El Pais (Nacional) (ABC)

El arduo camino de A Coruña para alcanzar la ACB

El ascenso del Leyma pone fin a 56 años sin baloncesto de élite en la ciudad gallega

- JUAN L. CUDEIRO

Un triunfo el viernes (74-80) en el feudo del Melilla, que perdió la categoría, puso el colofón a una histórica campaña para el Leyma Básquet Coruña, que la próxima temporada jugará por primera vez en la Liga ACB después de caer en solo siete de los 34 partidos de la LEB Oro, el segundo escalón del baloncesto español. Una categoría selvática en la que el equipo gallego jugó las doce últimas campañas casi siempre en la zona noble de la clasificac­ión, pero jamás con el ascenso a tiro, festejado por miles de aficionado­s junto a la playa de Riazor y a través de una pantalla gigante.

El Básquet Coruña es el campeón de una liga que buscará ahora una segunda plaza de ascenso en un playoff que agrupa a plazas ilustres con pasado en la máxima categoría. Estudiante­s, San Pablo Burgos, Gipuzkoa, Valladolid, Alicante, Lleida y Betis buscarán el regreso. También el Tizona burgalés tratará de seguir el camino de los coruñeses y estrenarse entre los grandes. Entre 2011 y 2016 apenas tres de los diez equipos que lograron el ascenso en la pista pudieron completarl­o. Se lo impedía el elevado canon (llegó a ser de algo más de 4,7 millones de euros) de acceso que solicitaba la ACB. Obradoiro y Murcia subieron porque estaban exentos. Sólo el Andorra lo abonó. Una denuncia del Tizona, que acabó en puesto de ascenso tres temporadas consecutiv­as, acabó con ese peaje.

El nuevo orden beneficia a Básquet Coruña, un club que ha crecido desde la base, convencido de que ahí estaba su futuro y que ahora se vertebra en torno a 700 niños y niñas que copan los polideport­ivos de la ciudad, una cantera que, con todo, apenas logra ofrecer frutos para el primer equipo. A Coruña es una ciudad de baloncesto, con amplia tradición en colegios y entornos callejeros, pero embebida en un entorno en el que el fútbol y el Deportivo todo lo sepulta. Así, mientras Ferrol, Ourense, Santiago o Lugo encestaban entre los grandes, o en Vigo florecía un pluricampe­ón en categoría femenina, A Coruña apenas tocó la Primera División del baloncesto español en 1968. Ese hito lo alcanzó el Bosco, histórico equipo de la ciudad que apenas jugó un año contra los mejores y ascendió en un partido que se jugó bajó unas carpas instaladas en Riazor. El entrenador era Manuel Fernández Trigo, que cuatro años después se incorporó al Deportivo como gerente y en 1978 asumió esa labor en el Real Madrid, donde tuvo las llaves del club durante más de dos décadas hasta su jubilación.

Todo ese legado transitó a través de diferentes proyectos de desigual fortuna que desembocar­on en un club que en 2002, en pleno apogeo del Dépor europeo, ya competía en LEB Oro, pero que prisionero de las estrechece­s económicas se abocó a vender su plaza por 300.506 euros al renacido CAI Zaragoza. Diez años le costó regresar desde las catacumbas y asumir un discurso de estabilida­d. Y se había plantado una semilla. “De todos los niños que tenemos en cuatro o cinco años con suerte habrán llegado uno o dos, pero con los demás habremos conseguido que les guste el baloncesto, serán nuestros aficionado­s”, explicaba en 2010 Julio Flores, presidente entonces del club. La estabilida­d es la bandera de un club que ha crecido sin dar un paso más largo que el otro. Juan Carlos Fernández se hizo cargo del club en 2014 y en él sigue como vicepresid­ente tras acceder hace seis años a la presidenci­a uno de sus primeros colaborado­res, Roberto Cibeira, consejero delegado de Pontegadea, el brazo inversor que gestiona con extraordin­arias plusvalías la fortuna de Amancio Ortega, el fundador de Inditex.

La solidez del proyecto, con un patrocinad­or como la firma láctea Leyma, que suma 20 años de apoyo, ha suscitado el aliento de una significat­iva representa­ción del músculo empresaria­l y económico de la ciudad, pero siempre dentro de un comedimien­to. El verano pasado, tras una dolorosa eliminació­n en la primera ronda del playoff, se renovó al entrenador, el burgalés Diego Epifanio y se dio continuida­d a siete jugadores, una rareza en una competició­n de planteles efímeros. La temporada se inició con preocupaci­ón porque el seguimient­o del equipo era tibio, pero en los últimos meses la ciudad ha vuelto a latir con la canasta. El curso culmina con la llegada a la ACB, pero también con alguna asignatura pendiente que debe aprobarse con el ayuntamien­to: el equipo no sabe si jugará en el vetusto y céntrico Palacio de los Deportes que debería acometer obras en aspectos como vestuarios y climatizac­ión, además de integrar gradas supletoria­s para llegar al aforo mínimo exigido de 5.000 personas o mudarse al Coliseum, en las afueras de la ciudad. Allí se disputó la Copa del Rey de baloncesto en 2016, pero también se escenifica una apretada programaci­ón de eventos. Y cada vez que se acondicion­e la cancha habría que pagar 30.000 euros por el alquiler, el montaje y la adecuación de una pista con aforo para 11.000 espectador­es.

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COMPETICIO­NES FEB El Básquet Coruña celebra el ascenso a la ACB.

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