El Pais (Nacional) (ABC)

La política española no da para comedias

- SERGIO DEL MOLINO

Me he tragado con placer bulímico una comedia política francesa del año pasado que lleva poco tiempo en Filmin. Se titula Bajo control y cuenta las desventura­s de una popular activista humanitari­a (una estupenda y divertida Léa Drucker) convertida en ministra de Exteriores de un presidente cínico. El planteamie­nto y el nudo son obvios: la idealista se da de morros con la realpoliti­k. En menos que dura un Consejo de Ministros, se vuelve la política más oportunist­a y maniobrera. Por una buena causa, eso sí: liberar a unos rehenes secuestrad­os en el Sahel. Pero ello no le impide traicionar todo lo que era y convertirs­e en una apestada incluso para su pareja.

La serie es divertida por sus golpes, sus chistes buenísimos y sus graciosos de corral de comedias (el chófer, el cabrero del Sahel que se convierte en asesor de los terrorista­s y se revela como un estratega sibilino, aunque había pasado toda su vida cuidando cabras…), que la hacen muy placentera pese a que el desarrollo sea previsible y un poco tosco. Al pensar sobre ella, me he dado cuenta de la cantidad de comedias políticas que se facturan en Francia, en el Reino Unido y en Estados Unidos, y el clamor de la ausencia española me ha dejado sordo. ¿Por qué apenas existe este género aquí?

Talento cómico no falta. Sobran directores, guionistas y actores perfectame­nte capaces de enjaretar una ficción más divertida y ácida que esta que comento. Vota Juan es el único ejemplo sobresalie­nte que se me ocurre en los últimos años, y es una obra maestra a la altura de las mejores cumbres del género. Políticame­nte incorrecto­s es otro ejemplo de cine que parece que va en esa línea, pero lo cierto es que no sale muy bien parado en la comparació­n con Vota Juan, y prefiero obviarlo para no desdecirme de que en España sobra el talento.

Si no falla el talento, fallará la voluntad. Se me ocurren dos explicacio­nes: desinterés de los productore­s, que piensan que al público esto no le interesa, o miedo a las reacciones de los políticos aludidos. Una tercera posibilida­d sería que en las cadenas y en las productora­s se confunda político con partidista. No sería raro, dado que buena parte de la sociedad española no entiende la diferencia entre hablar de política y mitinear. Mientras no se aclaren, tendremos que buscar en Francia las carcajadas libres que en España se reprimen.

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Javier Cámara, en Vota Juan.

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