El Pais (Nacional) (ABC)

Nadie se atreve ni puede con el voraz Tadej Pogacar

- JON RIVAS

El Giro empieza a parecer una cuestión de dependenci­a. Nada pasa sin el permiso del líder, todos los movimiento­s se adecúan a lo que decida él, que con su permanente sonrisa cuando se baja de la bicicleta, y su rostro pétreo cuando se monta, causa pavor entre sus supuestos contendien­tes. Aunque Pogacar no parece un tirano al estilo de Lance Amstrong, el ciclista que nunca existió, sino un chico que lo quiere ganar todo. Solo eso. Como si fuera sencillo.

Toda la jornada por el cinturón sísmico de Italia, en el comienzo de los Apeninos, se desarrolla al albur de las apetencias del líder. Se forma una fuga numerosa, pero nunca alcanza una diferencia suficiente como para acaricie la idea de ganar en Prari di Tivo, lugar que Pogacar ya conoce. Ganó allí en la Tirreno el pasado marzo, por delante de Yates e Higuita.

Quiere repetir, así que los fugados, entre los que está Bardet, que abandona su rol de líder para dedicarse a la caza de etapas, saben que el UAE juguetea con ellos, ya que no les concede la mínima posibilida­d de creer en una hazaña. La escuadra de Pogacar obedece órdenes. No es nada personal, solo negocios. En el descenso de Croce Abbio, de tercera, tira con fuerza para disminuir la diferencia hasta la mínima expresión, apenas medio minuto. El grupo se disgrega por las cunetas. Solo Paret-Peintre conserva un rescoldo de moral y se queda solo en cabeza, aunque con el grupo que lidera el UAE cada vez más cerca. El francés desiste a 4,2 kilómetros. Otra vez será lo que decida Pogacar. Pero al líder le falta alguien que encienda la chispa de su motor a reacción. Queda un kilómetro, salta Antonio Tiberi, del Barhain, con todas sus fuerzas puestas en el empeño, lleva un rato regulando

sus energías después de 12 kilómetros de ascensión y siente que tiene piernas. Tras él Tadej, sin levantarse del sillín, y le enfría los ánimos. Luego es Thymen Arensman, del Ineos de Thomas, que no digan, el que prueba y sucede lo mismo. Como quien lava, Pogacar no tarda ni dos segundos en

cerrar la brecha. Casi parece que va silbando. Otra vez Tiberi, de nuevo la respuesta del líder, con suavidad. Geraint Thomas ni lo intenta, sabe lo que va a pasar, y no quiere que pase. Llega por detrás Majka, el compañero del tirano amable y se pone delante del grupo, quedan 500 metros. “A dos kilómetros le pregunté a Tadej si aceleraba para que se fuera, y me dijo que no, que en la meta”.

Así fue. Todos los planes del líder, otra vez de rosa al completo, se cumplen. A 200 metros de la meta se puso delante, aceleró con su brutalidad habitual, y ganó su tercera etapa en ocho días; en la primera jornada de montaña, un día después de su descomunal esfuerzo en la contrarrel­oj. Nadie se recupera como él. “No esperaba ganar aquí”, dice; “pero desde que pasamos la primera subida, mis compañeros querían que me llevara la etapa”. A sus órdenes.

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