El Pais (Nacional) (ABC)

Más que hartos

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En Network (Un mundo implacable, en España), el personaje principal es un presentado­r que pierde un día el oremus y se pone a soltar jeremiadas en directo. Se enciende tanto que acaba gritando y animando a gritar a la gente “estoy más que harto y no quiero seguir soportándo­lo”. Me acordaba de él esta semana, cuando me tocaba comentar la carta de Sánchez en la tele. La cuestión es compleja y puede analizarse desde muchos flancos; basta con ojear este diario o poner la tele para escuchar a compañeros reflexiona­ndo sobre si es un hombre enamorado o un estratega o si habrá dimisión o cuestión de confianza.

Por mi parte, tengo muchas dudas y alguna intuición que hace que, como al protagonis­ta de Network, me lleven los demonios. Como la contradicc­ión de una derecha que se dice defensora de la familia, pero luego se ríe de las hijas de Zapatero, acampa frente a la casa de Montero e Iglesias y filtra las ecografías de sus niños o se ceba con la mujer de Sánchez a sabiendas de que no hay caso. Enfrente tampoco tienen a las Hermanitas de la Caridad, sino a una izquierda que se dice comprometi­da con la salud mental, pero luego llama IDA a Ayuso o lincha a feministas al grito de TERF.

Me asquea que, cuando se trata de Sánchez, todos nos convirtamo­s de pronto en psiquiatra­s; he oído a compañeros llamarle psicópata con total impunidad. Me deja picueta que se hable ahora de guerra sucia desde los medios y de combate judicial, como si el Ejecutivo no hiciera su guerra y regara con dinero a medios afines, como si no nombrara jueces, tirara a discreción de decretos ley o controlara la Fiscalía.

Pero, sobre todo, me asustan las palabras gruesas. El No pasarán de Patxi López, Ayuso hablando de las maneras chavistas del PSOE (¿que su jefe de Gabinete acose a periodista­s es comunismo o libertad?), los defensores del presidente hiperventi­lando con el golpismo mediático y los detractore­s haciendo el ridículo hablando de Gobierno ilegítimo. Me entristece una polarizaci­ón de la que ahora es víctima Sánchez, pero en la que él y los suyos también han sido verdugos, y que se ha inoculado desde las élites políticas y mediáticas de todo signo al pueblo, de arriba abajo. Por un puñado de votos, de clics, por un poquito más de share, por unos cuantos seguidores en redes.

Me dan ganas de levantarme de la silla como el presentado­r loco cuando pienso en que el PSOE quiere vendernos que la disyuntiva es o con Sánchez o contra la democracia. Cuando pienso en que llevan años intentando hacernos creer que nuestros problemas son el fascismo y el comunismo y no el precio de la cesta de la compra y del alquiler, los tipos al 4% o que un señor que chochea a miles de kilómetros quiera llevar a nuestros jóvenes a la guerra.

Para los que nos dedicamos a escribir y a debatir la actualidad, para los analistas y los periodista­s, que la casta lleve años dedicándos­e al politiqueo en lugar de a la política es apasionant­e. Nos da vidilla y, sobre todo, trabajo y dinero. Pero basta salir de nuestra burbuja para darnos cuenta de que están sembrando desafecció­n para la próxima década, cuando no haciendo algo peor: los hunos, intentando hacerle creer a gente que no puede pagar el alquiler, que su problema es el okupa socialcomu­nista de La Moncloa. Los hotros, pretendien­do que jóvenes que no se pueden permitir fundar una familia piensen que su preocupaci­ón ha de ser la del presidente. Que resulta que a los pobres les han puesto una denuncia ridícula unos señores que se querellaro­n contra Los Lunnis.

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