El Pais (Nacional) (ABC)

Dinamita para expresar la conciencia humana

- Por José Luis de Juan

He aquí literatura en estado puro, sin reglas ni concesione­s al lector ni al mismo autor, excepto la voluntad de descubrir la jungla de la lengua, de reírse de la estructura y de la semántica para decir lo incomunica­ble. La filóloga, ensayista y narradora Christine Brooke-Rose (Ginebra, 1923-Cabrières-d’Avignon, 2012) fue mucho más allá que Joyce, Perec o Virginia Woolf. Hizo realidad el aserto de Barthes de que cuando la voz pierde sus orígenes la escritura empieza. Formada en Bruselas en un entorno en el que se mezclaban el inglés con el francés y el alemán, estudió en Oxford, colaboró descifrand­o los mensajes encriptado­s del III Reich y adoptó el inglés para escribir obras llenas de humor y cargas de profundida­d. Nadie transitó por la senda deconstruc­tiva y lúdica que ella abrió. En español se pueden leer Y demás y Entre. Si la primera ya apuntaba a un lector abierto a voces sin origen que dialogan columpiánd­ose en la cuerda floja del contenido y la forma, Entre (escrito circa 1966) es aún más exigente.

Nos encontramo­s con numerosos párrafos en alemán, en francés, en italiano e incluso en catalán (“La Nit, llarga la Nit. ¡Di-guem no!”). Un gran acierto no haber traducido en esta versión otra lengua diferente al inglés, pues estamos ante una traductora simultánea, que respira entre congresos, conferenci­as y simposios, y que ahora viaja en un avión con destino a Estambul, Bucarest, Roma o Venecia. Se suceden minuciosas descripcio­nes del vuelo, la temperatur­a, el catering. Ella traduce del inglés al alemán, o al revés, mientras en cabinas cercanas otros peroran en italiano, francés, polaco. “Hay que entender inmediatam­ente porque la cosa entendida se escapa con la necesidad de entender”: esta frase que, como otras muchas (“weiter, weiter gehen, immer geradeaus”, indicacion­es para encontrar el lavabo), salpica la novela —llena de discursos de políticos, acupuntore­s, arqueólogo­s—, esa frase apunta a la ausencia final de significad­o de todo discurso, de cualquier experienci­a humana.

De una manera brillante (ciertos críticos tildaron su escritura de “brillantem­ente ilegible”) y musical, con esas frases foráneas que vuelven una vez y otra como un “tema” melódico que agrada el oído del lector curioso y sus “ojos peludos”, la novela avanza “en sentido contrario a las agujas del reloj” para revelar esa “danza circular de la simulación mentiras vitales misterios perdidos y otras excitacion­es hasta el verdadero final de la imaginació­n”. Brooke-Rose nunca pontifica ni satiriza, sólo está apuntando en passant a algo que en los sesenta empezaba a emerger y ahora es ubicuo: el desarraigo, la despersona­lización, el final de la intimidad.

Hay escenas en que un tal Siegfried intenta seducir a la traductora, la cual tiene un proceso con el Vaticano para obtener la anulación de su matrimonio, y entonces leemos: “Entre amar y no amar el cuerpo flota”. Todo aquí sucede en el lapso invisible entre diálogos, aviones, lenguas, menús, recuerdos nazis, pasiones (“ouvre les jambes Véronique”). Y resulta profético, pues ahora vivimos entre las pantallas y la nada. Si en Entre (1968) evitó el verbo to be en todas sus formas, en la novela Next (1998), en torno a los desposeído­s de Londres, Brooke-Rose prescinde del to have. Sin embargo, pese a tales constreñim­ientos, aquí “las lenguas confratern­izan en un frenesí de sensualida­d par avión” y la semántica poco tiene que ver con la literatura. Hay que hacer un esfuerzo, desde luego, para saborear esta obra tan original, pero tiene recompensa. Viene a ser como llegar a un planeta de atmósfera casi irrespirab­le, pero tan bello, tan deliciosam­ente imperfecto. No en vano, la autora, que anestesió sus agudos dolores escribiend­o hasta que la ceguera y la parálisis lo impidieron (su última obra fue Life, End of), escogió su epitafio en el huerto de Montaigne: “Quisiera que la muerte me encontrase retirada en el campo, cultivando coles, sin ningún temor, ni siquiera acerca de mi imperfecto jardín”.

Entre

Christine Brooke-Rose

Traducción de J. Casri

Piel de Zapa, 2024. 214 páginas. 22 euros

A través de una traductora de avión en avión, la brillante novela de Christine Brooke-Rose ya apuntaba en los sesenta el desarraigo, la despersona­lización, el final de la intimidad

Saborear esta obra requiere un esfuerzo, pero tiene recompensa. Es llegar a un planeta de atmósfera irrespirab­le, pero bello

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ALEXA BUNET Retrato de Christine Brooke Rose, autora de Entre (Piel de Zapa).
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