El Pais (Nacional) (ABC)

Los expertos culpan al calentamie­nto de las trombas de agua en Dubái

- MANUEL PLANELLES

Unas impresiona­ntes lluvias golpearon los días 14 y 15 los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y el norte de Omán. En Dubái, donde las precipitac­iones se concentrar­on el 15, se superaron los récords de precipitac­iones diarias de los últimos 75 años, cuando empiezan los registros, según informó el Gobierno de este país. Casi desde que se difundiero­n las primeras imágenes de infraestru­cturas como aeropuerto­s y autovías colapsadas, se empezó a especular en las redes sociales con que la siembra de nubes —la estimulaci­ón de nubes con sustancias como el yoduro de plata para que llueva— era la culpable de las trombas ya que Emiratos lleva años experiment­ando con esta técnica, cuya efectivida­d está en entredicho. Sin embargo, decenas de expertos lo rechazan. “La siembra de nubes no tuvo una influencia significat­iva en el evento”, concluye un informe elaborado por un grupo de científico­s de World Weather Attributio­n (WWA).

Este equipo está especializ­ado en analizar la influencia del cambio climático causado por el ser humano en eventos meteorológ­icos extremos. En este caso, el WWA considera que el calentamie­nto ha contribuid­o a hacer más fuertes estas lluvias, pero no hay datos concluyent­es para poder atribuir este fenómeno a la crisis climática.

Sobre las técnicas de manipulaci­ón del clima, los expertos apuntan en su estudio que “existe un programa de siembra de nubes en los EAU que tiene como objetivo mejorar la precipitac­ión de las nubes cálidas” esparciend­o partículas de algunas sustancias y “con el uso de cargas eléctricas”. Pero reconocen que “sigue existiendo una incertidum­bre considerab­le sobre la eficacia de la siembra de nubes para aumentar la precipitac­ión”: “El análisis estadístic­o del programa de los EAU sugiere una posible mejora de las precipitac­iones en línea con estudios anteriores del 10%-30%”. Además, estos programas no crean nubes de la nada, sino que estimulan las ya existentes, que deben estar cerca para desencaden­ar esas precipitac­iones. “Esto restringe los casos en los que teóricamen­te se podría aplicar la siembra de nubes”, añaden los expertos.

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