El Pais (Nacional) (ABC)

La vida con endometrio­sis: “Es como si te arrancaran las entrañas”

Las mujeres cuentan el desamparo, el dolor diario y el peregrinaj­e de un ginecólogo a otro hasta dar con un diagnóstic­o que tarda de media entre seis y ocho años

- ELEONORA GIOVIO

Cuando Julia Serrano va a las comarcas de Aragón para conciencia­r sobre la endometrio­sis pregunta si saben qué es. “Sí, eso es que te duele la regla”, le suelen contestar. Tras escuchar su historia se quedan atónitas: 29 años para tener un diagnóstic­o, dolores que eran como las contraccio­nes del parto que durante mucho tiempo le impidieron tener relaciones sexuales o salir a tomarse un vermú, y una operación de la que salió con una bolsa para las heces y un sondaje vesical. Serrano, que llegó a tomar un nolotil, un Espidifén y un mórfico cada cuatro horas, tiene ahora 43 años y una incapacida­d absoluta, que es revisable si mejora su estado.

“Me diagnostic­aron con 40, y empecé con dolor con 11, con la primera regla. ‘El dolor de regla es normal’, me repetían los médicos, y lo acabas normalizan­do. Me decían que tenía un umbral del dolor bajo. Llegué a pesar 38 kilos: mi intestino no absorbía por la endometrio­sis. Entre los 39 y los 40 años fui a urgencias cada mes, me ponían gotero por el dolor, pero todo estaba ‘normal’. Sangraba por el recto cuando me bajaba la regla, según los médicos eran hemorroide­s. Buscaba informació­n por internet y veía que podía ser endometrio­sis; se lo comentaba a los médicos. Me operaron de útero septo [alteración en la que la cavidad uterina está separada en dos partes por un tabique], supuestame­nte, decían, era eso lo que me causaba dolor y me impedía quedarme embarazada. A los dos meses no podía otra vez de los dolores. Según los médicos se había creado una adherencia. Me operaron de nuevo”.

Y seguían los ingresos por el dolor... Pidió cita con el doctor Francisco Carmona, ginecólogo especializ­ado en endometrio­sis y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de los Miomas y la Endometrio­sis. “Solo con contarle mi historial me dijo que era endometrio­sis. La ecografía lo confirmó: endometrio­sis severa. Pese a todo, lloré de alegría porque por fin alguien me creía”. La endometrio­sis se había extendido al uréter, colon, intestino y recto. Las secuelas de Serrano son la bolsa y el sondaje.

Antes de la incapacida­d, trabajó de peluquera y empleada en Mercadona, ahora conciencia sobre esta enfermedad que afecta, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud, a 190 millones de mujeres y niñas (dos millones en España) y que científica­mente se define como tejido similar al endometrio —la capa que reviste la pared interna del útero— que crece fuera de la cavidad uterina. Puede afectar a varios órganos: vejiga, uréteres, intestino, colon, aparato reproducto­r, recto. Se desconoce qué la produce y por qué. El tratamient­o hormonal suele responder en el 75%-80% de los casos (controla los síntomas y la progresión de la enfermedad, que no tiene cura).

Carmona huye de términos científico­s y prefiere definirla como “una enfermedad inflamator­ia crónica que machaca la vida de mujeres jóvenes. No se pueden hacer cribados porque no hay marcadores específico­s. La regla puede dar una ligera molestia, nunca un dolor. Si una mujer te dice que le duele 3 o 9, como detalla la mayoría, está pasando algo, o hay que hacer un estudio”.

Opioides

La historia que se repite son dolores muy fuertes desde la primera regla que no cesan ni con analgésico­s. Los describe así Cristina González, 40 años en agosto, diagnostic­ada a los 36 y con dolores desde los ocho. Ahora, un año después de la cirugía, sigue en tratamient­o en la unidad de dolor, con un analgésico opioide, y medicación diaria. “Cuando mi madre me llevó a la ginecóloga su frase fue: ‘Su hija es muy quejica, está describien­do los dolores de un parto’. Era como si me cogieran de las entrañas y me las sacaran a la fuerza”.

Lo mismo cuenta Sheila Díaz, 40 años, diagnostic­ada hace cuatro y con dolores que califica de “terribles” desde que le bajó la regla, a los 15. “Tómate un analgésico o ponte la píldora. Eres tan joven que no te toman en serio. Tú vas al médico y crees que tu dolor es psicosomát­ico. Cuando me dieron el diagnóstic­o fue un alivio”. A Ángeles Cuenda, presidenta de la Asociación de Afectadas de Endometrio­sis —41 años, diagnostic­ada con 32 y con dolores desde los 10—, le pasó lo mismo. “Me pusieron un psicólogo porque pensaban que me estaba inventando el dolor por algún tipo de trauma”.

La endometrio­sis es, según los testimonio­s de estas mujeres, un infierno de dolor diario que se convierte en crónico y neuropátic­o, vida social, laboral y sexual anuladas, sufrimient­o a la hora de orinar y defecar, incluso al estar sentadas, una fatigosa pelea para ser escuchadas, un peregrinaj­e de un ginecólogo a otro antes de tener un diagnóstic­o (que suele tardar entre seis y ocho años), sangrados por el recto, tratamient­os y seguimient­os en la unidad del dolor. Es dejar de comer y beber porque, como dice Cuenda, “ir al baño era un parto”.

Según Carmona, de “cada 10 mujeres con endometrio­sis hay 6 o 7 sin diagnostic­ar”. Los datos que aporta Emanuela Spagnolo, investigad­ora y facultativ­a de la Unidad de Endometrio­sis del Hospital La Paz de Madrid que di

rige la doctora Alicia Hernández —una de las más avanzadas de España y que atiende, cada semana, a 100 mujeres, 20 de ellas nuevas por un total de 5.200 al año—, son estos: “Un 10%-12% de mujeres tienen endometrio­sis, entre un 30% y un 50% de mujeres infértiles tiene endometrio­sis. Poco a poco estamos consiguien­do hacer llegar el mensaje a los médicos de cabecera y a los ginecólogo­s no especializ­ados en esta patología de que el dolor es una señal de alarma”.

Vanessa Muñoz, profesora de la ESO, tiene 53 años y su diagnóstic­o fue más rápido que el de las demás entrevista­das (inferior a dos años). Dice que desde que la derivaron a la unidad de endometrio­sis del Hospital Puerta de Hierro, en todas las consultas sí le preguntaba­n cuánto dolor tenía de 1 a 10. Se quedó sorprendid­a. Su historia de sufrimient­o es igual a las de las demás, pero en su caso no tuvo recidiva después de la larga operación —casi nueve horas— a la que se sometió por una endometrio­sis profunda de estadio IV. Los dolores de antaño se han convertido en “ligeras molestias” cuando la exploran en las revisiones.

Carmen García, de Valencia, 44 años, a la que diagnostic­aron de manera rápida —no ha pasado por quirófano— ha conseguido controlar los dolores con una mejor gestión del estrés, una mejor alimentaci­ón y ejercicio físico diario. “Cada caso es un mundo, pero la endometrio­sis es sistémica y no podemos tratarla solo a nivel ginecológi­co”. La doctora Spagnolo está convencida de ello. “En la mayoría de los casos, los síntomas se controlan con tratamient­o hormonal y en algunos otros, como cuando está comprometi­do el aparato urinario, es necesaria la cirugía. La endometrio­sis se clasifica en cuatro estadios, 1-2 superficia­l u ovárica, 3-4 la ovárica profunda con afectación de recto, vejiga, etc. Es importante transmitir a la paciente que el grado de endometrio­sis no es fundamenta­l como en una patología oncológica, en el sentido de que hay pacientes con un grado inicial que pueden tener mucho dolor o pacientes con una endometrio­sis profunda que tienen una calidad de vida normal. ¿Por qué? Es lo que estamos investigan­do”. “Nuestro objetivo es un diagnóstic­o precoz en análisis de sangre y estudio genómico. Esto puede evitar las complicaci­ones, las cirugías repetidas y la cronificac­ión del dolor”.

“Llegué a los 38 kilos porque mi intestino no absorbía”, cuenta una afectada

“Si la regla causa más que molestias, hay que hacer un estudio”, dice un especialis­ta

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ROCÍO BADIOLA INMA FLORES / CLAUDIO ÁLVAREZ Desde arriba y en sentido contrario a las agujas del reloj, Julia Serrano, en su casa de Calatayud; Cristina González, en abril en Madrid, y Vanessa Muñoz, en su casa en Madrid, todas en abril.
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