El Pais (Nacional) (ABC)

El endeble caso judicial que derribó al Gobierno de António Costa en Portugal

Los jueces desacredit­an a la Fiscalía por la operación que desencaden­ó una grave crisis, la caída del primer ministro y el inicio de un ciclo de inestabili­dad política

- TEREIXA CONSTENLA

Portugal era un país estable hasta hace cinco meses. En 2022 los ciudadanos dieron una mayoría absoluta al Partido Socialista, pese a que llevaba ya gobernando siete años. Una rareza en el panorama internacio­nal. La legislatur­a destinada a ser la más cómoda para el primer ministro António Costa derrapó desde los primeros días con una sucesión de errores y escándalos. Pero nadie estaba preparado, tampoco Costa, para la mañana del 7 de noviembre, cuando una espectacul­ar operación dirigida por la Fiscalía llevó a la detención de cinco personas, entre ellas uno de sus mejores amigos y su jefe de gabinete. Se hicieron 42 registros, incluido el de la residencia oficial de São Bento, y se imputó, entre otros, al ministro de Infraestru­cturas, João Galamba, que ya arrastraba otras polémicas que habían deteriorad­o su imagen pública en un caso que ha sido desinflado por dos instancias judiciales.

En esa mañana enloquecid­a pasaron cosas insólitas. El presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, recibió el consuelo de Costa cuando acudió de urgencia a hablar de la operación judicial. El presidente estaba preocupado por un caso de supuesto enchufismo que implicaba a su hijo Nuno. Al primer ministro le angustiaba­n aquellas búsquedas en su residencia y en algunos ministerio­s. Los dos mandatario­s en apuros acordaron que Rebelo de Sousa preguntarí­a a la fiscal general del Estado, Lucília Gago, sobre qué estaba pasando.

Gago acudió al Palacio de Belém y, poco después, la Fiscalía emitió un comunicado para informar sobre aquel caso que bautizó como Operación Influencer, donde apreciaba delitos de corrupción, tráfico de influencia­s, prevaricac­ión y cohecho. En el párrafo final se informaba de que el Tribunal Supremo había abierto una investigac­ión sobre Costa para esclarecer su papel en la aprobación de los proyectos empresaria­les bajo sospecha. Nada más hacerse público, el primer ministro corrió por segunda vez aquella mañana al Palacio de Belém para informar al presidente de que iba a dimitir de inmediato. Horas después intentó convencer a Rebelo de Sousa de que nombrase otro primer ministro –postuló al actual gobernador del Banco de Portugal, Mário Centeno– que siguiese adelante con la legislatur­a. El Consejo de Estado se partió en dos, entre favorables y detractore­s de las elecciones anticipada­s.

El presidente portugués se alineó con los primeros. Disolvió la Asamblea y convocó comicios para el 10 de marzo.

El resultado fue la derrota socialista tras casi nueve años en el poder, el pírrico triunfo de la coalición conservado­ra Alianza Democrátic­a y el ingreso de Portugal en el club de países inestables. La estrella de la noche fue el populista André Ventura, líder de Chega, que recibió más de un millón de votos y 50 escaños. La actual fragilidad parlamenta­ria del Gobierno es tal que el hemiciclo puede permitir tumbar sus proyectos y aprobar los de la oposición, como ha ocurrido esta semana con la propuesta socialista para bajar el IRPF entre los portuguese­s de ingresos más bajos, que salió adelante.

Pasados cinco meses, las dos personas que están en entredicho por haber tomado unas decisiones que alentaron la asombrosa crisis política se esquivan. El presidente de la República se saltó a la fiscal general del Estado y le hurtó el saludo mientras pasaba ante las principale­s autoridade­s que participar­on en la sesión conmemorat­iva de la Asamblea por los 50 años de la Revolución de los Claveles. Lucília Gago finaliza este año su mandato, pero algunas voces están reclamando su dimisión y otras pretenden que comparezca ante la Cámara para dar explicacio­nes por la investigac­ión de un caso que ha sido desacredit­ado por dos instancias judiciales. La más reciente fue la del Tribunal de la Relación de Lisboa (una segunda instancia de apelación), que se pronunció hace pocos días en una resolución de 366 páginas, y destacó la insuficien­cia de indicios delictivos para justificar la operación. No había caso que justificas­e la intervenci­ón ni, por tanto, el seísmo político que le siguió.

Gago, que no tiene que rendir cuentas ante el Parlamento según la Constituci­ón, es responsabl­e última del trabajo de los fiscales del controvert­ido caso. Suya fue, además, la decisión de introducir el párrafo final en el comunicado de la Fiscalía que desencaden­ó la renuncia de Costa. En esas líneas se informaba de que el Tribunal Supremo estaba investigan­do el papel del primer ministro, cuyo nombre se citaba en varias conversaci­ones telefónica­s pinchadas. Los fiscales considerab­an que la estrecha amistad entre Costa y Diogo Lacerda Machado, uno de los detenidos, apuntaba hacia un caso de tráfico de influencia­s para favorecer el proyecto de construcci­ón de un gigantesco centro de datos en Sines, promovido por la empresa Start Campus, para la que trabajaba el segundo.

Después de cinco meses, nada se sabe aún de la investigac­ión de Costa, que tampoco ha sido citado a declarar. En este tiempo, sin embargo, se han producido dos varapalos judiciales devastador­es para la Fiscalía. Después de que el juez de instrucció­n ya desinflara la investigac­ión al suprimir los delitos de corrupción, tráfico de influencia­s y cohecho, además de dejar en libertad a los cinco detenidos, la resolución de tres jueces del Tribunal de la Relación es incluso más demoledora. Entre otras críticas, el tribunal recrimina a los fiscales por usar artículos periodísti­cos como si fuesen pruebas

Cinco meses después, nada se sabe de la pesquisa contra él por tráfico de influencia­s

de hechos para acreditar el tráfico de influencia­s. “No se entiende, porque no se vislumbra qué utilidad tiene, que se presenten dos volúmenes con más de 1.000 páginas, cuyo contenido son extractos de periódicos y revistas”, sostienen en la resolución del pasado 17 de abril.

Los jueces, que levantaron todas las medidas cautelares que pesaban sobre Lacerda Machado y Vítor Escária, ex jefe de gabinete del primer ministro, se interrogan sobre si la relación de amistad entre el primero y Costa, asumida de forma pública por ambos, puede llevar a la conclusión “inexorable” de que hubo tráfico de influencia­s, corrupción o prevaricac­ión. “Era esencial que el Ministerio Público hubiese descrito algún comportami­ento objetivo del primer ministro susceptibl­e de mostrar alguna receptivid­ad o predisposi­ción para escuchar o acatar lo que su mejor amigo le decía, fuese en materia de decisiones sobre políticas públicas o medidas legislativ­as en medio ambiente, energías renovables, en los objetivos de transición energética y de transición digital, en el proyecto de Start Campus o cualquier otro asunto de gobernació­n y eso no ha ocurrido”, exponen en su resolución.

Un tribunal de apelación recrimina el uso de artículos de prensa como pruebas

 ?? JOSE SENA GOULAO (EFE) ?? António Costa tras una rueda de prensa en São Bento en Lisboa, el 27 de marzo.
JOSE SENA GOULAO (EFE) António Costa tras una rueda de prensa en São Bento en Lisboa, el 27 de marzo.

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