Nunca sobra el sexo si lo narra una lesbiana
Reducir a Sara Torres a ser una autora de nicho sobre erotismo sáfico es una lectura pobre y miope. La segunda novela de la asturiana la afianza como la nueva papisa del deseo femenino
Nunca son demasiadas escenas de sexo si las escribe una lesbiana”. Lo que se reivindica con más carga política que erótica en cierto momento de La seducción es una de las respuestas a la cuestión sobre qué esconde el fenómeno Sara Torres. Se podría decir que parte de la fascinación que despierta esta poeta y escritora radica en los múltiples encuentros sexuales imaginarios que describe con precisión en su segunda novela. Pero reducir a esta doctorada por la Universidad Queen Mary de Londres con la tesis El texto lesbiano: Fantasía, fetiche y devenires ‘queer’ a ser una autora de nicho que escribe mucho sexo sáfico es una lectura pobre y miope frente a las múltiples capas que la han entronado como la nueva papisa del deseo femenino. Tras el fenómeno editorial que fue Lo que hay, que ya va por su novena edición y fue premio de los libreros independientes a autora revelación en 2022, detrás de su último artefacto narrativo hay más que analizar.
La seducción trata sobre el deseo entre dos mujeres, una fotógrafa de 32 años y una escritora de 50, mientras pasan unos días juntas en la casa de la segunda en la costa de Altafulla (Tarragona). Tras un flirteo tímido pero prometedor por correos electrónicos y privados de Instagram, las mujeres iniciarán una descompasada relación de acercamiento. La más joven, ansiosa por consumir el cuerpo de la otra, febril por materializar sus fantasías, se verá “como una maníaca que todo lo retuerce y lo sospecha”. La madura, que observa sin tocar, paciente para que sea su futura amante la que “muestre su voluntad y pida”, se tomará las cosas con calma y apostará por una seducción que no implique el juego de poder habitual.
En este ensayo disfrazado de novela, Torres usa la carrera teatral de la seducción entre estos dos personajes para reivindicar el derecho a crear mitos propios en las mujeres, para establecer un nuevo marco mental de su fantasía y deseo. Un “tercer espacio”, como ella define, que rechaza la lógica patriarcal en nuestros afectos, la que nos ha hecho creer que el intercambio amoroso debe ser rentable, productivo y extractivista. En este manifiesto, a veces lo hace de forma explícita, como cuando cita los Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes; las teorías de la seducción de Luciano Lutereau, o el Elogio del riesgo, de Anne Dufourmantelle. Otras, su teoría se despliega de forma libre, como la lógica del número tres y la posibilidad del triángulo que aplica al personaje de Greta —la tercera en discordia— y que bebe del Eros dulce y amargo, de Anne Carson. Todo se enmarca en una escritura refinada, contundente pero tranquila, repleta de aforismos emocionales que piden ser subrayados y funcionan como sentencias.
No solo del libro bebe su fenómeno. La primera regla para entender a la comunidad saratorresista —como se autodefinen sus seguidoras, mayoritariamente lesbianas, heteropesimistas hastiadas de la mirada masculina y personas queer— es que autora y obra son indisolubles. La semiótica de La seducción no funcionaría igual sin Sara Torres vendiéndola y viceversa. A la escritora no solo se la sigue y se la lee por lo que escribe. Eso son solo migajas para quienes ansían el plato completo. Sus devotas lo mismo hacen cola por su firma en
Sant Jordi (Torres igualó a Eduardo Mendoza) que, como un ejército de bots, cuelgan en sus muros los extractos de su novela. Son las que colapsan sus presentaciones para embelesarse con ese discurso suyo tan hipnótico. Las que comparten compulsivamente memes con lemas como “acabas de ser seducida por Sara Torres” o “you have been saratorressed” (algo así como “acabas de ser saratorresizada”).
Las que han llevado su entrevista en el podcast Ciberlocutorio a la lista de lo más escuchado de Spotify y siguen su consultorio en eldiario. Un cargo que la ha convertido, como bien etiquetó Nerea Pérez de las Heras en S Moda, en la “Elena Francis moderna, buena y queer”.
Es más causal que casual que este cuelgue colectivo ocurra con una mujer inteligente, heredera de la derecha de clase alta asturiana. Torres escribe sobre encuentros furtivos en hoteles sin angustiarse por su cuenta corriente e incluye en sus tramas la posibilidad de comprarse una casa a espaldas de una pareja para allanar una ruptura sin imaginar que aquello, para muchas, se enmarca en la pura ciencia ficción. Ningún relaciones públicas lo dirá en voz alta, pero es bien sabido que nada vende mejor en España que una privilegiada con voz pausada y pelo de rica diciéndonos cómo vivir la vida. La escritora italiana Veronica Raimo contó en este diario que ahora muchos escritores burgueses disimulan su origen y exageran su precariedad para venderse mejor. No es el caso de Sara Torres. Lo interesante de su fenómeno es que ella no se esconde. Es honesta desde su posición, reivindica lo aprendido desde donde ha nacido y no jugará a ser lo que no es para ganarse nuestra aprobación. Otra capa más para entender los múltiples entramados de su juego en La seducción.
Este ensayo disfrazado de novela reivindica el derecho a crear mitos propios en las mujeres, un nuevo marco mental de deseo