espalda porque es una de las mejores partes de tu cuerpo para tener algo grande”, confirma la escritora, editora y comisaria independiente por videollamada desde su casa en Londres. Ahora esa parte de su cuerpo la cubre un dibujo enorme, una especie de mujer mariposa que ha ido evolucionando a lo largo de los años, como ella y como la industria del tatuaje.
Snape considera que hacerse un tatuaje es un acto transgresor. Que marcar la piel difumina las fronteras que separan dualidades como autonomía corporal y sumisión, ritual y arte, femenino y masculino, coleccionismo y obsesión, la piel y la tinta. Así lo defiende en la introducción de Tatuaje: Una nueva generación de artistas (Phaidon), un libro que recoge la obra de 75 tatuadores de todo el mundo que están redefiniendo el sector. “Cuando comencé a tatuarme, hace 20 años, era una industria controlada por hombres y era muy difícil para una mujer hacerse hueco en ese espacio, como tatuadora y como coleccionista [se refiere así a las personas que tienen tatuajes en su cuerpo]. Recuerdo entrar en mi primer estudio de tatuajes y sentir al instante que no era bienvenida”, relata.
La apertura dentro del sector ha coincidido con la aparición de las redes sociales, algo que ella no considera casual. “Los debates sobre consentimiento, sexismo y racismo ¿habrían cobrado tanta relevancia sin una plataforma capaz de transcender fronteras?”, se pregunta en las páginas del libro. Gracias a esas redes, cuenta, los artistas pueden compartir sus diseños con todo el mundo y los coleccionistas pueden encontrar exactamente lo que buscan entre todo ese amplísimo catálogo que se les ofrece. “También ha habido más conversaciones sobre la autonomía corporal y el consentimiento”, explica.
A Snape se le ilumina el rostro cuando se le solicita que destaque alguno de los 75 artistas que figuran en el libro. “¿Cuántos quieres?”, pregunta. Podría hablar largo y tendido de cualquiera de ellos, pero elige tres. “Tanya Buxton es absolutamente increíble”, asegura sobre su paisana. “Crea un nivel de realismo que está fuera de este mundo. De hecho, crea tatuajes de pezones para mujeres que han pasado por cáncer de mama y personas trans que se han sometido a una cirugía superior, y son tan realistas que los eliminan periódicamente de Instagram”.
Igual de asombrosa le resulta Lacey Law, también inglesa. “Fue artista del grabado en madera antes de convertirse en tatuadora y eso se muestra en su trabajo. Ahora hay muchos tatuadores que no se dedican directamente a tatuar, primero tienen una educación en arte que lleva sus tatuajes a otro nivel. Ella solo usa tinta negra y trazos de una línea, sin sombreado, lo que hace que parezca un grabado en madera”. Por último, alude a la filipina Grace Palicas, sobrina nieta de la tatuadora de 106 años Apo Whang-Od Oggay, que apareció en la portada de abril de 2023 de la edición filipina de Vogue. “Si Grace no hubiera aprendido el oficio de Whang-Od, una de las pocas practicantes del batok —la técnica del tatuaje hecho a mano del pueblo kalinga—, se habría extinguido”.
Que todos los nombres que se le vienen a la cabeza cuando piensa en artistas del tatuaje sean de mujer demuestra que el cambio se ha producido en la industria. Snape aportó su granito de arena cuando hace una década fundó la revista Things & Ink, que tuvo edición impresa durante tres años y ahora se ha convertido en una comunidad en línea. “Me di cuenta de que las revistas de tatuajes que estaban en el mercado eran muy misóginas, a menudo tenían una mujer desnuda en la portada sin sentido. Pensé que hacía falta una publicación que representara no solo a las tatuadoras, sino a las coleccionistas, y con un enfoque artístico”, recuerda.
Ellas no son las únicas que sufrían dentro de esta industria hasta hace 10 años. “Antes de la última década, muchos negros entraban a un estudio de tatuajes y les decían: ‘No podemos tatuarte porque no se va a ver’. Ahora hay mucha educación alrededor de esto. No puedes simplemente rechazar a alguien, tienes que aprender”, afirma. “Era una industria misógina y racista en la que ahora hay sitio para todos”, celebra Snape.
Tiene tantos tatuajes que no sabe cuántos son. “Creo que a medida que te tatúas más se convierten todos en uno”, justifica. Uno de los últimos son unas flores que cubren su pecho, de hombro a hombro, que luce orgullosa frente a la cámara. Fue su autorregalo de cumpleaños. “Había estado postergando hacérmelo, tal vez debido a estereotipos anticuados o porque lo sentía como un área demasiado íntima. El punto de inflexión fue a los 40, sentí que era el momento”.