“Subir al escenario solo es equiparable a enamorarse”
Músico “Un pogo en un concierto es un ritual muy bonito: da igual género, edad, altura... la gente baila unida”
Miguel García, Dandy Piranha (Mérida, 35 años), espera en un bar de Madrid. Mirada encendida, sonrisa acogedora y un incendio de rizos caracterizan a este músico franco y pasional, frontman de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, la banda embajadora de la kinkidelia, esa combinación extraordinaria de rock, psicodelia y rollo quinqui andaluz. Un grupo que acaba alcanzar el número uno de discos vendidos.
Pregunta. El rock por encima de la música urbana y el reguetón.
Respuesta. Hay esperanza. Todo esto que nos venden de que lo que pasa en el mundo digital es tan importante es mentira. Lo que pasa en internet no es tan importante. La gente quiere seguir comprándose su vinilo y verte en directo.
P. ¿Las guitarras no son para viejos? R. Para nada. Nosotros tampoco somos una banda de rock ni estamos en ese cliché. Tampoco sentimos superioridad moral por el reguetón ni por ningún otro estilo. Un chaval de un barrio de Colombia haciendo reguetón y expresando lo que siente me parece tan válido como cualquier disco de King Gizzard & the Lizard Wizard.
P. Entonces, nada de que se les vea como la típica banda de rock.
R. A nosotros lo que nos mola es que la gente vuele como con King Gizzard o Ty Segall. Somos mucho de la nueva ola de psicodelia que hay. Nos sentimos partícipes de ella a nivel mundial. Está cambiando el paradigma del machirulo del rock and roll.
P. Ya no se ven tantas bandas en los escenarios.
R. Bueno, yo discrepo. Hay muchas bandas, pero tienen menos repercusión. Hay muchas con un talentazo brutal. Los Estanques son una pasada de banda. En Portugal, ahora mismo hay una escena de psicodelia que se te va la olla.
P. Pero también hay más chavales haciendo música solos en sus casas con sus ordenadores.
R. Sí, eso es verdad. Tampoco pasa nada. Está guay porque así las bandas regresan al lugar que no debieron nunca salir: al garaje con cucarachas. Ahí está la verdad.
P. ¿Algún referente como frontman?
R. Mi educación musical fue con las grandes estrellas de los setenta. Me fijé mucho en Jim Morrison y Robert Plant. Y me flipa Marc Bolan. Gente que, además de cantar muy bien, jugaba a la provocación inteligente. Nada de mierdas. Decían: “Ahora te vas a poner cachondo conmigo, luego vas a sentir agresividad contra el sistema, ahora sentirás amor”.
P. ¿Alguno más actual?
R. Rodrigo Cuevas, un tipo de esos que sale una vez en un siglo. Le he visto y he llorado. Hace actuaciones espectaculares y sensibles. Es un genio y me mata.
P. ¿Qué siente en un escenario?
R. La primera vez que me subí a uno supe que me tenía que dedicar a esto. Todo lo demás no me valía ya. Es indescriptible. Es una sensación solo equiparable a enamorarse.
P. ¿Qué le pasa por la cabeza con los pogos que se forman en sus conciertos?
R. Un pogo es un ritual muy bonito y de unidad de la gente. Filosóficamente es algo muy importante. Da igual género, edad, altura… la gente está unida. Si uno se tropieza, hay cinco manos agarrándolo y subiéndolo. Es mucho menos agresivo de lo que parece desde fuera.
P. Hubo una época que se puso de moda tocar en el escenario casi mirando al suelo, al contrario que usted.
R. Como propuesta artística lo respeto. J, de Los Planetas, es un maravilloso frontman. A su manera. El nota va a que la gente escuche sus letras, su voz nasal maravillosa. Lo respeto al máximo. Evidentemente, mi estilo es otro. A mí me mola la leña.
P. Si la palabra kinkidelia tuviese que entrar en el diccionario de la RAE, ¿cuál sería su definición?
R. Kinkidelia es cuando sales de un concierto, un chaval viene a pedirte un mechero y, cuando se da cuenta de que eres tú, se pone a llorar. Le das un abrazo porque es un chaval de barrio como lo eres tú.