El Museo de San Isidoro de León triplica su espacio expositivo
Ocho años de obras y tres millones de euros dan lustre a esta joya del románico europeo
Un cambio completo, desde la puerta de entrada hasta la traca final, con las restauradas pinturas murales del Panteón de los Reyes, de la primera mitad del siglo XII. Al arquitecto Juan Pablo Rodríguez Frade le cuesta definir su trabajo en “la obra con más enjundia” de su trayectoria. ¿Por encima de lo que hizo en el Museo Arqueológico Nacional? Asiente. “Han sido ocho años de trabajos”. Ahora, el Museo de San Isidoro de León casi triplica su espacio expositivo, de 1.200 metros cuadrados a 3.200. Todo el recinto es accesible para personas con discapacidad. Queda enterrado el antiguo museo, de mediados del siglo XX.
El renovado espacio está integrado en la Colegiata de San Isidoro, tesoro del románico europeo, y atesora una colección de unas 500 piezas, “de las que se exponen dos terceras partes, sobre todo medievales”, dijo la directora del museo, Raquel Jaén, en la visita guiada con la prensa, el jueves.
“Además, hemos tenido sorpresas durante la obra”, apunta Rodríguez Frade, “como la nueva puerta, que tenía un arco cegado, pero cuando la encontramos vimos que debía ser la entrada”. Esta reforma integral ha sido dirigida por la Fundación Montemadrid, que la ha financiado con dos millones de euros, junto con el Cabildo de la Real Colegiata de San Isidoro, que ha aportado un millón. Rodríguez Frade destaca que lo más complicado ha sido “dar con un lenguaje contemporáneo en el interior que dialogue bien con el edificio medieval”.
El recorrido por este monumento, inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial desde 1993, empieza ahora en la sala del Tesoro Real, con piezas como el arca del relicario de san Isidoro, de 1063, en plata dorada y seda, entre otros materiales. “El arca se llama así porque en ella vinieron a León las reliquias del santo, que había sido obispo de Sevilla”, explica el abad de la colegiata, Luis García.
Entre las joyas del museo, su pequeña biblioteca renacentista alberga 155 códices y 350 incunables, con una Biblia visigótico-mozárabe del 960, una de las cinco completas de este periodo que hay en el mundo. Con sus 514 folios de pergamino y su centenar de miniaturas historiadas, fue realizada por mozárabes llegados de Al-Ándalus. Un giro de talones y se entra en la Cámara de doña Sancha, hogar de las restauradas pinturas murales del XVI .
A continuación, en la sala de la Torre, una de las piezas más conocidas de San Isidoro, el cáliz de doña Urraca, en el que algunos expertos han querido ver el Santo Grial. Lo que refulge es una pieza con dos cuencos de ágata, posiblemente romanos, reconvertidos en una obra de orfebrería en 1063.
Por otro lado, el pendón de san Isidoro (segundo cuarto del siglo XIV), fuera de la exposición desde hace casi 20 años por su tamaño, ha obligado a una vitrina especial, ya que se muestra extendido en su base. Con sus 2,80 metros de largo, el origen legendario de este estandarte en tafetán carmesí está en “la aparición de san Isidoro en el sitio de Baeza, en 1147, para ayudar a los cristianos contra los musulmanes”, cuenta el abad. La visita continúa bajando la escalera renacentista, a la que tampoco se podía acceder antes en la visita.
Y al final, el Panteón de los Reyes, que en el viejo museo se veía al entrar. Ahora es el colofón. Sus frescos, de mediados del XII, restaurados hace poco más de un año por la Junta, es lo que más renombre da a San Isidoro. En sus seis bóvedas parecen envolver el cementerio real que hay a sus pies, con sarcófagos que albergan los restos de 11 reyes, 12 reinas, 10 infantes y nueve nobles leoneses. Pero ¡aquí no hay tantos sarcófagos! El abad responde: “Los franceses, abrieron los sepulcros buscando oro y joyas, lo mezclaron todo, lo tiraron... y después ya no se pudo saber qué restos eran de quien”. Si levantásemos la tapa de uno, lo que veríamos son cajitas de madera que contienen lo que queda de aquella realeza.
Rodríguez Frade, al frente de la reforma, ya hizo lo propio en el Arqueológico
Pueden verse joyas como el cáliz de doña Urraca y el pendón de san Isidoro