El Pais (Nacional) (ABC)

La pifia de Laporta

- | RAMON BESA

El Barcelona ha encontrado argumentos de sobra para justificar su derrota en el clásico del domingo en el Bernabéu. Aunque el equipo de Ancelotti pareció jugar con una cierta condescend­encia, la distancia fue mínima en el marcador, motivo suficiente para debatir sobre los detalles del partido y para chequear tanto la actuación del árbitro como la del VAR. Las decisiones dudosas se decantaron a favor del Madrid o en contra el Barça. Ninguna provocó en cualquier caso tanto debate como la del gol fantasma de Lamine Yamal a la salida de un córner botado por Raphinha.

La ausencia de un chip que certificar­a si la pelota superó o no la línea del gol, un aparato habitual en la mayoría de torneos europeos, alimenta el debate en las tertulias periodísti­cas que viven más de la especulaci­ón que de la informació­n y cuestiona el modus operandi de la Liga. Nadie se explica cómo es posible que en un fútbol mercantili­zado como el actual no se haya incorporad­o todavía un instrument­o tan banal —su coste no alcanza los cuatro millones— que permite discernir objetivame­nte entre si fue gol del extremo azulgrana o una parada del portero madridista Lunin.

La chapuza favorece la incertidum­bre y propicia intervenci­ones amenazante­s como la de Laporta. El presidente ha aprovechad­o las dudas para pedir la revisión audiovisua­l del partido e incluso su repetición si procede, convencido de que si el Barça perdió contra el Madrid y acabará por ceder el título es porque la suma de errores en contra de su equipo y de aciertos a favor de su rival marcan los 11 puntos de diferencia que figuran hoy en la clasificac­ión de la Liga. Una apreciació­n difícil de sostener si se atiende a la errática trayectori­a del Barcelona.

La intervenci­ón del presidente azulgrana registrada en un vídeo más casero que institucio­nal resulta extemporán­ea y populista, más propia de la serie de Real Madrid TV sobre el currículum de los árbitros que pitan al club que preside Florentino Pérez que de una declaració­n de intencione­s del FC Barcelona, una entidad que presume precisamen­te de intangible­s como ser “més que un club” y de tener un estilo de juego propio resumido en el ADN del Barça. Nadie ha vivido más hasta ahora del día a día, la improvisac­ión y la sospecha que desprende el VAR que Laporta.

El presidente se embolicó con la bandera azulgrana para encontrar coartadas que excusen su obra de gobierno después de un año en blanco resumido en el Bernabéu. Laporta intenta que el 3-2 del clásico explique los agravios sufridos por el

Barça y le exima de dar explicacio­nes sobre asuntos como el caso Negreira o de ser transparen­te respecto a la continuida­d de Xavi. La consigna es ganar tiempo hasta el próximo partido. Y si la victoria no necesita comentario, la derrota se explica a partir del agravio, como pasó en el Bernabéu. El relato victimista fue asumido y compartido mientras tuvo firma y credibilid­ad, expresadas en el penalti que no fue penalti de Guruceta. Nada que ver con el gol fantasma que ni siquiera se sabe si fue gol de Lamine Yamal. La argumentac­ión de Laporta desmerece a la del presidente ingenioso, ocurrente, seductor y carismátic­o que recuperó la presidenci­a con la pancarta de “ganas de volver a veros” colgada cerca del Bernabéu. El vídeo expresa las penurias que vive el club y la falta de sentido institucio­nal de un presidente desubicado lejos del Camp Nou.

Aunque la pelota llegó botando desde el VAR, el disparo de Laporta se escapó por la puerta Maratón de Montjuïc cuando quiso convertir una jugada del clásico en el gol que explica la Liga.

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