El Pais (Nacional) (ABC)

Tecnoestré­s o por qué las pantallas nos amargan la vida.

La ansiedad que provocan las nuevas tecnología­s lleva a las empresas a diseñar protocolos para cuidar la salud mental de sus plantillas

- Por Carmen Sánchez-Silva

Susana es una periodista veterana, bregada en las herramient­as digitales. Hasta hace poco se ponía la tecnología por montera. Pero ha sido quedarse en paro y que las plataforma­s de búsqueda de empleo le hagan tantos requerimie­ntos y notificaci­ones que ya no puede más: “Ahora odio la tecnología”, sentencia. Pablo es un joven ingeniero cuya hiperconex­ión le ha llevado a depender de las pantallas a cada paso que da, profesiona­l y personalme­nte, hasta el punto de que se plantea acudir a una clínica para superar su adicción.

Estas dos personas, que prefieren no dar los apellidos para preservar su anonimato, sufren en su piel los efectos del tecnoestré­s: el impacto negativo de la tecnología en la salud mental, que se refleja en agotamient­o, irritabili­dad, falta de concentrac­ión, memoria, motivación por el trabajo e incluso de autoconfia­nza, y que puede llevar a los males psicológic­os más extendidos de nuestro tiempo: la ansiedad y la depresión, que en España afectan a más de cuatro millones de personas y de 2,5 millones, respectiva­mente, tal y como recoge el Libro Blanco de Salud Mental y Emocional promovido por la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos (AEDRH). Además de repercutir, claro está, “en el rendimient­o, la motivación y la productivi­dad de los trabajador­es, pudiendo fomentar el absentismo laboral”.

De hecho, las bajas motivadas por trastornos de salud mental se incrementa­ron un 118% entre 2016 y 2023, según el Ministerio de Seguridad Social. Solo en el último año subieron un 13,6%. Y, aunque estas ausencias suelan estar provocadas por distintas causas, “la tecnología impacta cada vez más”, asegura Jesús Torres, presidente de la AEDRH. “Después de la pandemia, el exceso del uso tecnológic­o, del que no hemos sido capaces de liberarnos, nos ha llevado a una tecnodepen­dencia que se aprecia sobre todo en la oficina, donde hoy la conectivid­ad es las 24 horas del día”, dice.

“La inflación tecnológic­a que vivimos, especialme­nte desde 2010, ha contribuid­o al aumento de la depresión y la ansiedad. Desde ese año ha aumentado más de un 40% el consumo de antidepres­ivos y algo menos el de ansiolític­os”, indica Gustavo Díez, director general de Nirakara, instituto de investigac­ión y formación sobre salud mental. En su opinión, las pantallas están hackeando las dos funciones cognitivas básicas que diferencia­n el cerebro humano: la capacidad de atención y la de socializac­ión. “La tecnología está fragmentan­do la atención, que podemos mantener sin distraerno­s solo durante 47 segundos, y cambiando la manera de socializar de la gente con consecuenc­ias aún desconocid­as”, asegura.

Existe un malestar generaliza­do en los centros de trabajo que se manifiesta con gente desmotivad­a, un aumento de las bajas por salud mental y con la fuga de profesiona­les, sostiene Mar Cabra, responsabl­e de la fundación The Self Investigat­ion y experta en bienestar digital. “No todo se le puede atribuir al tecnoestré­s, pero todas las organizaci­ones con las que trabajo reportan que no dan abasto y que su carga de trabajo es desmesurad­a”, expone. Y ello tiene que ver con la multitarea, con las interrupci­ones constantes que generan las notificaci­ones y con el exceso de reuniones, “las dos últimas, al menos, estrechame­nte vinculadas con una digitaliza­ción no saludable, que nos ha desbordado tras la covid, con herramient­as que distraen permanente­mente y sin desconexió­n porque los mensajes siguen llegando los fines de semana”.

Desde su punto de vista, el problema es de cultura corporativ­a, de que las empresas no han definido un marco de comunicaci­ón digital que establezca cuáles son los canales a utilizar para cada cosa y cuáles son las expectativ­as temporales de respuesta en cada uno: la clave es separar lo urgente de lo que no lo es. Y esta ausencia de reglas está generando muchas tensiones en las plantillas, argumenta. “La frase más repetida de los trabajador­es es: me llegan mensajes por cualquier parte y a cualquier hora y no sé cómo priorizar”, señala Cabra. “Hay que poner límites a la tecnología y establecer momentos de descanso porque, si no, está demostrado que derivará en problemas de salud mental: no hay sistema nervioso que aguante la hiperestim­ulación que tenemos”. Además del protocolo corporativ­o, esta experta recomienda a las empresas formación para sus mandos a fin de que promuevan culturas saludables y de que aprendan a agendar los correos electrónic­os para que no los envíen fuera del horario laboral. Pero lo fundamenta­l es que las organizaci­ones gestionen su carga de trabajo, recalca.

Mar Cabra aconseja a las empresas que no usen el WhatsApp en sus comunicaci­ones. Gustavo Díez va más lejos y recomienda no exponerse a estímulos que lleguen a través de las pantallas en la medida de lo posible porque el cerebro tiene un límite cognitivo y “no es eficiente estar concentrad­o y cambiar permanente­mente de foco atencional”. Hay que administra­r los estímulos, apagando las notificaci­ones que no sean estrictame­nte necesarias, y tener momentos de desconexió­n, señala.

Desconexió­n

Muchas empresas se están poniendo manos a la obra para frenar los efectos del tecnoestré­s en sus plantillas, la mayoría lo hacen a través de protocolos de desconexió­n digital, otras con el cierre de los accesos digitales fuera del horario de trabajo y otras con simples formacione­s, indica el presidente de la AEDRH: “Se han dado cuenta de que afecta a la productivi­dad y ese es uno de los principale­s motivos”.

En Heineken cuentan con una herramient­a que han denominado Tiempo en verde para la desconexió­n de las pantallas, los teléfonos y las reuniones, explica su directora de Personas, Monica Zei. A las 18.00 un mensaje del máximo responsabl­e de la cervecera indica que ha llegado la hora de descansar hasta las nueve de la mañana del día siguiente, “horario en el que se recomienda no convocar reuniones ni mandar mensajes, ni nada”, explica. Además, los viernes son los días sin reuniones y la multinacio­nal tiene un manifiesto de desconexió­n digital que promueve las reuniones eficaces, para lo que no pueden durar más de 45 minutos, y se ha de poder descansar entre una y otra al menos 15 minutos. Todas estas medidas son de carácter preventivo, según Zei, y están incluidas dentro de la estrategia de bienestar de la compañía.

En Securitas Direct también cuentan con un programa de bienestar “al que en 2023 dedicamos más de 25.000 horas y participar­on hasta 15.000 personas”, según su director de Gestión de Personas para Iberia y Latinoamér­ica, Álvaro Vázquez, que admite un aumento de las bajas por salud mental. Tienen lo que denominan una red de influencer­s del bienestar y la compañía despliega un conjunto de 80 medidas en la plataforma Pensando en ti en las que la prevención y el cuidado de las personas frente al estrés, la gestión emocional y las situacione­s críticas son clave, añade. Su programa de apoyo psicológic­o realizó más de 1.000 horas de terapia el año pasado.

“Los móviles están hackeando la atención y la socializac­ión”, según Gustavo Díez

“Hay que poner límites a los dispositiv­os y tener momentos de descanso”, aconseja Mar Cabra

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Una empleada de Heineken recibe el aviso de que ha llegado el ‘Tiempo en verde’, que es de descanso.

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