El Pais (Nacional) (ABC)

Las mil y una trabas para deshacerse de los embriones congelados sobrantes

Para donarlos a otra mujer, cederlos a la investigac­ión o cesar su preservaci­ón se deben cumplir garantías médicas y legales que ralentizan cada proceso

- PAU ALEMANY

Pausar el reloj biológico de la fertilidad es cada vez más habitual y sencillo en España. Bien sea de manera voluntaria o por dificultad­es socioeconó­micas, el número de mujeres que apuestan por congelar óvulos y embriones se ha multiplica­do por 18 en la última década. De 424 en 2011 a 7.712 en 2021, último año con datos disponible­s en el Registro Nacional de Actividad de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). Este crecimient­o plantea a las clínicas el dilema de qué hacer con los embriones y óvulos sobrantes que las mujeres ya no quieren preservar. Deshacerse de ellos no es sencillo por motivos legales y éticos, pero mantenerlo­s indefinida­mente tampoco es la solución ideal por el gasto económico que supone.

Se calcula que hay 777.679 embriones congelados en España, de los cuales el 70%, unos 540.000, lleva más de dos años almacenado. Nunca se habían acumulado tantos. El retraso en la edad de la maternidad, que en España se sitúa de media en los 32,6 años, y la mejora de las técnicas de reproducci­ón asistida, que permite un embarazo más rápido, explican la acumulació­n. La ginecóloga especializ­ada en reproducci­ón asistida y autora del libro Quiero quedarme embarazada. Claves para entender la reproducci­ón asistida, Sara López, argumenta que “hace unos años era más común transferir entre dos y tres embriones a la vez”, con el riesgo de embarazo múltiple que suponía, pero ahora “lo habitual es transferir solo uno, por lo que sobran más”.

El exceso de acumulació­n supone “un problema para las clínicas”, que se ven obligadas a mantener los embriones durante años y años en las condicione­s adecuadas, según el presidente de la SEF, Juanjo Espinós. “Defendemos que haya opciones que permitan utilizar o descartar los sobrantes, porque no tiene sentido tenerlos en laboratori­os sin hacer nada”, manifiesta. Coincide el doctor Ernesto Bosch, director del Instituto Valenciano de Infertilid­ad de Valencia, que ve un doble problema: de coste, “por el consumo de nitrógeno líquido” —que se usa para rellenar los tanques y conservar los embriones a unos -200 °C—, “de luz o por la adquisició­n de tanques de almacenami­ento”, y de espacio. A los embriones congelados hay que sumar los 371.626 óvulos que se encuentran en la misma situación, según la SEF.

Deshacerse definitiva­mente de los óvulos o de los embriones cuando una mujer decide que ya no los quiere no es sencillo. Es una decisión que no está únicamente en sus manos. La ley sobre técnicas de reproducci­ón humana asistida, que data de 2006, ofrece tres vías en estos supuestos. La primera es donarlos a otras mujeres con fines reproducti­vos; la segunda, cederlos a la ciencia con fines de investigac­ión; y, por último, en caso de no querer que nadie más los aproveche, cesar su conservaci­ón.

Las tres opciones presentan trabas. Para ceder los embriones a otras parejas hay que cumplir una serie de garantías. La mujer debe tener menos de 35 años cuando se generan los gametos y el hombre menos de 50 y, además, no puede haber antecedent­es de enfermedad­es genéticas. Aun cumpliendo estos requisitos, hay mujeres que recelan de donar un embrión “por la concepción moral de que es como un hijo no nacido”, según cuenta López.

La segunda posibilida­d, la de donarlos a la ciencia, presenta menos dilemas morales para las parejas, pero tampoco es una solución para dar salida al tapón de embriones congelados, ya que apenas hay proyectos de investigac­ión en los que se puedan utilizar, según la experta en reproducci­ón asistida Rocío Núñez. “Tienes que informar a los pacientes del proyecto y tienen que estar de acuerdo”, comenta, cosa que no siempre es sencilla.

El cese de su conservaci­ón sin ninguna otra finalidad, la tercera opción, tiene un condiciona­nte que alarga el mantenimie­nto. Dos responsabl­es médicos ajenos al centro donde se guardan deben verificar que “la receptora no reúne los requisitos adecuados para la práctica de la técnica de reproducci­ón asistida”, bien sea por edad o por otras afecciones sanitarias, según indica la legislació­n. En la práctica, esto supone que los centros se ven obligados a conservar los gametos y los embriones y, en ocasiones, “el tiempo de acumulació­n supera los 20 años”, esgrime Núñez. Se estima que unos 60.000 embriones se encuentran en esta situación de abandono, según una investigac­ión del grupo de Ética y buena práctica clínica de la SEF, publicada en 2022.

Hay un truco legalmente permitido que utilizan las clínicas para paliar, en cierta manera, el exceso de acumulació­n y que se usa principalm­ente con los óvulos, según explica Núñez. Los centros están obligados a contactar con los pacientes a los dos años para renovar el contrato de preservaci­ón y que sigan pagando las cuotas, pero si el paciente no da ninguna respuesta tras dos intentos, los óvulos y los embriones pasan a ser propiedad de la clínica, que puede darles el tratamient­o que considere oportuno. De media, el tratamient­o de congelació­n cuesta unos 2.500 euros, a lo que hay que añadir cuotas anuales de unos 500 euros, aunque el precio varía en función de cada clínica.

Aparecen además las precaucion­es éticas. López comenta que las clínicas son “muy prudentes con los embriones congelados de progenitor­es que se han desentendi­do de ellos”. “Aunque, teóricamen­te, si la pareja no da señales de vida durante varios años, pasan a ser propiedad de la clínica, no hay leyes claras que establezca­n qué hacer con ellos”, explica. Una postura que comparte la doctora especializ­ada en Ginecologí­a y Obstetrici­a del Instituto Bernabéu Alicia Herencia. Para ella, qué hacer con los embriones abandonado­s supone un mayor problema ético que con los óvulos. “Nadie se atreve a tirarlos”, zanja Núñez.

Afecciones sanitarias

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MÒNICA TORRES Una empleada de la clínica IVI, en la Comunidad Valenciana, trabajaba en un tanque de nitrógeno líquido el 29 de abril.
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M. T. Un tanque de nitrógeno líquido en la clínica IVI, en Valencia.

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