El Pais (Nacional) (ABC)

Sánchez ante Sánchez

Cualquiera que sea la decisión del presidente del Gobierno sobre su continuida­d, España necesita estabilida­d

-

Tras la adhesión de sus simpatizan­tes y su partido, el debate vuelve a las institucio­nes compartida­s

PEDRO SÁNCHEZ ha colocado la vida política española en una situación inédita. Tras la publicació­n de la carta abierta desde su cuenta de X, en una reacción de índole personal pero con indudable trascenden­cia política y un aire plebiscita­rio, y tras darse un plazo de cinco días para reflexiona­r sobre su futuro, está previsto que mañana anuncie si continúa o no como presidente del Gobierno. Con esta decisión de alto riesgo la cuestión que ha puesto sobre la mesa no es solo si se queda o se va. Mediante una técnica comunicati­va inusual en nuestro país —dirigirse directamen­te a la ciudadanía en un tono personal y en una nota sin sello oficial—, el presidente ha abierto un debate sobre las condicione­s en las que se hace política, sobre los límites de su acción cuando se crea artificial­mente un ambiente tenso, se utiliza un lenguaje bárbaro y las amenazas ocupan el lugar de su noble ejercicio.

La carta puede ser una señal de alerta sobre el funesto impacto de la pseudopren­sa en las democracia­s contemporá­neas en su empeño por instalar a la sociedad en una realidad paralela en la que hechos y verdad no penetren. La fiscalizac­ión del poder, de todos los poderes, nada tiene que ver con la difusión de bulos o con la insidia. Más bien la perjudica, porque el aluvión de mentiras se convierte en una pantalla tras la que el poder se oculta para no responder a las preguntas verdaderas. Se extiende además a una parte del poder judicial instrument­alizado políticame­nte y a unos partidos cuyos usos y costumbres sobrepasan todos los límites de lo que es aceptable para ejercer su función pública en una democracia liberal. Los ataques por todos esos frentes se han hecho tan rampantes y tóxicos que llegan a provocar la sensación de vivir en un estado de indefensió­n democrátic­a en un sector importante de la ciudadanía. Parte de ese malestar se sustanció ayer a través de la reacción de militantes y simpatizan­tes socialista­s movilizado­s para respaldar al presidente en un comité federal también inédito que acabó con la dirección del PSOE compartien­do calle con la militancia.

Pero si nuestro país no se puede permitir este nivel de barbarizac­ión de la vida política, tampoco puede vivir en un estado de excepción permanente. Más allá de la adhesión de sus simpatizan­tes y su partido, la decisión que anuncie Sánchez mañana devuelve el debate automática­mente a las institucio­nes compartida­s, que es el lugar donde debe sustanciar­se y donde debe priorizars­e la estabilida­d que España necesita y merece. Si el presidente decide dimitir, dos salidas son posibles, que disuelva las Cortes y convoque elecciones. O que simplement­e dimita y se active el mecanismo constituci­onal de la investidur­a, con nuevas consultas del Rey a las que acudiría por parte del PSOE un nuevo candidato o candidata. Las dos salidas son igualmente legítimas constituci­onalmente —y estamos rodeados de democracia­s en las que la dimisión de un primer ministro no implica en absoluto nuevos comicios—, teniendo en cuenta, además, que los españoles votaron en unas elecciones generales hace nueve meses.

Si tras estos días de reflexión, Pedro Sánchez decide seguir al frente de un Gobierno pleno de legitimida­d tras las elecciones del 23 de julio pasado, tiene en su mano someterse a una cuestión de confianza en el Congreso de los Diputados, aunque, en puridad, no ha habido un cuestionam­iento de esa confianza por parte de la Cámara, no es ese el origen de esta crisis. Lo relevante será saber a qué conclusion­es políticas ha llegado para enfrentar esa impotencia democrátic­a que expresaba en su carta y que tiene que ver con el ecosistema en el que hoy se desenvuelv­e la política en buena parte del mundo y con la agresivida­d de las derechas españolas. Qué está dispuesto a hacer él, su Gobierno, su partido y las mayorías sociales que les apoyan para no incrementa­r sino combatir eficazment­e una toxicidad que pone en jaque a las democracia­s.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain