Se ofrece gestor para la Generalitat
Los comicios afloran la versión más práctica de los candidatos Los aspirantes priorizan un discurso de eficacia y se centran en propuestas que desatranquen la Administración
Puigdemont presume de su labor como alcalde de Girona durante cinco años
En la hoja de ruta para ganar las elecciones del 12 de mayo aparece un atajo señalizado con grandes letras: utilidad. Las pretéritas soflamas patrióticas y las llamadas a la movilización ciudadana, en pro o en contra de la independencia, han bajado de tono para ceder el paso al compendio de virtudes como gestor público que divulga cada candidato. Todos los partidos hacen referencia a la dosis de vitaminas y gobierno enérgico que necesita Cataluña, un territorio con un potente motor económico y social, pero que petardea penalizado por la falta de mantenimiento y por la ineficaz pericia de los mecánicos que debían hacerle la puesta a punto. En la pugna entre PSC, ERC y Junts, los tres partidos con mejores previsiones según las encuestas, se enciende el debate sobre quién es el administrador más fino. “Nosotros somos solucionadores de problemas”, manifiesta el socialista Salvador Illa. “Se creen que nos incomoda la gestión; nosotros sabemos qué significa la gestión”, proclama Carles Puigdemont. “El liderazgo de verdad, que es indicar hacia dónde tiene que ir el país y que los otros vengan detrás, lo estamos demostrando desde Esquerra”, reivindica Pere Aragonès.
El último barómetro del CIS, publicado el jueves, señala que un 56% de los catalanes considera que la situación económica de Cataluña es mala o muy mala, y solo un 34% la considera óptima. Cuando se les pregunta sobre la situación política, la mala nota es manifiesta: un 73% la define como mala o muy mala. El sondeo identifica a la independencia como uno de los problemas que necesitan gestionar los políticos, pero también revela que más de la mitad de los ciudadanos (un 55%) dice tener poco o ningún interés en los temas relacionados con las autonómicas del 12 de mayo. El ardor con que se vivió la política en los días más excitados del procés ha mudado en una resaca cansada e indolente. La desidia amenaza con interponerse en el camino hacia las urnas el 12-M.
Los responsables de la sala de máquinas de los partidos y los diseñadores de la estrategia electoral coinciden en que hay que afinar el tiro para dar en la tecla que movilice al votante. La fórmula pasa por saber combinar la practicidad y los mensajes transversales, capaces de gustar a los forofos del partido pero, también, de seducir a un sector del electorado rival. En esa encrucijada incluso han aflorado las alabanzas, de Junts pero también del PSC, a los Gobiernos de Jordi Pujol. Convergència sobresalió en la práctica del “peix al cove”, una traslación del “vale más pájaro en mano”, que consistía en no tener reparos para negociar con el Gobierno, indistintamente del signo que tenga.
El PSC es el partido que más ha sufrido la llamada abstención diferencial; esto es, el comportamiento de votantes que se movilizan en las generales, pero se abstienen en las autonómicas al no sentirse concernidos. Illa aspira a recuperar para los socialistas el mando de la Generalitat, 14 años después del Govern de José Montilla, y repite que es menester superar la “década perdida” de los Gobiernos de Junts y ERC y pasar página del runrún paralizante que supuso el desafío independentista. Lluïsa Moret, directora de la campaña de Illa, subraya que la prioridad es “ganar y gobernar”. El PSC ya fue la fuerza más votada en 2021, pero se quedó sin la presidencia por el pacto independentista entre ERC, Junts y la CUP. Tener un triunfo holgado es el camino más seguro para que aquello no se repita, coinciden los mandos socialistas. “Interpelamos a todos los catalanes para tener fuerza para gobernar, independientemente de lo que piensan y de la lengua que hablen”, dice Moret. “Hay que poner el énfasis en los problemas que se tienen que abordar: la sequía, las energías renovables, educación, salud y vivienda”.
El PSC contiene la respiración hasta conocer qué decide el lunes el líder socialista, Pedro Sánchez. Una circunstancia que aprovecha Carles Puigdemont para sembrar dudas contra la autosuficiencia del PSC. “¿Alguien se puede creer que Salvador Illa tendrá un no en el bolsillo para plantarse ante Pedro Sánchez?”, dijo Puigdemont ayer en Argelers (Francia). También criticó a Illa por hacer un alto en la campaña para asistir al Comité Federal del PSOE. “¿Queréis un presidente que vaya a Madrid a recibir instrucciones o uno que vaya a Madrid a dar instrucciones?”, clamó. “No podemos poner de presidente a alguien que no ha levantado la voz para no molestar a sus amos”, manifestó Jordi Turull, secretario general de Junts, también desde el sur de Francia, donde Junts ha trasladado su campaña. A la espera de que la ley de amnistía despliegue efectos, Puigdemont se arriesga a ser detenido si entra en España.
Eje aglutinador
Tratando de ganar complicidades más allá de sus fieles, Puigdemont ha impuesto perfiles ajenos al partido, a semejanza de lo que intentó Artur Mas con la casa gran del catalanisme, con la que pretendía ampliar incluso el pal de paller (el eje aglutinador) que significaba entonces Convergència. El expresidente no vive en Cataluña desde hace más de seis años, pero dice tener “la sensación transversal de que se ha tocado fondo en algunos sectores críticos”. Su número dos, la empresaria Anna Navarro, ha vivido los últimos 30 años en EEUU. Puigdemont dirigió la Generalitat en 2016 y 2017, cuando el desafío separatista capitalizaba la actividad gubernamental. Para defender sus dotes de gestor, destaca sus cinco años como alcalde de Girona.
ERC llega a las elecciones con la lengua fuera. Pere Aragonès defiende que su hoja de servicios como inquilino de la Generalitat es óptima y se agarra a las cifras de ocupación, el paro más bajo en 15 años, y a los buenos indicadores de las exportaciones catalanas y de las inversiones extranjeras en Cataluña. “En los ámbitos donde Esquerra ha avanzado sola, ahora todo el mundo se apunta”, señala el president. También presume de políticas sociales, pero alega que ha tenido poco tiempo para revertir los efectos de la gestión de sus antecesores. “Con tres años no puedes solucionar todo (...). Si vuelve Junts volverán los recortes”, dicen en Esquerra. En el último, Aragonès ha salido penalizado por la gestión de la sequía, por los malos resultados en educación y por no aprobar los presupuestos. Tampoco ha desbloqueado la ampliación del aeropuerto de Barcelona. En su partido admiten que han tenido dificultades para explicar los logros. El president se presenta como un gestor fiable, frente a las propuestas “personalistas”. Sus rivales le acusan de no tener protagonismo ni en su propio partido, supeditado a las órdenes de Oriol Junqueras.
“Hay que poner el énfasis en la sequía o la salud”, dicen en la campaña de Illa