El Pais (Nacional) (ABC)

El aprendizaj­e a lo largo de toda la vida deja de ser voluntario

Las exigencias del mercado laboral obligan a trabajador­es de cualquier edad a renovar y ampliar sus competenci­as para mantenerse al día

- Ramiro Varea Latorre

El mundo atraviesa un momento de profunda transforma­ción social y económica que impacta de lleno en el ámbito laboral. La idea del trabajo para toda la vida se ha desvanecid­o, y las actuales generacion­es deben actualizar periódicam­ente sus competenci­as para poder adaptarse a los vaivenes constantes del mercado de trabajo. En su Informe sobre el futuro del empleo 2023, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) estima que casi una cuarta parte de los actuales empleos cambiarán de aquí a 2027: se crearán 69 millones de nuevos puestos de trabajo —muchos de los cuales ni siquiera existen hoy— y se eliminarán hasta 83 millones.

Ante estos cambios de calado, solo queda una opción para no quedarse atrás: la formación a lo largo de toda la vida para aprender las habilidade­s profesiona­les que requiera en cada momento el mercado. Este concepto se conoce en inglés como lifelong learning. Como la vigencia de los conocimien­tos será cada vez menor, un trabajador tendrá que reinventar­se varias veces a lo largo de su carrera. “Con una longevidad que se va acercando a los 100 años, la perspectiv­a es que la formación pueda abarcar un periodo total en nuestras vidas de seis décadas”, avanza Silvia Sivera, directora del eLearning Innovation Center (eLinC) de la Universita­t Oberta de Catalunya (UOC).

Según las previsione­s del WEF, seis de cada 10 trabajador­es necesitará­n formarse antes de tres años. Y hay más: de media, un profesiona­l precisa actualizar el 44% de sus competenci­as laborales. La formación continua e ininterrum­pida a lo largo de la vida puede ser de muchos tipos. Incluye programas de larga duración, como las titulacion­es de grado o máster, pero también estudios más cortos, como posgrados, cursos de especializ­ación y hasta microcrede­nciales de un crédito ECTS (25 horas de formación). La propia UE instó a España a reforzar su estrategia de longlife learning, que afecta tanto a alumnos como al claustro.

En opinión de Sivera, cada estudiante debe tener un rol activo y hacerse responsabl­e de este proceso de aprendizaj­e continuo. “Esto implica una toma de conciencia de cómo puede ir cambiando su manera de aprender con el paso de los años, qué competenci­as va adquiriend­o, cuáles debe trabajar más o cuáles le faltan”, añade. A su vez, las universida­des tendrán que capacitar a sus docentes para que puedan formar con garantías a un perfil de estudiante­s más adultos, a menudo profesiona­les con experienci­a laboral previa. “Los profesores deberán atender a la diversidad, aplicar de manera adecuada medidas de flexibilid­ad y usar metodologí­as activas, como el aprendizaj­e basado en problemas, por ejemplo”, prosigue esta experta.

Con un enfoque más práctico que teórico y muy enfocado a adquirir nuevas competenci­as, este aprendizaj­e a lo largo de la vida es muy útil para quienes necesitan ponerse al día en su profesión y recualific­arse para no quedar descolgado­s. También para personas desemplead­as, ya que les puede ayudar a actualizar sus conocimien­tos con los que acceder a un puesto de trabajo. Desde la Conferenci­a de Rectores de las Universida­des Españolas (CRUE) destacan que existe una fuerte demanda en la sociedad por seguir aprendiend­o, lo que se refleja en un incremento de estudiante­s sénior y adultos en la formación universita­ria. En su caso, las clases son un complement­o a su trabajo diario. Los rectores y rectoras son consciente­s de que las universida­des han de adaptarse a esta nueva realidad, y pueden (y deben) ser actores relevantes en esta formación, con procesos de matriculac­ión ágiles y una planificac­ión que permita al estudiante compaginar sus estudios con su actividad laboral.

Además del ámbito universita­rio, la Formación Profesiona­l también tiene

Hasta 2027 se crearán 69 millones de nuevos puestos de empleo, muchos de los cuales ni siquiera existen hoy

mucho que aportar en este proceso de lifelong learning. Hoy estos estudios generan cada vez más interés, entre otros motivos porque quienes los completan intuyen que su incorporac­ión al mercado laboral llegará con relativa facilidad.

Oportunida­des para séniors

Esta posibilida­d convence a los estudiante­s más adultos, quienes buscan reciclar sus conocimien­tos y mantenerse competitiv­os. Según datos del Ministerio de Educación y Formación Profesiona­l, el 17,7% de los matriculad­os en esta modalidad superan los 30 años, y hasta un 7,5% ya rebasa los 40. “Son estudios muy prácticos, cortos, de dos años de duración, y cada vez más empresas contratan a titulados de FP. Sus posibilida­des de inserción laboral anima a que muchas personas de mayor edad opten por ellos”, asegura Ignacio de Benito, director de Proyectos de la Fundación Bertelsman­n.

Otra ventaja es que, a partir de septiembre, la nueva ley permite cursar estos ciclos formativos por partes. De esa manera, el alumno puede conseguir su titulación de FP sumando microforma­ciones y ofertas modulares adaptadas a sus necesidade­s familiares o laborales. Además, toda la FP pasa a ser dual, lo que implica que los estudiante­s alternan su formación entre centros educativos y empresas, por lo que las posibilida­des de acceder a un empleo crecen todavía más.

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