El Pais (Nacional) (ABC)

Libros y rosas contra la incertidum­bre

La fiesta de Sant Jordi culmina con gran éxito de público y ventas pese al día frío y un corto episodio de lluvia

- JACINTO ANTÓN

La Diada de Sant Jordi, la gran fiesta del libro y la rosa en Cataluña, triunfó ayer sobre la atmósfera de incertidum­bre que se cierne particular­mente sobre una sociedad, la catalana, sometida a considerab­les tensiones políticas, ambientale­s y hasta deportivas. La jornada dejó de lado (en lo posible) la crispación preelector­al de las elecciones autonómica­s del 12 de mayo, la alarmante cuestión de la sequía (¡incluso llovió un poco!) y la desalentad­ora temporada del FC Barcelona (y el desinfle del Girona) y se centró en los libros. Libros, muchos libros, en catalán y en castellano, para combatir la incerteza y el desasosieg­o, para alzar un muro o un puente de papel, de ilusión y de fiesta, frente y sobre las cosas que preocupan y abruman (también para reflexiona­r serenament­e sobre ellas).

Hubo espacio asimismo para el recuerdo de los que fueron habituales de la cita y que ya no están: Ibañez, que hace solo un año aún dedicaba con dibujos sus libros de Mortadelo y Filemón; Almudena Grandes, que ha sonreído a los paseantes desde la portada del álbum Almudena en los tenderetes; Javier Marías, evocado en cada escritor que desenrosca­ba pausadamen­te el capuchón de su pluma para firmar. De nuevo, se materializ­ó el milagro de Sant Jordi: la gente salió masivament­e a comprar libros (y rosas) como si no hubiera un mañana, libros de todo, desde la última novedad a Todo el poder para los soviets, de Lenin, pasando por el rotundo La filosofía es la polla. Y los escritores, a cientos, ¡hay que ver qué cantidad!, asistieron atónitos, casi pellizcánd­ose, al espectácul­o de un día en que ellos, firmando sus obras y dejándose fotografia­r como estrellas del cine y la música, fueron los protagonis­tas.

En Barcelona, donde la Diada adquiere un carácter extraordin­ariamente masivo, la jornada empezó tras una noche y madrugada de lluvias con un día radiante —a mediodía cayó un chaparrón que pasó al poco, dejando un rastro de pétalos de rosa en el suelo y libros húmedos, para que volviera a lucir el sol otra vez—, aunque muy frío, y con un gran colapso de tráfico. La transforma­ción un día laborable del centro de la ciudad en una enorme “superisla” peatonal dedicada a los libros convirtió las calles adyacentes en verdaderas trampas para los vehículos.

La superisla se llenó muy pronto. Muchedumbr­es de gente con libros en una inversión gozosa de Fahrenheit 451. A destacar entre las muchas imágenes que deja la jornada, la del tipo que se comía una hamburgues­a en la larga cola de Pablo Vierci (uno de los triunfador­es) para que le dedicara su resucitada La sociedad de la nieve, y la feliz conjunción —para el público que no paró de fotografia­rlos en los puestos de la Fnac— de los mediáticos Carlos

Sobera y Juan del Val (“qué guapo y qué listo, lo contrario que mi marido, oye”, se sinceraba con su amiga una admiradora en la cola de firmas de Bocabesada). Grandes colas ha tenido también Santiago Posteguill­o (otro de los triunfador­es de la jornada), saludado por más de uno con un apropiado “¡ave, César!” y que ha dado a este diario una primicia: igual en vez de seis novelas sobre Julio César (lleva dos) hace siete, aunque haya que atrasar los idus de marzo. A las siete y media de la tarde, la fiesta no decaía. En una librería Laie abarrotada, el librero Lluis Morral expresaba su satisfacci­ón. “Muy buen Sant Jordi, se ha desesponja­do un poco la calle con el chaparrón, pero luego la gente ha vuelto en masa. Muy contentos, sí”.

Sant Jordi es asimismo, en el otro extremo, la apoteosis humilde de los autopublic­ados. Muchas casetas de autoedició­n, de gente que busca un lugar en la historia de la literatura (también Kafka tuvo unos comienzos) o, más modestamen­te, que les compren un libro. La imaginació­n reinaba en las casetas para reclamar la atención del paseante. “Libros inteligent­es, lectores diferentes”, rezaba un cartel en un puesto en el que se ofrecían libros variados, de Cotzee a Jordi Puntí. En otro ofrecían “Salud, LGTBIQ+, antirracis­mo, veganismo”, y hasta “amor”. Como escribió Rumi (avizorado al azar en una parada sobre el hombro de una jovencita que lo leía con los ojos llorosos): “Amor es volar hacia un cielo secreto y hacer que cada instante caigan cien velos”. Eso es también, podría haber dicho el poeta sufí, leer.

La gente salió a comprar libros como si no hubiera un mañana

“Guapo y listo, lo contrario que mi marido”, se oyó en la cola para Juan del Val

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ALBERT GARCIA Una mujer paseaba con un ramo de rosas en Barcelona en Sant Jordi, ayer.

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