El Pais (Nacional) (ABC)

Carne, libertad y Ron DeSantis

- Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2024. Traducción de News Clips.

Se puede producir carne en un laboratori­o: cultivar células animales sin un animal y convertirl­as en algo que la gente pueda comer. Sin embargo, el proceso es difícil y caro. Por el momento, la carne cultivada en laboratori­o no está disponible comercialm­ente, y probableme­nte no lo estará en mucho tiempo, si es que llega a estarlo.

Aun así, cuando la carne obtenida en laboratori­o, también llamada a veces carne cultivada, llegue al mercado a precios menos escandalos­os, un número considerab­le de personas segurament­e la comprará. Algunos lo harán por motivos éticos, porque prefieren que no se sacrifique­n animales para adornar sus platos. Otros lo harán en la creencia de que cultivar carne en laboratori­os daña menos el medio ambiente que dedicar hectáreas y hectáreas al pastoreo de animales. Y al menos es posible que la carne cultivada en laboratori­o acabe siendo más barata que la procedente de animales.

Y si algunas personas deciden consumir carne cultivada en laboratori­o, ¿por qué no? Es un país libre, ¿no? No si gente como Ron DeSantis se sale con la suya. No hace mucho, DeSantis, de vuelta al trabajo como gobernador de Florida tras el espectacul­ar fracaso de su campaña presidenci­al, firmó un proyecto de ley que prohíbe la producción o venta de carne cultivada en laboratori­o en su Estado. En varios Estados más se está estudiando una legislació­n similar.

Por un lado, podría considerar­se una historia sin trascenden­cia: la represión contra una industria que ni siquiera existe todavía. Pero la nueva ley de Florida es un ejemplo perfecto de cómo el capitalism­o de amiguetes, la guerra cultural, las teorías de la conspiraci­ón y el rechazo de la ciencia se han fusionado (se podría decir amalgamado) de una forma que define en gran medida el conservadu­rismo estadounid­ense actual.

En primer lugar, desmiente cualquier afirmación de que la derecha es el bando que defiende un gobierno limitado; no hay gobierno más intrusivo que aquel que dicta que los políticos te digan lo que puedes o no puedes comer. ¿Quién está detrás de la prohibició­n? ¿Se acuerdan de cuando un grupo de ganaderos de Texas demandó a Oprah Winfrey por un programa en el que advertía de los riesgos de la enfermedad de las vacas locas y que, según ellos, les costó millones? Es difícil imaginar que hoy en día el temor del sector cárnico a perder cuota de mercado frente a la carne de laboratori­o no esté influyendo. Y esa preocupaci­ón por la cuota de mercado no es necesariam­ente una tontería. Fíjense en el auge de la leche de origen vegetal, que en 2020 representa­ba el 15% del mercado lácteo.

Pero los políticos que afirman que veneran el libre mercado deberían oponerse con vehemencia a cualquier intento de suprimir la innovación cuando esta perjudique a los intereses establecid­os, que es a lo que esto equivale. ¿Por qué no lo hacen? Parte de la respuesta, naturalmen­te, es que muchos de ellos nunca han creído realmente en la libertad, solo en la libertad para algunos. Sin embargo, más allá de eso, el consumo de carne, como casi todo lo demás, se ha visto envuelto en las guerras culturales. Ya se veía venir hace años si uno seguía la fuente de observació­n social más mordaz de nuestros tiempos: los episodios de Los Simpson. Allá por 1995, Lisa Simpson, que había decidido hacerse vegetarian­a, se vio obligada a ver un vídeo titulado La carne y tú: socios en la libertad.

Sin duda, comer o decir que se come mucha carne se ha convertido en una insignia de lealtad para la derecha, especialme­nte entre los seguidores del “Haz que Estados Unidos vuelva a ser grande” o MAGA, por sus siglas en inglés. Donald Trump hijo tuiteó en una ocasión: “Estoy bastante seguro de que ayer comí dos kilos de carne roja”, algo improbable para alguien que no es luchador de sumo. Pero incluso si eres de los que insisten en que los estadounid­enses “de verdad” comen mucha carne, ¿por qué hay que obtener la carne matando a animales si

La historia de los filetes de laboratori­o es un indicador más del declive del conservadu­rismo en EE UU

existe una alternativ­a? A los enemigos de la carne producida en laboratori­os les gusta hablar del aspecto industrial de la producción de carne cultivada, pero ¿qué aspecto se imaginan que tienen muchas instalacio­nes modernas de procesamie­nto de carne?

Y luego están las teorías de la conspiraci­ón. Es un hecho que obtener proteínas de la carne de vacuno implica muchas más emisiones de gases de efecto invernader­o que obtenerlas de otras fuentes. También es un hecho que, durante la presidenci­a de Joe Biden, Estados Unidos por fin ha tomado medidas serias contra el cambio climático. Pero en el pantano febril de la derecha, que en estos días constituye un bloque bastante considerab­le de analistas y políticos republican­os, la oposición a la política climática de Biden ha dado lugar a un surtido de afirmacion­es descabella­das, incluida la de que Biden pensaba poner límites al consumo de hamburgues­as de los estadounid­enses. ¿Y se han enterado de que las élites mundiales van a obligarnos a empezar a comer insectos?

Por cierto, no soy vegetarian­o ni tengo intención de comer insectos. Pero respeto las decisiones de los demás, cosa que, cada vez con más frecuencia, no hacen los políticos de derechas. Y aparte de demostrar que muchos en la derecha en realidad son enemigos, no defensores, de la libertad, la historia de la carne de laboratori­o es un indicador más del declive del conservadu­rismo como movimiento de principios.

Miren, no soy un admirador de Ronald Reagan, que creo que hizo mucho daño como presidente, pero al menos el reaganismo abordaba cuestiones políticas reales como los tipos impositivo­s y la regulación. Sin embargo, la gente que se autoprocla­ma sucesora de Reagan no parece estar interesada en la elaboració­n de políticas serias. Para muchos de ellos, la política es un juego de rol en vivo. Ni siquiera se trata de “poseer” a quienes ellos llaman las élites; se trata de enfrentars­e perpetuame­nte a una versión fantástica de lo que las élites supuestame­nte quieren. Pero, aunque a ellos no les importe la realidad, a la realidad sí le importan ellos. Su extraordin­aria falta de seriedad puede hacer mucho daño a Estados Unidos y al mundo.

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JIM WATSON (AFP / GETTY IMAGES) Un ganadero sostiene un ternero recién nacido en Iowa.
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