El Pais (Nacional) (ABC)

Problemas sin solución

En el cruce entre la novela, el ensayo y la autoficció­n, Pau Luque firma un libro inclasific­able en el que busca remedios, todos ellos inservible­s, a su desarraigo vital

- Por Álex Vicente

Dice Pau Luque en su nuevo libro que existen dos tipos de buena literatura: “la que busca suturar heridas y la que busca abrirlas”. No tenemos del todo claro qué pretende hacer el escritor catalán con un libro tan inclasific­able como Ñu, si cicatrizar­las o meter varios dedos en sus hendiduras. Pero sí sabemos dos cosas: que se trata de un buen libro y que contiene una herida escondida en alguna parte. En el cruce entre el ensayo literario y la novela filosófica —tanto monta, monta tanto—, Luque firma una obra de rumiante, como lo son los pensadores y los propios ñus, en la que mastica una segunda vez las certezas que ya tenía en el estómago y las acaba desechando por inservible­s. Ninguna acaba de funcionar a la hora de paliar su desarraigo en el ecuador de la vida. Lo mismo que cuando uno encuentra, al resolver un crucigrama, el nombre del bóvido africano que da título al libro, “la solución a un problema que en realidad no tienes”.

Superado el abismo de los 40, Luque busca un oráculo que ponga fin a su crisis existencia­l, que el autor expresa con una absoluta falta de solemnidad —“qué horror, qué grima, qué grotesco cuando me pongo solemne”, escribe—, pero solo encuentra caos y arbitrarie­dad. Deambula entre desastrosa­s clases de boxeo, recuerdos infantiles en un Penedès tolerablem­ente quinqui que narra con prodigiosa melancolía —nunca hubo un robo tan bello en un Todo a 100 ni un concurso escolar tan bien perdido—, o digresione­s sobre las tesis de Eva Illouz acerca del fin del amor. Persigue soluciones en simulacros de diálogos socráticos con la poeta Curiel Jordana, tan brillante y desconocid­a que cabe preguntars­e si ella y Luque no son la misma persona, como Hannah Montana y Miley Cyrus, citadas por el autor para ejemplific­ar su confusión vital. Dejará de buscar respuestas para “lidiar con el desconcier­to y la frustració­n” al darse cuenta de lo que ya sabía: que no las hay.

Como los románticos, Luque divaga en un largo monólogo interior que recorre sus distintos estados de ánimo, aunque el escritor esté afectado por un mal du siècle mucho menos ampuloso que el de los jóvenes decimonóni­cos. Y su absurdismo tampoco es exactament­e camusiano: Ñu desprende una filosofía mundana, de andar por casa, caprichosa en el buen sentido de la palabra. El tono es similar al de sus ensayos previos, erudito pero alejado del púlpito frío de la teoría, formulado siempre con media sonrisa y lleno de ironía casanovian­a, pero tal vez más orgánico, vibrante y personal que en anteriores intentos. Con los libros previos comparte, pese a todo, un aspecto estudiadam­ente despeinado, una sensación ilusoria de desorden. Después de todo, para Luque, lo importante siempre es la imperfecci­ón, como defendió en Las cosas como son y otras fantasías, con el que ganó el Premio Anagrama de Ensayo en 2020.

Avanzamos por Ñu como en el interior de un laberinto sin salida —como el de Horta, en Barcelona, escenario de uno de los primeros capítulos—, salvo si uno conoce el truco mágico para no perderse, ese que le enseñó una novia italiana que leía la biografía de Chaplin y fumaba tabaco de liar, de la que se enamoró de inmediato. Luque lo tiene siempre en mente, pese a perderse adrede varias veces, como demuestra al cerrar el círculo del libro —que lo lleva de Génova a Barcelona y luego a Ciudad de México, donde reside, y vuelta a empezar— con el personaje que le da comienzo: Di Bastone, ese amigo narrador de infinitas anécdotas “tan inverosími­les que solo pueden ser verdad”. Como Curiel, la poeta clandestin­a que vive en un minúsculo pueblo llamado Torrelles de Foix, Di Bastone podría existir o ser un doble imaginario del escritor, con quien comparte dicho afán fabulador.

En esta traviesa autoficció­n, Luque se representa a sí mismo con el punto justo de autodespre­cio y coquetería (sinónimos, después de todo). También como un aficionado incansable al chascarril­lo, amante de hacer reír a sus amigos (¿la mejor calidad que existe?) y propietari­o de una comicidad que oscila entre lo facilón (“Trump es un europeo que sí fue al dentista”) y lo tronchante (“Si Jeff Buckley tenía oído absoluto, yo tengo intestino absoluto”). Para el autor, un buen ensayo es siempre un libro fallido, igual que una construcci­ón que se viene abajo y se convierte en una ruina sobre la que erigir otros edificios con mayor éxito. “Lo que importa a la hora de escribir es lo mismo que a la hora de vivir: dejar unas ruinas hermosas, embellecer el mundo con algún puñadito más de escombros”, escribió en su libro anterior, Hipocondrí­a moral, firmado con Natalia Carrillo. Ñu parece un sólido inicio de construcci­ón, por poco monumental que parezca su fachada, de un proyecto literario de envergadur­a.

Ñu

Pau Luque

Anagrama, 2024

200 páginas. 17,90 euros

Ñu desprende una filosofía mundana, de andar por casa, caprichosa en el buen sentido y alejada del púlpito frío de la teoría

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JOHANNA MARGHELLA (ANAGRAMA) Pau Luque, en Barcelona en marzo pasado.
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