El perro y la jauría
La carta de Sánchez ha dejado des concertadísimo a todo el mundo (a mí desde luego). Resulta complicado pensar en precedentes de algo así. Nos pone a todos a hacer cábalas y a pensar en la suerte del presidente y, tamciudadana”.
bién, del país. Supone un movimiento difícil de asimilar. Si se trata de una dimisión, resulta extraño prepararla con un anuncio lleno de incertidumbre. Y, si no piensa dimitir, ¿para qué este drama? Con esta carta, parece imposible que el lunes anuncie que todo seguirá como siempre. ¿Hay alguna interpretación razonable de lo sucedido?
Supongamos que es un toque de atención, no a las derechas, que pensarán que están a punto de lograr su objetivo y van a redoblar la presión en el corto plazo, sino a la ciudadanía. Algo así como “en estas condiciones es imposible gobernar, háganse cargo, piensen en mí y en mi familia”. Desde este punto de vista, la carta vendría a ser una especie de “moción de confianza
En lugar de solicitar al Parlamento que renueve su confianza en el presidente, estaría pidiéndole a la ciudadanía que le dé una oportunidad para defenderse frente a la campaña inmisericorde de deslegitimación que padece desde que llegó a la presidencia en 2018. Quizá quiera cargarse de razones para argumentar que está siendo víctima de un episodio de lawfare.
Aunque la espera se va a hacer larga, pronto saldremos de dudas. Lo que me interesa destacar es que una carta como la que hemos conocido solo resulta concebible en un sistema político tóxico. Hace un par de décadas, en las páginas de este periódico, se habló de selección adversa, de cómo las estructuras y reglas de los partidos creaban
incentivos para que los malos políticos ganaran posiciones. En el actual contexto de crispación, el problema de la selección adversa tiene otras características: solo sobreviven en política aquellos que aguantan la presión insoportable del debate público. Si tuviera que apostar, diría que se va a retirar. Si lo hace, es probable que la coalición se deshaga, que vayamos a elecciones y arrasen las derechas, envalentonadas por haberse cobrado su pieza más preciada. Solo nos queda esperar que, en estos días de calma, Sánchez relea su Manual de resistencia.