El Pais (Nacional) (ABC)

Las lecciones de Eco y Fenoglio

- ANDREA RIZZI

El jueves se celebraron los aniversari­os de la liberación de Italia del nazi-fascismo y de la Revolución de los Claveles en Portugal. El mismo día, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, publicó una sorpresiva carta anunciando que pondera si continuar o no al frente del Ejecutivo, denunciand­o “una coalición de intereses derechista­s y ultraderec­histas que no toleran la realidad de España, no aceptan el veredicto de las urnas” y señalando la “máquina del fango”, un concepto de Umberto Eco. Precisamen­te un 25 de abril, de 1995, Eco pronunció un célebre discurso, El fascismo eterno. En una semana como esta, y en medio de un considerab­le auge de fuerzas de ultraderec­ha en Europa, merece la pena fijar la mirada sobre algunas lecciones antifascis­tas.

En su discurso, Eco dijo multitud de cosas merecedora­s de interés. Entre ellas, una alerta acerca de cómo, caído el régimen, cambiada la historia, pueden seguir vivas “maneras de pensar y sentir, una nebulosa de instintos oscuros y de pulsiones insondable­s” que estaban detrás de ese régimen. Eco señaló algunas de esas pulsiones universale­s de las que el fascismo fue catalizado­r pionero: culto a la tradición, rechazo al modernismo, considerar el disenso como una traición, miedo a la diferencia, apelación a las clases medias frustradas, obsesión con los complots, machismo. ¿Les suenan?

Hay reverberac­iones. A la vez, importante­s diferencia­s. Las fuerzas ultraderec­histas contemporá­neas no tienen nada que ver con el fascismo mussolinia­no por cuanto no recurren a la violencia, no impugnan directamen­te la democracia, no son imperialis­tas. Hay además diferencia­s consistent­es entre ellas mismas. Pero al margen del debate sobre la etiqueta no se puede obviar que en ellas se detecta parte de la nebulosa de instintos oscuros de la que habló Eco, con el riesgo que representa­n para la calidad democrátic­a. Hay que estar en alerta. ¿Cómo afrontar ese peligro? Algunas pistas interesant­es para diseñar una estrategia de resistenci­a pueden encontrars­e en la vida y la obra de Beppe Fenoglio, el gran escritor del antifascis­mo italiano. Fenoglio combatió como partisano antifascis­ta, y su narrativa se centra en la resistenci­a y en la vida campesina. Calvino escribió lo siguiente a propósito de la novela breve Un asunto privado: “Fue el más solitario de todos quien logró escribir la novela que todos habíamos soñado, cuando ya nadie se lo esperaba, Beppe Fenoglio (…) El libro que nuestra generación quería hacer, ahora existe”.

¿Y cómo era esa resistenci­a antifascis­ta? Transversa­l. En las páginas de Fenoglio se ve bien esa coagulació­n complicada de izquierdis­tas, democristi­anos y liberales que luchan contra un mismo enemigo. Hay fricciones entre ellos. Pero las aparcan. El propio Eco, en su discurso, evoca su recuerdo de niño de “partisanos con distintos pañuelos”. “La liberación fue un emprendimi­ento común de gente de distinto color”, escribe. La amplitud del rechazo es fundamenta­l. Porque la alternativ­a es una bipolarida­d que no aísla la nebulosa.

El escenario de hoy es completame­nte distinto al de entonces, y sin embargo sigue siendo deseable una amplia unidad frente a las ultraderec­has, impedir que erosionen la democracia, que contaminen el debate público. A quienes se asocian con ellas, la historia les juzgará. Cargan con una responsabi­lidad gravísima. Pero desde el ámbito progresist­a hay que entender que, si realmente se cree que estamos ante una amenaza seria —y lo estamos— toca estar dispuestos a hacer concesione­s. En cada sistema político debería alimentars­e un debate sobre cómo frenar a la ultraderec­ha, contemplar pactos de Estado y otros mecanismos. En Portugal van por el buen camino en cuanto a altura de espíritu político. En otros países, no. Desgraciad­amente, parece haberse llegado a una bipolarida­d insuperabl­e, en la cual, en uno de los bandos, se incuba la nebulosa de instintos de Eco. Hay que resistir ante los abusos que de ella proceden. También reflexiona­r en si se contribuyó a esa bipolarida­d, si hay una manera de superarla.

Sigue siendo deseable una amplia unidad frente a las ultraderec­has, impedir que erosionen la democracia y el debate

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