“¡Ahora no queremos parar!”
El Leverkusen suma su 46º partido invicto de la temporada, un fenómeno que tiene a Xabi Alonso, el técnico, y a Fernando Carro, el presidente, como protagonistas
“Este es un tipo de éxito que nunca experimenté”, afirma el entrenador
Xabi Alonso sale del túnel de vestuarios del Bay Arena. Hace un día primaveral en Leverkusen y el perfume del bosque renano flota en el aire tibio cuando la multitud reconoce el jersey de cachemira beis, los pantalones negros y las zapatillas blancas que el vasco viste con la constancia del que emplea un uniforme o una cábala. La curva norte se pone de pie. Es un clamor.
El pueblo le idolatra. “¿Por qué? ¡Porque es el mejor entrenador del mundo!”, dice Peter, viejo hincha local, representante de una feligresía concentrada sobre la cuenca septentrional del Rin hasta Düsseldorf, gente de villas como Monheim, Lagenfeld, Hilden, Dormagen, Solingen... Miles de parroquianos aburridos de ver cómo durante 11 años la Liga alemana acababa como se preveía, siempre igual, en poder del club más rico, el Bayern, cada año más acaudalado en la onda de una corriente de concentración generalizada en el fútbol europeo. Como dijo Daniel Lambert, director ejecutivo del Bohemian, de la Liga irlandesa: “Esto es como la crisis climática; si seguimos ignorando el desequilibrio, vamos a destruir todo el ecosistema”.
La mayor hazaña del Bayer Leverkusen no fue ganar la Bundesliga, sino hacerlo con un presupuesto de 300 millones de euros contra un Bayern Múnich que factura 900 millones. Contra la inercia de una industria que cada año que pasa limita más la competencia al corral de los más ricos, un espacio reducido por efecto de la política de premios de la UEFA y el enorme atractivo de la Champions para los patrocinadores. Según la Unión Europea de Clubes, entre 2015 y 2021 los clubes aumentaron sus ingresos una media del 9%; pero los 10 más ricos — Chelsea, PSG, City, Bayern, Liverpool, Juventus, Dortmund, Atlético, Barça y Madrid— lo hicieron en un 48%. El triunfo del Leverkusen supone una rebelión. Una disonancia en la sinfonía de la plutocracia, empeño de su director general, el español Fernando Carro, desde que llegó en 2018.
“¡El 90% de los alemanes deseaba que ganáramos el título!”, se ríe Carro, sentado ayer en su despacho con vistas a la pradera del campo de juego, horas antes de recibir al Stuttgart en la Bundesliga. “¡Una Liga que la gana siempre el mismo es aburrida!”. Nacido en Barcelona en 1964, el ejecutivo fue nombrado por la multinacional farmacéutica Bayer para dirigir su franquicia en el fútbol. Sin experiencia en la gestión de empresas deportivas, se metió en faena convencido de su misión. “¡Hay que ganar títulos!”, insistía desde 2018. Muchos empleados lo sufrieron sobresaltados. El Leverkusen apenas había logrado dos en más de un siglo: una Copa Alemana en 1994 y una Copa de la UEFA en 1988. Acostumbrados a la paz de la sociedad de provincias, bajo el paraguas financiero de la Bayer, naturalmente inclinados al conservadurismo de los clubes de la parte media-alta de la tabla y al amparo de una afición leal y resignada, muchos descubrieron una presión desconocida.
“Cambiar una cultura es muy difícil”, dice el dirigente, que se preocupó por convivir a diario con la plantilla, en comidas y viajes, de forma que los futbolistas sintieran que la institución estaba muy cerca. “Lo primero fue crear un equipo, una empresa, un club. En el fútbol muchas veces vemos dos empresas en una: el club deportivo y el resto de la compañía. Mi intención fue meter a todos en el mismo barco y ser exigentes con todos. Cambié muchos cargos de responsabilidad. Mi mayor acierto tal vez fue nombrar a Simon Rolfes como director deportivo. Vendimos a Kai Havertz y a Julian Brandt, y con los ingresos hicimos un equipo todavía mejor. La gente se fue dando cuenta de que yo iba en serio. ¡Ahora no queremos parar!”.
La lógica de Carro se acopló a la lógica de un mercado disfuncional en el que los medianos solo pueden competir si rompen la rueda de hierro que les asigna el sistema. “Soy partidario de que aquellos con más éxito reciban más dinero”, dice. “Eso implica que sea más difícil que los exitosos dejen de tener éxito. Por eso fui consciente de que había que poner el club rápidamente a nivel top. Es muy difícil estar entre los 10 clubes más ricos; pero entre el 10º y el 20º podemos situarnos. Cuando llegué éramos el 30º por coeficiente UEFA y ahora somos el 15º. Mi objetivo siempre fue estar en la frontera que compite con los seis grandes de la Premier, el Madrid, el Barça, la Juventus, el PSG… esos que siempre tendrán un nivel económico superior”.
Alonso cerró el círculo. “Lo que más destacaría de Xabi es su capacidad de conexión con el vestuario”, dice el dirigente. “Siempre tiene las palabras adecuadas. Sabe perfectamente ponerse en el lugar del jugador, y los jugadores le siguen, le creen. Es un líder”.
Alonso ha diseñado un equipo desde la simplicidad. A fuerza de sobriedad, de alineaciones con tres y hasta cuatro centrales, razonamientos y palabras justas, el entrenador, escoltado por Carro y Rolfes, ha obrado una mística. Un espíritu de revuelta que se expresa en el modo que tienen los jugadores de disputar cada partido como si fuera la última batalla por salvar el fútbol. De otro modo no se explica que sumen 46 encuentros sin perder en todas las competiciones esta temporada y se hayan empeñado en no dejarse batir.
Si completan un curso invictos igualarán las hazañas del Milan en 1992, el Arsenal en 2004, y la Juventus en 2012, los únicos equipos que lograron la invencibilidad desde la Segunda Guerra Mundial. Un hito que los jugadores se han propuesto alcanzar espoleados por Alonso, que ha contemplado hasta nueve remontadas en el descuento. Ayer ante el Stuttgart, a falta de tres jornadas para el final de la Liga, después de ir perdiendo 0-2, Andrich en el minuto 96, en una falta lateral, tras dos rebotes, metió el 2-2.
Las más de 30.000 personas reunidas en el estadio enloquecieron. “¡Deutscher Fußballmeister!”, coreaba el fondo norte. “¡Campeones de Alemania!”, repetían, como si dieran fe de algo sobrenatural. Los jugadores rindieron sus honores a la curva y Xabi Alonso se les unió en un aplauso.
“Ser campeones por primera vez en la historia del club y además tener la posibilidad de ganar la Copa y la Europa League, es un tipo de éxito que nunca experimenté”, dijo ayer Alonso, que como jugador ganó un Mundial, Eurocopas, Champions y Ligas. “Ver a los hinchas vivir algo tan especial, tan inesperado y nuevo, sienta mejor todavía. ¡Lo recordaremos durante muchos años!”.
“Mi objetivo siempre fue estar entre el 10º y el 20º de Europa”, dice Carro, el CEO