El Pais (Nacional) (ABC)

Familias y empresas siguen desendeudá­ndose

- Daniel Manzano y María Romero son profesores de Afi Escuela.

En 2023, los hogares y empresas españoles volvieron a reducir su deuda sobre el PIB. De hecho, con la excepción del año de la pandemia, no dejan de hacerlo desde 2009. Actualment­e, definen una ratio que no solo se acerca a la mitad del máximo histórico alcanzado aquel año (204,2%), sino que se sitúa (111,6%) en los mínimos de hace más de dos décadas. La vulnerabil­idad extrema por exceso de endeudamie­nto, que durante la crisis financiera internacio­nal se llevó por delante a miles de hogares y empresas tras años de bum inmobiliar­io insostenib­le, se ha transforma­do en una cómoda posición financiera; mejor, al menos, que en la media de los países europeos.

En los hogares, la reducción de su apalancami­ento financiero ha estado vinculada durante estos años a la contención de la inversión (fundamenta­lmente, vivienda) después de los excesos cometidos. También a la reducción de los costes financiero­s que soportaban, en el contexto de una política monetaria de tipos cero instrument­ada por el BCE durante los años posteriore­s a la crisis. Todo ello en un marco de muy baja inflación y crecimient­o moderado de la renta bruta disponible y del consumo.

Dejando al margen el anómalo comportami­ento del periodo de la pandemia, el esquema se ha modificado parcialmen­te tras la brusca emergencia de la inflación y las rápidas subidas de tipos acometidas por el BCE para contener las subidas de los precios. Pero en este nuevo contexto, ni el proceso ni el ritmo de desendeuda­miento de los hogares ha cesado. Ello es debido al sostenido crecimient­o del PIB en España durante el periodo poscovid, que ha estado acompañado de una sólida expansión del empleo y del reciente aumento de los salarios a rebufo de la inflación, lo que ha impulsado sustancial­mente la renta bruta disponible de los hogares. Desde luego, por encima del consumo, que se está mostrando contenido en un contexto de cierta ralentizac­ión y mayor incertidum­bre futura, induciendo una mayor tasa de ahorro, ahora por encima de sus niveles medios históricos.

En esta situación, que además se comEn bina con el difícil acceso a la adquisició­n de vivienda, las familias están destinando en parte su ahorro a continuar amortizand­o deuda. También, por otra parte, a adquirir activos financiero­s, desplazand­o además su riqueza financiera desde activos líquidos que no generan intereses a depósitos a plazo, letras del Tesoro o fondos de inversión.

El esfuerzo de desendeuda­miento no está siendo menos intenso en el caso de las empresas. Su capacidad de financiaci­ón, por encima del más débil esfuerzo inversor, se está traduciend­o también en la amortizaci­ón de deuda. La incertidum­bre pesa como una losa en las decisiones de inversión, máxime, en un momento como el actual, en el que impera una buena dosis de incertidum­bre. Los balances bancarios no dejan de acusar esta ausencia de demanda crediticia, aunque soportan sus (buenos) resultados en los elevados tipos y la reducida morosidad.

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