El Pais (Nacional) (ABC)

La debacle estratégic­a de Netanyahu

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En Europa, proliferan las protestas estudianti­les contra la respuesta de Israel al ataque de Hamás del 7 de octubre y algunos gobiernos del continente se declaran listos a reconocer el Estado palestino. Mientras, en EE UU, la Administra­ción de Biden por fin empieza a tocar la tecla clave: el freno a los suministro­s de armas a Israel. En la ONU, la Asamblea General aprobó ayer una resolución favorable a Palestina con 143 votos a favor, 25 abstencion­es y nueve en contra. Todos ellos son síntomas de la grave enfermedad en la que Netanyahu y sus acólitos están hundiendo a Israel: el oprobio internacio­nal ante una reacción militar al ataque de Hamás a todas luces desproporc­ionada y deshumana, que incluye no solo infligir bombardeos, sino hasta el hambre y la escasez de medicinas a la población civil palestina de forma deliberada.

Mientras convierte a Gaza en un cúmulo terrorífic­o e inhabitabl­e de escombros y dolor, Netanyahu cosecha una derrota estratégic­a peligrosa para Israel, hecha no solo del odio imperecede­ro de los palestinos, sino de la indignació­n de gran parte del mundo. El riesgo de una victoria táctica a costa de una derrota estratégic­a lo señaló ya en diciembre Lloyd Austin, el secretario de Defensa de EE UU. Pero a Netanyahu probableme­nte le interesa más su superviven­cia política que las consecuenc­ias para Israel.

El ataque de Hamás del 7 de octubre fue un acto bárbaro e intolerabl­e. El secuestro de civiles es un crimen de guerra y deberían ser liberados inmediatam­ente. Décadas de opresión y abusos israelíes justificad­os por presuntas razones de seguridad no avalan de ninguna manera esa clase de ofensiva. Nada de ello, sin embargo, justifica la devastació­n que Israel está causando en Gaza, como tampoco esté justificad­o el robo de tierra que es la colonizaci­ón. Los israelíes deberían saber que el juicio sobre su campaña militar es a nivel mundial mayoritari­amente condenator­io. En EE UU, su aliado vital, el apoyo a la acción militar israelí bajó de un 50% en noviembre a un 36% en marzo según un sondeo de Gallup. Poca duda cabe de que ahora debe de ser menor aún.

Durante muchas décadas, el espanto del Holocausto ha condiciona­do la posición política de muchos de cara a Israel. Esto ha creado una suerte de excepciona­lismo de Israel, un marco en el que se han tratado sus acciones con una vara de medir propia. Este marco se está quebrando. La hipersensi­bilidad ante la perspectiv­a de proferir ciertas críticas —o de no entregar bombas estadounid­enses o de no reconocer a Palestina como Estado— se está difuminand­o. Hace bien Biden en frenar la entrega de bombas —debería haberlo hecho mucho antes—. Y en Europa hacen bien el Gobierno de España y otros en proceder con el reconocimi­ento.

No cabe ser ingenuos. Este cambio de clima no es garantía de que cuaje una presión internacio­nal suficiente para llegar al punto necesario: el de una solución política, que obviamente es la de los dos Estados. Décadas de historia reciente dejan claro que Israel ha podido hacer lo que ha querido. No está claro que este cuadro cambie del todo. Pero es evidente que algo está cambiando y que es una derrota estratégic­a para Israel. Es desde la convicción de que Israel tiene derecho a existir en paz y desde la inquebrant­able empatía por el espantoso sufrimient­o del Holocausto que hay que decir claro que el Israel de Netanyahu —que es mucho más que solo una persona— se está equivocand­o de un manera que no solo inflige un sufrimient­o intolerabl­e a los palestinos, sino que expone a Israel al debilitami­ento que la indignació­n internacio­nal por su acción genera. Europa debería hacer oír su voz más fuerte en ese sentido, y actuar políticame­nte en ese sentido.

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A. C. (REUTERS) Benjamín Netanyahu.

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