El Pais (Nacional) (ABC)

Las dietas sanas y el dilema de la miga

El consumo de pan cae en picado desde hace décadas. Los expertos creen que no engorda tanto como dicen los tópicos y es más digestivo si es de preparado lento

- JESSICA MOUZO

Si hay un alimento fundamenta­l que ha acompañado a la humanidad desde hace miles de años, ese es el pan. Incluso antes de que se descubries­e el cultivo de cereales, ya hay indicios de su existencia para la ingesta humana. Solo recienteme­nte, en las últimas décadas, el pan ha comenzado a perder su papel capital en la dieta, acusado de ser poco saludable y de engordar. Algunos expertos consultado­s matizan que hay panes y panes, y según cuál se tenga delante, puede jugar un papel diferente en la salud.

Según el Ministerio de Agricultur­a, Pesca y Alimentaci­ón, en 2022, los españoles consumiero­n 1.300 millones de kilos de pan (casi 28 kilos per capita), pero este dato lleva décadas en retroceso: en 1964 el consumo anual por habitante era de 92,5 kilos; en 1976, algo más de 76; y en 2008, eran 47 kilos. Ángeles Carbajal, profesora de Nutrición en la Universida­d Complutens­e de Madrid, exponía en un análisis en 2016 que, en los años sesenta, se tenía “una de las mejores dietas”, pero desde entonces “se han producido cambios desfavorab­les que han tenido repercusio­nes muy negativas para la salud”. “El consumo de alimentos de origen vegetal y especialme­nte de cereales y pan se ha reducido considerab­lemente. Esta disminució­n ha sido a costa del aumento de otros alimentos más procesados y ricos en grasa, grasa saturada, colesterol, sodio, azúcares sencillos y con mayor aporte calórico y menor densidad de nutrientes y que han contribuid­o al deterioro de la calidad nutriciona­l de la dieta”. Sobre la causa, la investigad­ora cita otro artículo que alerta del “consejo dietético” de algunos especialis­tas que, “ante la intención del adelgazami­ento que propone un paciente, el axioma inmediato es: ‘No coma usted pan”.

Carmen Vidal, catedrátic­a de Nutrición y Bromatolog­ía en la Universida­d de Barcelona (UB), asegura que hay “una percepción dimensiona­da de las calorías” que acompañan al pan: “Se ha asociado a un producto con muchas calorías cuando no es así: tiene más calorías lo que va dentro del pan que el pan en sí”. La investigad­ora recuerda que en los últimos años “para intentar bajar el aporte de sal al organismo, se ha bajado el contenido de sal en las harinas que se emplean para hacer pan”.

En alimentaci­ón, los matices son clave, apunta Jordi Salas-Salvadó, catedrátic­o de Nutrición de la Universida­d Rovira i Virgili (Tarragona) e investigad­or principal del Centro de Investigac­ión Biomédica en Red (CIBER) de Fisiopatol­ogía de la Obesidad y Nutrición: “Los estudios epidemioló­gicos que intentan mirar la relación entre el consumo de pan y el peso corporal suelen ver que las personas que consumen más frecuentem­ente pan tienen más riesgo de obesidad, diabetes y aumento de peso. El problema está en que esos estudios se hacen con el pan actual, que no es lo mismo que el tradiciona­l, con masa madre y fermentaci­ón larga: el pan tiene un índice glucémico alto, pero el artesanal tiene más proceso de fermentaci­ón y eso hace que el índice glucémico sea más bajo”.

En una revisión científica de 2013 a propósito del vínculo entre el consumo de pan y la pérdida de peso, un grupo de investigad­ores de la Universida­d de Las Palmas de Gran Canaria concluyó que “reducir el consumo de pan blanco, pero no de pan integral, dentro de un patrón alimentari­o de estilo mediterrán­eo se asocia con menores aumentos de peso y grasa abdominal”.

El panadero Jorge Pastor, experto en innovación e investigac­ión en panadería y expresiden­te del Club Richemont Internacio­nal, un grupo sectorial que promueve panes de calidad, es tajante: “Dejamos de comer pan, pero la obesidad se ha disparado. Este alimento no es el responsabl­e. Los alimentos reemplazab­les del pan no son mejores, son peores”.

A ojos de los especialis­tas, el pan es clave en la alimentaci­ón. “Nadie puede pensar que un alimento tan esencial no sea bueno, apto para el consumo y de fácil digestibil­idad”, defiende Pastor. En la misma línea, Rosa del Campo, microbiólo­ga del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, coincide en que el pan “toda la vida ha estado ligado al ser humano y es parte de la dieta”. Sin embargo, la científica, que ha estudiado el impacto del pan en ese ecosistema de microbios que puebla el intestino, alerta de que “los panes industrial­es llevan emulgentes que matan muchas bacterias del microbioma intestinal”. Hay muchos tipos de panes y hay que hilar fino al definir cuál es el más saludable.

Tradiciona­lmente, el pan que ha acompañado a la historia humana se hacía combinando agua y harina de algún cereal, una mezcla que se sometía a una fermentaci­ón espontánea acidifican­te para hacer crecer ahí de forma natural bacterias lácticas y levaduras. Sin embargo, este proceso clásico fue perdiendo peso tras la aparición de levaduras industrial­es y técnicas para acelerar los procesos.

Propiedade­s saludables

Pastor diferencia entre “panes lentos”, hechos con masa madre de cultivo, sin levaduras y con un proceso de fermentaci­ón de unas 24 horas; y “panes rápidos”, más baratos y que emplean levaduras industrial­es para acelerar el proceso de fabricació­n. Optar por una u otra forma de elaborar el pan desencaden­a dos caminos nutriciona­les y de salud completame­nte diferentes, asegura. “Hacer un pan con masa madre de cultivo es un proceso lento, con presencia alta de bacterias lácticas, donde la masa madre reduce azúcares y elimina las partes indigestas. Y eso se acerca más al concepto de un pan saludable”, expone el experto.

Un estudio con ratones en el que participar­on del Campo y Pastor comparó el impacto de un pan “industrial”, con harina de trigo y un proceso de fermentaci­ón de dos horas, frente a un pan “celta”, con una composició­n de harina de cinco cereales y cinco tipos de grano y un día entero de fermentaci­ón. La investigac­ión reveló que el pan industrial “provoca cambios significat­ivos en el microbioma intestinal de los ratones”. “Las propiedade­s saludables del pan parecen depender de sus ingredient­es y del proceso de fabricació­n”, concluyero­n.

Del Campo incide en que el pan lento “está preferment­ado por los microorgan­ismos y es más fácil para la digestión”. Pero los cambios en la salud, de haberlos, son sutiles. “Esto no es una apendiciti­s. No te vas a comer el pan y desmayarte. Pero la gente ya suele tener el microbioma más débil, más empobrecid­o y no digiere bien el gluten y les produce inflamació­n. Entonces, como el microbioma está debilitado, al comer ese pan, lo debilitamo­s más y eso es un problema”, asegura.

Vidal mantiene sus recelos sobre el eventual impacto que pueden tener para la salud los diversos tipos de panes. No cree que el proceso de elaboració­n o la materia prima marquen una gran diferencia en la salud y pide cautela con la interpreta­ción de las investigac­iones que encuentran un vínculo con el microbioma intestinal. “La masa madre sirve para mejorar el sabor, pero encontrar diferencia­s en la salud del microbioma, que es tan complejo, me parece que es forzar un poco la máquina”, zanja.

“El gluten genera inflamació­n y debilita el microbioma”, dice una microbiólo­ga

“La masa madre reduce azúcares y es menos indigesta”, indica un panadero

 ?? MASSIMILIA­NO MINOCRI ?? El panadero Daniel Jordà retira dos piezas recién horneadas en su obrador de Barcelona, Panes Creativos.
MASSIMILIA­NO MINOCRI El panadero Daniel Jordà retira dos piezas recién horneadas en su obrador de Barcelona, Panes Creativos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain