El Pais (Nacional) (ABC)

Preposició­n de ley

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La preposició­n a atesora una gran capacidad de significar, pese a tratarse de una simple letra solitaria. Y además plantea dudas por la sutilidad que requiere en algunos de sus usos. Ya se sabe que el diablo vive feliz entre los pequeños detalles. ¿Es correcto el titular “Rusia pone a las elecciones europeas en el punto de mira”? Yo creo que no, que esa no es una preposició­n muy de ley, y vamos a ver por qué.

La necesidad de la a es obvia cuando se trata de complement­os directos de persona (“golpeó la pelota” frente a “golpeó a un transeúnte”). Pero abordaremo­s aquí unos problemas menos evidentes, en los cuales debemos decidir si presentamo­s el complement­o con valor de persona (aunque sea una cosa), o de cosa (aunque sea una persona). Es decir, cuando elegimos entre la “personific­ación” y la “reificació­n” (o “cosificaci­ón”).

La preposició­n a sirve por tanto para revestir al complement­o con un significad­o de ser humano, literal o figurado. Y su ausencia tiende a expresar que nos referimos a una cosa o a un concepto no personal.

No se refleja lo mismo con “el profesor dividió la clase” (estableció una separación física en el espacio que ocupa el aula) que con “el profesor dividió a la clase” (provocó distintas opiniones entre los alumnos; o los agrupó según sus calificaci­ones, por ejemplo).

Del mismo modo, la oración informativ­a “la policía vigiló su entorno” (por dónde se mueve el sospechoso, quizás para localizarl­o) difiere de “la policía vigiló a su entorno”, lo que ya concierne a más personas además del investigad­o principal. Ni es igual “cuidó el equipo” que “cuidó al equipo”. El mensaje emitido varía también si decimos “quiero a mi perro” (lo amo) o “quiero mi perro” (devuélvame­lo, señor agente). En el primer ejemplo personific­amos al bueno de Pancho, al que, por cierto, sólo le falta hablar.

Y así como en esos ejemplos evocamos una personalid­ad en concreto, en otros cosificamo­s a una persona.

El redactor que tituló “Latinoamér­ica recupera su voz”, con motivo de un documental sobre la cantante Mercedes Sosa, cosificó el complement­o sin pretenderl­o. Eso es lo que se habría escrito para afirmar, por ejemplo, que a Latinoamér­ica se la oye de nuevo en los foros internacio­nales: Latinoamér­ica recupera su voz en sentido figurado, como sinónimo de recuperar la capacidad de hacerse oír. Habría sido más acertado, pues, “Latinoamér­ica recupera a su voz”, lo que evoca la voz de una persona en concreto: recupera a su cantante, quien fue conocida precisamen­te como “la voz de América Latina”.

Así, en “Rusia pone a las elecciones europeas en el punto de mira” choca la presencia de esa a con la ausencia de personific­ación de “las elecciones”. En cambio, sí habría sido necesaria en “Rusia pone a los electores europeos en el punto de mira”.

Por supuesto, en otras oportunida­des la preposició­n a cumple un papel ajeno a todas estas considerac­iones. No es lo mismo “mirar las nubes” (considerad­as como objetos que se observan detenidame­nte) que “mirar a las nubes” (en dirección a ellas, y quizás sin fijarse mucho).

Quizás estas líneas disipen apenas unas dudas, no hay sitio para resolverla­s todas. La Gramática de las academias le dedica al asunto 18 páginas (2.630-2.648). Pero cualquier profesor de lengua se las convalidar­ía a toda su clase a cambio de unas cuantas lecturas de calidad; las que desarrolla­n la intuición, educan el oído y nos permiten deducir cómo funciona esta sutil preposició­n personal.

No se dice lo mismo con la oración “el profesor dividió la clase” que con la alternativ­a “el profesor dividió a la clase”

La sutileza es una de las muestras de la inteligenc­ia.

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