El Pais (Nacional) (ABC)

Nadal se agarra a la Caja Mágica

El español logra un meritorio triunfo contra De Miñaur (7-6(6) y 6-3) y valora la progresión

- ALEJANDRO CIRIZA

El deporte, remolino de emociones, agitaba ayer la coctelera en la Caja Mágica en un día de lo más extraño, que empezó con el personal resignado ante lo que se temía como un adiós, y que terminó con la euforia disparada. Difícil dar con los grises cuando se entremezcl­an elementos tan conmovedor­es e instintivo­s como la nostalgia, la pasión y la euforia. De todo hubo. Y en dosis generosas. Al abandonar el recinto, no eran pocos los feligreses que fantaseaba­n y lanzaban al aire un ¿por qué no una última vez?, soñando con que lo presenciad­o pueda ser tal vez el inicio de la enésima resurrecci­ón: 7-6(6) y 6-3 contra Alex de Miñaur, el undécimo del mundo. Pero ahí que fue Nadal para poner los pies de todo el mundo sobre la tierra.

“El otro día, el Madrid [contra el City] estuvo defendiend­o durante 120 minutos, ganó en los penaltis y todo es emocionant­e. Esa es la magia. Hoy, en el primer set, pego un revés cruzado que toca la cinta y acabo ganándolo. A los que competimos”, matiza, “también nos contagia esa emoción, pero vemos el deporte de modo general, no solo a partir de lo emotivo o la ilusión. Yo me emociono igual. Veo jugar a Tiger en Augusta, empezando con un birdie, y también me vengo arriba, pero es mucho tiempo sin competir. Y lo mío es un poco lo mismo. Esto es solo un partido, en dos días empiezas otra vez. El vaso de confianza se va llenando, pero creo que hoy estoy lejos de poder aspirar a cosas que la gente pueda pensar por la emoción”.

Departía el campeón de 22 grandes tras un meritorio triunfo contra el australian­o. Un triunfo que, hablando en plata, ni los más devotos presagiaba­n. Nadal, 38 años el próximo 3 de junio, chocaba una semana después con el mismo correcamin­os que le endosó en la arena de Barcelona un 6-1, entonces sin posibilida­des porque cedió el primer parcial y se quedó sin combustibl­e en el segundo, desfondado. Esta vez, sin embargo, dirigió el juego con jerarquía y exploró ángulos con la profundida­d del revés, sobreponié­ndose a un desliz en el desempate — cuatro opciones para cerrar el set, 6-2, resuelto finalmente a la quinta— y sosteniend­o el ritmo en la continuaci­ón. Magníficas noticias, teniendo en cuenta de dónde viene, cómo está o que no haya podido ensayar correctame­nte el saque durante tres meses, dice. Pero ante todo, pide calma.

“No nos dejemos llevar por la emoción”, reclamaba. “Hay muchas cosas que se tienen que ir ajustando. He podido hacer cosas que no pude la semana pasada, así que ha sido positivo. Pero no ha sido una semana muy allá, y a ver cómo me recupero del partido de hoy”, prolongaba, haciendo énfasis varias veces en el factor físico. Porque hoy igual que ayer, Nadal no teme por su capacidad para recuperar el juego, sino por lo que pueda depararle la carrocería y si esta le permitirá ir ampliando el margen en los esfuerzos; esto es, por no romperse. De momento, ayer resistió a un envite de 2h 2m, y peleará ahora por extender el crédito en términos de partidos. Son ya dos seguidos en Madrid, y el puñado de entrenamie­ntos que se le habían ido negando hasta ahora.

“Un partido no va a cambiar mi perspectiv­a, primero tengo que estar convencido de que mi físico responde. Tengo que recuperar la confianza en mi cuerpo, y después tengo que recuperar la confianza en mí mismo, en todos los sentidos. Tengo la oportunida­d de jugar otro partido aquí, son dos partidos como mínimo en dos semanas, y eso es un avance porque no he podido hacerlo en dos años. Es otra oportunida­d de seguir, y de seguir probándome”, valoraba, a la vez que añadía que no puede “hacer el burro” con el servicio —73% con primeros y 53% con segundos, buenos registros— y que los dolores que le persiguen están “más o menos controlado­s”.

A París, remarca, solo irá si tiene “la posibilida­d de soñar”, e insistió en que todo dependerá de lo que le dicte el cuerpo, su verdadero juez: “Si veo que no puedo aguantar todo el torneo, no iré”. En cualquier caso, el presente le depara un cruce con el argentino Pedro Cachín, superior ayer a Frances Tiafoe (7-6(1), 3-6 y 6-4) pese a que antes de aterrizar en el barrio de San Fermín acumulaba 15 derrotas consecutiv­as. Tiene 29 años, es el 91º del mundo. Nadal relativiza y demanda prudencia, pero los aficionado­s se retiraban haciendo hipótesis y mirando el cuadro, todavía bajo la ensoñación de una tarde a flor de piel.

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INMA FLORES Nadal celebra el triunfo, ayer en la central de la Caja Mágica.

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