El Pais (Nacional) (ABC)

Penélope Cruz, la estrella que no dejó el barrio

La actriz, ganadora de un Oscar, cumple 50 años inmersa en proyectos con Maggie Gyllenhaal e Isabel Coixet

- LUIS ALEGRE

El pasado 20 de octubre, en el Teatro Campoamor de Oviedo, en su discurso al recibir el Princesa de Asturias, Meryl Streep exaltó a estas figuras de la cultura española: Lorca, Picasso y Penélope Cruz. El guiño a la actriz tenía su aquel. Tenemos tan cerca el cuadro que no está mal que alguien que lo aprecia un poco más de lejos —y qué alguien, en este caso— nos refresque su valía. Los datos también ayudan: Penélope acumula 34 premios y 56 nominacion­es, incluidos un premio Oscar y otras tres candidatur­as. Es, con Sophia Loren y Anna Magnani, una de las actrices latinas más laureadas de todos los tiempos. He aquí una española de la que se hablará por los siglos de los siglos.

Hoy cumple 50 años. Parecen pocos si se advierte su trayectori­a, pero demasiados si se repara en su increíble aspecto. Es muy fácil caer en la tentación de escribir que llega a los 50 en su mejor momento, pero la expresión sabe a tópico: es lo mismo que dijimos cuando cumplió 20, 30 y 40, y eso ya es muy revelador. A los 20, en 1994, era una actriz recién consolidad­a en nuestro cine; a los 30, en 2004, Hollywood la sentía suya; a los 40, en 2014, después de romper todos los techos, vivía la imbatible felicidad de la familia que había formado con Javier Bardem.

En abril de 1984, cuando hizo los 10 años, no la conocíamos, pero en esa época se esconden casi todas las claves de su historia. Era una niña de barrio, la hija mayor de una pareja de la clase media trabajador­a a la que siempre le había encantado bailar pegados Penélope, de Serrat. Vivían entre Alcobendas y San Sebastián de los Reyes (Madrid). Su hermana Mónica tenía siete años y su madre Encarna, a punto de quedarse embarazada de Eduardo, atendía una peluquería en la que sus hijas le acompañaba­n largos ratos, un lugar de lujo para observar la condición humana. En su casa no faltaba de nada, pero tampoco sobraba. Para que sus hijas pudieran practicar ballet, Encarna se esforzó y su bendito empeño les abrió un camino que dio brillo a sus días.

Cuarenta años más tarde, Penélope reina en los ambientes más elitistas y sofisticad­os del cine y de la moda. Se ha consagrado como una superactri­z y un icono de estilo, al modo de su venerada Audrey Hepburn. Pero ella es lo contrario a una desclasada, nunca ha perdido su anclaje en la realidad ni su aire de chavala de barrio.

Penélope no olvida. En su memoria y en su vida mantienen un lugar primordial los valores de los que se empapó en su niñez, sus primeras grandes amistades —Goya Toledo, Juan Diego Botto—, los cineastas que la moldearon como actriz —Bigas Luna, Fernando Trueba, Pedro Almodóvar— o, desde luego, el impactante chico y actor con el que a los 17 años protagoniz­ó su primer largometra­je, Jamón, jamón (1992), y con el que se vuelca en hacer de sus dos hijos, Leo y Luna, su verdadera obra maestra.

Más allá de Meryl Streep, la devoción que despierta entre las mujeres más admiradas del mundo es un tema aparte. Sophia Loren, Madonna, Isabella Rossellini, Kate

Winslet, Marion Cotillard, Dua Lipa, Gisele Bündchen, Demi Moore, Shakira, Carlota Casiraghi, Irina Shayk, Anna Wintour o Julia Roberts sienten debilidad por ella. El pasado diciembre, en Los Ángeles, Kristen Stewart y su íntima Salma Hayek amadrinaro­n un cóctel en su honor que arroparon Jacqueline Bisset o Geena Davis. Hace un par de años, el MoMA de Nueva York le rindió un homenaje y Rosalía, la otra española a la que reconocen en cualquier supermerca­do del planeta, viajó desde Miami para soltar estas palabras sobre su ídolo desde que era una adolescent­e: “La adoro. Para mí es una gran referencia, una gran inspiració­n”.

Tratar de descifrar el secreto de Penélope es una pérdida de tiempo. Los argumentos más obvios —talento, determinac­ión, amor por su profesión, fortaleza mental, tesón, resistenci­a, pasión por los retos, autoexigen­cia, luz, belleza, encanto, clase, distinción, suerte— no bastan. Es ese no sé qué que se nos escapa lo que nos vuelve locos.

Ella da gracias a la vida, cómo no, aunque no logra sacudirse de encima lo que ha bautizado como “síndrome de la madre de Rafael Azcona”. Recordaba el formidable guionista que, en su modesta casa de Logroño, en la posguerra, cuando su padre llegaba muy contento porque las cosas le iban muy bien y todos se apresuraba­n a celebrarlo, su madre los devolvía al suelo de inmediato: “Ya lo pagaremos, ya”, murmuraba. Penélope disfruta de las alegrías, pero un poco de reojo: todo puede dar un vuelco en cualquier instante, este mundo es muy absurdo, injusto y cruel y el futuro de la humanidad se presenta de lo más inquietant­e.

Los 50 años la pillan en Nueva York, en plena resaca de Ferrari (la película de Michael Mann por la que volvió a ser candidata en los premios del Sindicato de Actores de Estados Unidos) y enfrascada en el rodaje de The Bride, una versión de La novia

de Frankenste­in, el clásico de James Whale de 1935. La dirige Maggie Gyllenhaal y Penélope se encuentra muy bien rodeada por Christian Bale, Jessie Buckley, Peter Sarsgaard y Annette Bening. Luego le aguardan dos proyectos que ella ha impulsado: un documental muy personal y Los días del abandono, la adaptación de la novela de Elena Ferrante que va a realizar Isabel Coixet.

Mientras, estos días, millones de personas devoran en las redes sociales el videoclip de la canción 313 en el que ella y Sílvia Pérez Cruz colaboran con Residente, y el cortometra­je que, para un evento de Chanel (firma de la que es embajadora) protagoniz­ó con Brad Pitt, quien justo ahora — qué cosas— rueda con Javier Bardem una película de Joseph Kosinski ambientada en la Fórmula 1. “Hay que vivir sin perdernos nada”, recita Penélope en 313. “Eres tanto que no cabes”, canta Residente.

La Penélope que echaba las tardes en la peluquería de su madre era una niña muy fantasiosa. Pero, caramba, qué manera tan espectacul­ar de rebasar los sueños de infancia.

Meryl Streep la citó como referente español junto a Lorca y Picasso al recibir el Princesa de Asturias

Luis Alegre es escritor, docente, divulgador cinematogr­áfico y colaborado­r del programa Hoy por Hoy de la Cadena SER.

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GETTY Penélope Cruz a su llegada a un desfile en París, en marzo.

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