El Pais (Nacional) (ABC)

Un cuadro perdido de Klimt se subasta por 30 millones

El nuevo propietari­o de ‘Retrato de la señorita Lieser’, extraviado durante casi un siglo, es un comprador de Hong Kong

- DAVID GRANDA

El lienzo Retrato de la señorita Lieser (1917) se subastó ayer por 30 millones de euros en la casa vienesa im Kinsky, superando con creces la pieza más cara en una subasta austriaca hasta la fecha, El eterno dilema de la humanidad: la elección entre la virtud y el vicio, del barroco Frans Francken el Joven, despachada en 2010 por siete millones. En junio, la pintura Dama con abanico, el último retrato que pintó Klimt antes de su muerte en 1918, se vendió por 99,2 millones de euros en Sotheby’s (Londres) y se convirtió en la obra más cara subastada en Europa. Del nuevo propietari­o de Retrato de la señorita Lieser se sabe que es de Hong Kong y que estaba representa­do en la sala por la firma Patti Wong & Associates, que presta sus servicios a coleccioni­stas de arte.

Al millonario valor artístico y mercantil del cuadro de Klimt se le suma el del misterio y el drama. La pintura, que se conserva intacta, surgió de las sombras en enero. Hasta entonces los expertos solo sabían de su existencia por una fotografía en blanco y negro del archivo de una exposición en la Neue Galerie de Viena en 1925, donde no se exhibió. Se desconoce qué ocurrió con la obra entre esa fecha y la década de los sesenta. No hay pruebas de que fuera incautada o robada por los nazis tras la anexión de Austria al Tercer Reich, pero su posible propietari­a, Henriette Lilly Lieser, fue deportada y asesinada en el gueto de Riga en 1942 (otras fuentes registran que fue gaseada en Auschwitz en 1943). Lieser era una mecenas de las vanguardia­s, una intelectua­l judía que amadrinó a los compositor­es Arnold Schönberg y Alban Berg en su revolución dodecafóni­ca y buena parte de las propiedade­s de la familia fueron rapiñadas.

El negativo de la fotografía se guardaba en un sobre sellado con la dirección de Lilly Lieser. La investigac­ión del diario local Der Standard apuntó a que durante la II Guerra Mundial el lienzo llegó a manos de Adolf Hagenauer, un oscuro tendero militante del Partido Nazi desde 1933, cuando ser nazi estaba aún prohibido en Austria, que pudo aprovechar­se del destino de Lieser.

A falta de documentos legales que compulsen los movimiento­s de esta obra, que una familia judía hubiera perdido un klimt durante la II Guerra Mundial impedía a los nuevos propietari­os hacerla pública. “Hay un vacío en esos años y el paradero de la obra es indemostra­ble”, afirmó tajante Ernst Ploil, cofundador de im Kinsky, horas antes de la puja.

Hace año y medio el propietari­o actual, miembro de la tercera generación de la familia que heredó el cuadro desde los sesenta, se presentó con la obra en la primera planta del Palais Kinsky, donde tiene su sede la casa de subastas vienesa, un palacio de 1719. La facturació­n de im Kinsky es modesta en comparació­n con las grandes firmas de Londres y Nueva York, pero su elección era algo más que una anécdota geográfica. El dueño del lienzo buscaba la pericia artística y jurídica en la gestión de los casos de arte saqueado durante la época nazi.

La venta parte de un acuerdo de restitució­n privado entre el actual propietari­o del cuadro y los herederos de los antiguos clientes de Klimt, es decir, Adolf Lieser o Lilly Lieser. “No hay pruebas de que la obra fuera saqueada, robada o confiscada ilegalment­e antes o durante la II Guerra Mundial”, insiste Ploil. “Pero teníamos que cubrir todas las posibilida­des”.

El acuerdo se redactó en previsión de la compra por parte de algún coleccioni­sta internacio­nal y conforme al espíritu de los Principios de Washington de 1998 sobre el arte confiscado por los nazis, lo que garantizó que la Oficina Federal de Monumentos del país expidiera un permiso de exportació­n.

Klimt no pudo terminar el retrato, que quedó sin firmar. Murió de un derrame cerebral con 55 años y el cuadro fue entregado a la familia Lieser. Hacía décadas que el mercado del arte en Europa Central no mostraba un cuadro comparable en rareza y valor artístico. La subasta partía de una estimación inicial que oscilaba entre los 30 y los 50 millones de euros. Las expectativ­as superaron al resultado, más aún si se compara con la pintura más cara de Klimt (su venta privada superó los 180 millones de dólares en 2013, unos 168 millones de euros), Serpientes de agua II, robada por los nazis a la empresaria judía Jenny Steiner. El cineasta nazi Gustav Ucicky, hijo ilegítimo de Klimt, la tuvo colgada en el comedor de su casa durante años.

La estimación antes de la puja apuntaba que podía llegar a los 50 millones

El artista murió antes de terminar la obra y esta quedó sin firmar

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L. FOEGER (REUTERS) Un momento previo a la subasta de ayer en Viena.

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